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La coalición de Gobierno de Alemania vive sus momentos más críticos

El plan de austeridad ha ahondado las diferencias entre los socios e incluso en el seno democristiano.- Angela Merkel se juega en dos semanas su liderazgo con la votación parlamentaria del nuevo presidente del país

El Gobierno alemán empezó con mal pie hace ocho meses y ahora se tambalea. La oposición pide que la canciller, Angela Merkel, presente una moción de confianza en el Parlamento, mientras en la web de la televisión pública ARD se debate sobre la conveniencia de convocar nuevas elecciones. Los momentos críticos que atraviesa la coalición entre los democristianos de Merkel (CDU) y el partido liberal FDP se están convirtiendo en una especie de estado natural. Cualquier motivo parece ser bueno para alimentar la gresca, incluso las medidas destinadas a determinar la futura dirección de un Ejecutivo debilitado por la pérdida de la mayoría en la Cámara alta (Bundesrat) en las recientes elecciones regionales de Renania del Norte-Westfalia.

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El ambicioso plan de austeridad (recorte del gasto público en 80.000 millones hasta 2014) diseñado en una maratoniana ronda de consultas por la canciller y sus ministros, que Merkel definió como "un esfuerzo extraordinario" de su Gobierno, sirvió para ahondar las diferencias entre los socios e incluso en el seno democristiano. La canciller ha tratado durante el fin de semana de poner coto a los encontronazos públicos entre Unión Demócrata Cristiana CDU que ella preside, su partido hermano bávaro CSU y el FDP. En balde. El semanario Der Spiegel resume el bloqueo del Gobierno con un enorme "¡Déjenlo!" en la portada de su edición actual.

Agotar la legislatura

Una encuesta publicada el fin de semana señala que más de la mitad de los alemanes no cree que el Gobierno aguante lo que queda de legislatura. Son más de tres años. Al tremendo desgaste que sufren los liberales y en particular su líder, el ministro de Exteriores Guido Westerwelle, se ha sumado esta semana la controversia sobre la profesionalización de las Fuerzas Armadas, defendida por el ministro de Defensa Karl-Theodor zu Guttenberg (CSU) y rechazada por Merkel.

Estos días se ha especulado sobre una posible dimisión del socialcristiano bávaro. Otro de los problemas es la reforma de la Sanidad, un proyecto fundamental para los liberales que lleva estancado dese el principio de la legislatura. Los quebraderos de cabeza, por tanto, no terminaron con el controvertido rescate griego y la pérdida de confianza alemana en el euro y en la gestión política de la crisis monetaria.

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Un candidato estrella

El que sí dimitió fue el presidente federal Horst Köhler, hace dos semanas. Lo hizo por sorpresa y en un momento de extrema debilidad de los partidos que lo propusieron para el cargo en 2004. Tras encajar el golpe, Merkel y Westerwelle acordaron proponer al democristiano conservador Christian Wulff (CDU) para la elección del próximo día 30. Pero pronto empezaron, también aquí, las desavenencias. La oposición de socialdemócratas y verdes se sacó de la manga a un candidato estrella, el opositor de la antigua República Democrática Alemana (RDA) Joachim Gauck.

A Gauck le llegaron adhesiones de todo el espectro político. También medios conservadores como Die Welt hablaron de "el mejor candidato". El cargo de presidente es formal y simbólico, parecido al que desempeña un rey constitucional moderno, pero precisamente esta cualidad por encima de la política reporta simpatías al candidato Gauck, a quien se ha ponderado a menudo como un héroe de la resistencia democrática bajo el régimen de la RDA. Wulff, a su lado, queda como un gris barón provinciano catapultado a la candidatura por los intereses de su partido.

Si Merkel no consigue que gane su candidato haciendo valer su mayoría democristiana-liberal en la Asamblea Federal que elegirá un presidente dentro de dos semanas, su liderazgo quedará hecho trizas.

Angela Merkel junto a su ministro de Exteriores y vicecanciller, Guido Westerwelle, durante la conferencia de prensa, ayer en Berlín.
Angela Merkel junto a su ministro de Exteriores y vicecanciller, Guido Westerwelle, durante la conferencia de prensa, ayer en Berlín.AFP

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