El terremoto sigue
Me refiero ahora al político. Que tiene su origen en los otros terremotos: el choque de las placas tectónicas en el Pacífico, cerca de la costa japonesa; y el cambio histórico que se está produciendo en los países árabes. Durará. Las réplicas ocuparán los próximos meses, hasta las elecciones francesas y españolas, o quizás años: el cambio en el que nos encontramos comprometidos es de tamaño natural, de época. De momento, las regionales alemanas en dos länder han castigado severamente a la coalición que gobierna en Berlín: la CDU de Angela Merkel ha perdido el feudo de Baden-Württemberg, mantenido durante 58 años, donde deberá ceder el poder a una coalición roja y verde –de nuevo, al estilo de Schroeder-Fischer— y probablemente al primer presidente verde de la historia alemana. Pero el retroceso cristiano demócrata, que sigue siendo el primer partido en el land, no es en beneficio de la socialdemocracia, sino abiertamente de los ecologistas, que se convierten en la segunda fuerza y superan al SPD. Lo prueba también que la socialdemocracia no pueda seguir gobernando en solitario en el otro land donde había elecciones, Renania-Palatinado, y deberá asociarse con los reverdecidos Verdes.
La crítica de Kohl tiene mucha profundidad, porque el gobierno negro y amarillo está convirtiendo en un método la rectificación reluctante: en política europea, en su presencia internacional en el mundo y en política nuclear. En todas estas cuestiones de fondo estratégico siempre se produce una resistencia inicial, una rectificación posterior e incluso una ulterior matización. El resultado final es la difuminación de cualquier posición a favor del perfil meramente oportunista y electoralista por parte del Gobierno con mayor peso y responsabilidad de liderazgo en la Unión Europea.
Conocemos muy bien estos métodos en la política española y concretamente en su aplicación socialdemócrata. Lo que conduce a otra conclusión provisional: la rectificación reluctante, sea alemana o sea española, no tiene color ideológico. La crisis de los grandes partidos tampoco: la socialdemocracia flota en Alemania porque está en la oposición; lo mismo que le sucede al PP en España. La fuerza de las mareas aprovecha a las formaciones más pequeñas y de cuña más reciente, sea el populismo derechista, sea el conservadurismo verde: véase la derrota del partido de Sarkozy en las elecciones cantonales de ayer en Francia, en las que el Frente Nacional de Marine Le pen obtuvo un buen resultado.
Y finalmente, un corolario: pocas cosas se pueden hacer ante los grandes cambios geológicos o geopolíticos, pero la peor de todas es la renuncia a la acción política a favor de la mera actitud reactiva o la entrega de los problemas a los especialistas. El pánico como sustituto de la buena conducción y de la fría racionalidad amplifica los efectos de los seísmos de todo tipo y nos conduce a nuevas réplicas, en forma de crisis sociales y políticas, o incluso a crisis sistémicas.
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