Un adolescente con uniforme escolar mata a 31 militares en un atentado suicida en Pakistán
Al menos otros 36 han resultado heridos, 16 gravemente, en el ataque a un centro de reclutamiento en Mardán
Un adolescente, de alrededor de 14 años y vestido con uniforme escolar, consiguió colarse en un centro de reclutamiento militar en Mardán, en el noroeste de Pakistán y mató a 31 militares y hirió al menos a 36, 16 gravemente, al hacer explotar el chaleco cargado de explosivos que llevaba. El atentado suicida, reivindicado por talibanes aliados de Al Qaeda, se produjo mientras las víctimas estaban haciendo la instrucción matinal sobre las ocho de la mañana (hora local).
Este atentado es una nueva batalla en la guerra de baja intensidad que vive el país, especialmente en la zona noroeste y en la frontera con Afganistán. Es el más grave dirigido al Ejército, una institución muy respetada en el país, desde que en marzo del año pasado dos terroristas suicidas atacasen objetivos militares en la ciudad de Tahore. En aquella ocasión murieron 45 personas, entre ellos 9 soldados.
La inmolación del joven pone en entredicho unas declaraciones recientes del Gobierno paquistaní que afirmó que los ataques suicidas han debilitado al enemigo, los insurgentes. El ataque sugiere que, por el contrario, se han reagrupado para volver a atacar. "Parece que los talibanes son todavía una fuerza muy potente, porque siguen atacando instalaciones aunque hayan estado tranquilos durante algún tiempo", ha comentado a Reuters el exgeneral Talad Masood.
Masood cree que la inmolación del joven suicida significa que los insurgentes "estarán reforzados durante un tiempo y habrá que esperar una temporada antes de que se les pueda considerar como una amenaza menor".
Niños suicidas
Corresponsales de la BBC aseguran que tropas de las fuerzas armadas paquistaníes han descubierto campamentos en el noroeste del país en los que se entrenan a niños de 10 a 12 años para inmolarse. Cuentan también que el número de atentados con suicidas adolescentes ha aumentado.
Un oficial de policía ha explicado a AFP que el joven suicida iba vestido con el uniforme de un colegio cercano al centro de reclutamiento atacado, pero no era estudiante en esa escuela.
Las instalaciones del regimiento de Punyab atacadas están situadas en una zona militar restringida, como muchas otras en el país, que albergan cuarteles o academias castrenses. Estos recintos suelen ser más difíciles de atacar que mercados o mezquitas, que son objetivo frecuente de los terroristas. La Policía y el Ejército son, sin embargo, blancos habituales de los grupos de insurgentes, que se enfrentan a las fuerzas de seguridad especialmente en el noroeste y las áreas tribales fronterizas con Afganistán.
Mardán, la localidad donde se encuentran las instalaciones atacadas, está cerca de la frontera, bastión de los talibanes paquistaníes y principal santuario de Al Qaeda. El municipio está a unos 50 kilómetros de distancia del distrito tribal de Mohmand, donde el Ejército lleva a cabo desde finales de enero una ofensiva contra los insurgentes.
Un portavoz del Movimiento de Talibanes de Pakistán, Azam Tariq, ha reivindicado la autoría del atentado en conversación telefónica con AFP desde un lugar desconocido. "Vamos a seguir con ataques dirigidos a los protegidos de EE UU, y lo haremos para vengarnos de los lanzamientos de misiles y las operaciones militares en zonas tribales hasta que estos cesen", ha añadido Tariq. Este grupo es el principal responsable de una ola de casi 450 atentados -suicidas, principalmente-, que han causado más de 4.000 muertes en todo el país en los últimos tres años y medio.
Ataques contra un Gobierno respaldado por EE UU
El primer ministro paquistaní, Yusuf Raza Gillani, ha condenado el atentado. En un comunicado ha declarado que "esos ataques cobardes no pueden afectar la moral de las agencias de seguridad y la determinación de la nación de erradicar el terrorismo".
El Ejército paquistaní ha llevado a cabo una serie de ofensivas contra la insurgencia con lazos con talibanes de Al Qaeda. No obstante, las operaciones en las zonas tribales cercanas a la frontera con Afganistán no han conseguido socavar la determinación de los talibanes de desestabilizar al Gobierno del país, apoyado por EE UU.
En 2010 se registraron un total de 2.113 ataques insurgentes, terroristas o de corte sectario, que mataron a 2.913 personas y hirieron a otras 5.824, según un estudio del Instituto de Pakistán para Estudios de Paz (PIPS, en sus siglas en inglés). El ataque de Mardán es el décimo de las últimas dos semanas.
Además de los atentados, el Gobierno se enfrenta al reto de reactivar la economía paralizada, apuntalada por una ayuda estadounidense de 11.000 millones de dólares que implica reformas políticas. A cambio Washington presiona para que el país intensifique su lucha contra los grupos militantes locales y otros que cruzan la frontera para atacar las fuerzas occidentales en Afganistan.
El descontento de los ciudadanos va en aumento, mientras tanto, por la corrupción, la pobreza rampante y los cortes de electricidad.
A esta situación complicada se suma que las relaciones con EE UU no pasan por su mejor momento. El 27 de enero, Raymond Davis, ciudadano estadounidense, mató a dos paquistaníes en Lahore. El embajador en Islamabad asegura que Davis actuó en defensa propia, y que al ser diplomático, debería disfrutar de inmunidad y ser liberado de acuerdo al derecho internacional. Pakistán considera, sin embargo, que le corresponde a la Justicia decidir y que ponerlo a disposición de EE UU reforzaría el espíritu antiamericano de los paquistaníes.
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