Salto cualitativo
El ataque a la isla Yeongpyeong no es una simple escaramuza más de las registradas en la disputada región marítima fronteriza durante los últimos años. Supone un salto cualitativo importante: es la primera agresión sobre población civil desde el estallido de una bomba en un avión de Korean Air en 1987 y, sobre todo, es el primer bombardeo de suelo del Sur desde el final de la guerra de Corea, en 1953.
Es verdad que se produce apenas unos meses después del hundimiento de la fragata Cheonan, en marzo pasado, que provocó 46 muertos. La diferencia es que Corea del Norte ha negado siempre haber sido responsable de ese naufragio, pese a las abrumadoras pruebas en contra. Esta vez Pyongyang no puede decir que sus fuerzas armadas no han sido las responsables.
¿Qué es lo que explica la agresividad del Norte? Hay quien dice que se trata de una respuesta a las maniobras militares del Sur en la zona, previstas entre el 22 y el 30 de noviembre, y de la voluntad de poner en cuestión, a las bravas, la línea marítima fronteriza fijada tras la guerra de Corea y que Pyongyang no acepta. Es posible. Pero no cabe descartar razones más profundas.
Es sabido que Corea del Norte está inmersa en un proceso de sucesión. El heredero, Kim Jong-un, quien fue nombrado general de cuatro estrellas en septiembre (con tan sólo 26 años), podría estar necesitado de apoyo en el Ejército, para lo cual tendría que dar muestras de firmeza. Así, el hundimiento de la fragata en marzo y el ataque reciente serían muestras de que el liderazgo del nieto de Kim Il Sung no está realmente asentado.
Por otro lado, parece que la situación económica del Norte ha empeorado en los últimos meses. El ataque puede ser interpretado como una llamada de atención a la comunidad internacional para que ésta retome las conversaciones a seis bandas, que conllevan ayuda alimentaria y energética para Pyongyang. Antes del bombardeo, Washington había descartado, con clara firmeza, reanudar esas conversaciones, especialmente tras ser desvelado que Corea del Norte cuenta con un programa nuclear, de enriquecimiento de uranio, más avanzado de lo que se creía.
En cualquier caso, el contencioso con Corea del Norte no tiene solución militar. Pyongyang cuenta con más de un millón de soldados así como misiles capaces de alcanzar cualquier punto de Corea del Sur y Japón, junto con una artillería que puede bombardear Seúl. Si a esto sumamos que el simple paso del tiempo aumenta los riesgos de accidentes nucleares y de proliferación de armamento atómico, el resultado es que hay que volver a dialogar con Corea del Norte. Tal objetivo parece un sinsentido tras las últimas provocaciones y es, claro está, difícil de explicar a la opinión pública surcoreana e internacional. Pero siempre es mejor tener a los norcoreanos sentados en una mesa que disparando torpedos y proyectiles de artillería.
Pablo Bustelo es Investigador Principal de Asia-Pacífico del Real Instituto Elcano.
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