La crisis de Portugal (no tan) observada en Brasil
Brasil y Portugal han intensificado sus lazos en los últimos años. Durante décadas, las relaciones bilaterales se basaron fundamentalmente en la cultura a través, naturalmente, de la lusofonía, y en la fuerte inmigración portuguesa a Brasil, especialmente para su zona más desarrollada, la Sudeste, que abarca São Paulo y Río de Janeiro.
De este modo, Portugal, al lado -y en menor escala- de España, componía en la política exterior brasileña el llamado "eje afectivo", es decir, países con los cuales la relación cultural era desproporcionadamente superior a la económica.
Desde los años noventa, la situación en la convivencia luso-brasileña cambió bastante, al incluir una mayor identificación política -a través de la consolidación de la democracia y, posteriormente, de Gobiernos formalmente de izquierda: Lula (enero de 2003) y José Sócrates (marzo de 2005)- y económica, a través de las inversiones extranjeras directas y del aumento de las exportaciones e importaciones. Por lo demás, Portugal apoya desde hace ya muchos años la pretensión de Brasil de ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Portugal figuró en determinados momentos de los noventa como uno de los tres mayores inversores en Brasil. Actualmente se sitúa entre los siete mayores, en torno al 3% del total. Proporcionalmente, los brasileños invierten bastante menos en suelo luso, pero es cierto que lo han venido haciendo de forma constante.
Las relaciones comerciales bilaterales han aumentado mucho: en 2002, Brasil había exportado poco menos de 600 millones de dólares para Portugal e importado cerca de 170 millones de dólares; en 2010, el volumen de exportación sobrepasó los 1.500 millones de dólares y el de importación alcanzó casi 600 millones de dólares. Pero, aunque las estadísticas sean buenas, representan menos que el punto álgido de la relación comercial, obtenido en 2007, un año antes de la crisis internacional, cuando Brasil exportó por encima de 1.800 millones de dólares.
Pese a la intensificación de contactos de los últimos tiempos, la crisis económica portuguesa y sus visibles repercusiones políticas han tenido poca repercusión en Brasil. En general, las dificultades por las que pasa Portugal han sido abordadas por los medios brasileños casi con el mismo grado de atención que se concedió a Irlanda o a Grecia, una vez que gran parte de las noticias de la Unión Europea llega a Brasil a través de pocas agencias extranjeras. Otra posible razón se deriva del hecho del desequilibrio temporal entre Brasil y Portugal tanto en economía como en política: mientras Brasil celebra un crecimiento del producto interior bruto del 7,5% en 2010 después del descenso del año anterior, Portugal apenas obtuvo un 1,5%.
En política, Portugal se despide de José Sócrates de modo melancólico, al fracasar éste en la aprobación de un presupuesto doloroso a los ojos del electorado local, mientras que Brasil todavía celebra la inédita elección de Dilma Rousseff, la primera mujer en la presidencia de la República, basada en los altos índices de popularidad de su predecesor: Luiz Inácio Lula da Silva.
Esta misma semana, Dilma Rousseff está en Portugal con motivo de la concesión del título de doctor honoris causa a Lula por la Universidad de Coimbra. Representantes de los principales medios de comunicación de Brasil siguen la visita de la presidenta y la ceremonia a la que asistió el expresidente en el país europeo. Ambos se pronunciaron de modo favorable a la posibilidad de que Brasil ayude a Portugal, lo que ya ha repercutido en los informativos brasileños.
Es posible, por lo tanto, que la presencia de Dilma y Lula, despierte, finalmente, una mayor atención de la sociedad brasileña en lo que respecta a la situación adversa de Portugal y, por consiguiente, pueda materializarse en formas efectivas de cooperación, si es posible a corto plazo.
Virgilio Caixeta Arraes es doctor en Historia de las relaciones internacionales y profesor de Historia contemporánea de la Universidad de Brasília.
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