_
_
_
_

El 'efecto Clegg' amenaza los dominios de Glenda Jackson

La veterana actriz y parlamentaria laborista puede perder el escaño de Hampstead and Kilburn (Londres) tras 18 años

La presencia recurrente de un autobús amarillo en los dominios de Glenda Jackson encarna la ambición liberal-demócrata de arrebatar a los laboristas el que fuera uno de sus más firmes bastiones en la ciudad de Londres. Sus pasajeros confían en el efecto Clegg -cuyas dimensiones volverán a calibrarse en un segundo debate televisado esta noche- para operar ese vuelco en la circunscripción de Hampstead and Kilburn, el escaño que Jackson ha venido ocupando a lo largo de los últimos 18 años. Si la célebre actriz abandonaba el oficio en el pico de su carrera (dos Oscars) para enrolarse en las filas parlamentarias del laborismo, las presentes elecciones pueden dar la estocada a su figura política.

Más información
El tercero en discordia
Cameron pide un Gobierno fuerte para evitar al FMI
Los jóvenes, reyes de la campaña electoral británica
La campaña digital en Reino Unido
Nueve preguntas y media para los candidatos británicos
El debate no pinchó el balón Clegg

Un cierto anquilosamiento domina la campaña de la diputada laborista, en la forma y en el fondo. En contraste con anteriores campañas, cuando era habitual que los votantes se toparan con la estrella del barrio incluso en el supermercado, su limitada presencia en la actual liza le ha merecido el apodo de "la candidata ausente", acuñado por los rivales. Pero, sobre todo, la legendaria activista del izquierdismo clásico permanece enrocada en el mensaje de frenar a los conservadores, a pesar de que son los liberal-demócratas, con el joven Ed Forham (39 años) a la cabeza, quienes precisan de un swing menor del 2% para llevarse el gato al agua. Dar la espalda a la oleada de Cleggmania no parece la mejor de las estrategias.

La reforma de las circunscripciones ha ampliado el territorio de Hampstead and Kilburn, aunque no alterado sustancialmente su heterogénea fisonomía desde el punto social y religioso, que hace muy difícil identificar las motivaciones del voto. Las pulcras zonas residenciales conviven con los pisos de protección oficial, las trasegadas arterias comerciales, con sinagogas y mezquitas. También es la casa de la intelectualidad progresista (Hampstead), de importantes comunidades irlandesas y caribeñas, y de clases medias y trabajadoras (Kilburn). Todo ese compendio de barrios del noroeste de Londres se decantó por el laborismo en los comicios de 2005 (37%), aunque ya entonces se dejaba tentar por los liberal-demócratas (36%) y sólo en bolsas muy específicas por los tories (23%). Hoy encarna uno de los escaños marginales que denotan la vulnerabilidad del partido de Glenda Jackson, una política que nunca encajó bien el Nuevo Laborismo de Blair (también fue muy crítica con la guerra de Irak), pero sí muy comprometida con el proyecto de Gordon Brown. Ella ve una nítida diferencia entre esas dos sensibilidades políticas. La cuestión es si también lo hacen sus votantes.

La septuagenaria Jackson (Birkenhead, 1936) reaccionó de forma airada cuando el Times la "jubilaba" de forma anticipada, al asegurar que los laboristas querían descabalgar a los candidatos mayores de 65 años. No fue así, pero ahora no sólo las sólidas aspiraciones del rival Fordham, sino también las cotizaciones en las casas de apuestas, insisten en sugerir su salida de la escena política. Sólo el 6 de mayo se desvelará si Glenda Jackson está protagonizando su último acto.

La sombra del líder liberal-demócrata, Nick Clegg, sobre un panel promocional durante un acto en Londres.
La sombra del líder liberal-demócrata, Nick Clegg, sobre un panel promocional durante un acto en Londres.AFP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_