Europa y los 27 enanitos
El anuncio del colosal recorte tiene sin embargo algo de maniobra y vacuna preventiva. Fue una orden transmitida por el departamento del Tesoro a los gabinetes de todos los ministros, menos Sanidad y Cooperación al Desarrollo, solicitando planes de contingencia para realizar reducciones drásticas en los gastos, inversiones y en personal. Con tales anuncios el gobierno quiere dejar bien claro que inversiones fundamentales, por ejemplo en seguridad o en educación, quedarán seriamente afectadas. Aunque todo el mundo espera que se rebajen las cifras iniciales, está bien claro que es el anuncio de una dura negociación, que afectará a la función pública y a los sindicatos. A esto se le llama pedagogía de la crisis.
Ya sabemos de las divergencias entre quienes propugnan como Obama la continuación de los estímulos keynesianos y quienes consideran como Merkel que ante todo hay que limitar el déficit. Y sabemos también de la distinta apreciación de su efecto sobre la economía, que puede conducir a Europa a un decenio sin crecimiento y a un incremento pavoroso del paro. Pero a la vez se está abriendo otro debate, más estratégico todavía, sobre los resultados a largo plazo de una caída de las inversiones en educación, universidades, investigación y desarrollo o infraestructuras vitales para la competitividad. No tan sólo quedará exangüe la economía europea en el corto plazo, sino que puede quedar minusválida en el medio y largo.
La reacción a la crisis de la deuda europea puede ser así la pócima fatal que pretendiendo curar a Europa la deje definitivamente en la cuneta. Europa puede estar hipotecando su futuro en el preciso instante en que los BRICS o vecinos como Turquía, todos ellos con economías que crecen, colocan las fichas que les van a asegurar posiciones de futuro. El definitivo eclipse europeo de la escena internacional puede quedar rubricado con la disminución drástica de los gastos de defensa que están preparando algunos países. En vez de dotarse ya de una vez de una defensa común, que permitiera reducir gastos sin perder presencia internacional ni capacidades, los europeos seguimos empeñados con nuestros ejércitos y estrategias nacionales a los que aplicamos recortes suicidas.
Cada uno de los países socios, incluyendo los más grandes, ya eran demasiado pequeños para jugar en posición de igualdad en la nueva escena internacional. Como hemos visto, no hay forma de juntarnos como un solo jugador. Y para colmo, ahora la crisis nos obliga a recortar y limitar nuestros márgenes de maniobra. Después de la crisis y a este paso, no se podrá hablar de gigante comercial y económico europeo, sino de la Europa de los 27 enanitos.
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