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México: el sentido de urgencia

Se requieren reformas y un líder que quiera dejar como legado algo más que el intento

El Presidente permanente del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy declaró en una entrevista que concedió a cinco diarios, que en Europa "nadie podrá escapar de hacer reformas impopulares en los años que vienen," y que sus líderes deben "ser valientes." (El País 9/abril/2010).

Es un llamado fuerte y necesario a impulsar reformas indispensables, después (o en medio, dependiendo del pesimismo) de una crisis económica, con un duro impacto social en todo el mundo.

A los países les cuesta trabajo emprender reformas incómodas. A los pueblos no les gustan las reformas a su costa. A los políticos les cuesta mucho trabajo tomar la decisión de emprender reformas que impliquen cambios de fondo y que resulten impopulares, o políticamente costosas. Pero las más de las veces, ésas, las difíciles, las impopulares, son propiamente las reformas necesarias.

Es obvio, a nadie le gusta salirse de su comodidad o de su zona de confort, por gusto. Se requiere de una gran visión y un alto sentido de responsabilidad para emprender una reforma necesaria en una situación cómoda o estable. Es tomar la medicina amarga para curar la enfermedad.

Los cambios obedecen a la necesidad. Cambiamos cuando se da una crisis que afecta nuestra forma de vida. La inteligencia de los seres humanos debe ayudar a reformar antes de que se afecte nuestro estilo de vida, ante el miedo o la previsión de un riesgo o una amenaza real.

Claramente nos mueve una crisis real o la expectativa o posibilidad de una crisis real.

Lo obvio es moverse en medio de la crisis. Nadie se queda cantando en medio del fuego. Pero lo inteligente, lo superior, es tener la capacidad de prever el incendio.

Lo más difícil es adelantarse a una crisis. Actuar antes de la crisis. Ser capaces de conjurar los malos tiempos y prever las malas rachas o los días difíciles.

No cabe duda que lo más complejo en los procesos de cambio es construir un sentido de urgencia adelantado. Adelantarse al incendio. Imaginar el incendio. Los previsores en política y en economía, como le pasaba a Casandra, son escuchados pero no atendidos. Son los pesimistas. Los aguafiestas. Los incómodos, que, en medio de los buenos tiempos, o los no tan malos, alertan que es necesario tomar decisiones, tener precauciones o hacer ajustes.

Claramente hacer cambios políticos y económicos en medio de una crisis no tiene mucho chiste. Los consensos se construyen de inmediato. Todas las fuerzas políticas se alinean en unos días. Es obvio. Cuando el barco se hunde ante la vista de todos, las reformas necesarias caen por su propio peso, y se construyen acuerdos con mayor facilidad. Lo lamentable es que se emprenden reformas que se hacen con prisa, de menor calidad, más radicales y generalmente cuando ya se pagaron muchos de los costos y se vivieron buena parte de los efectos de una crisis.

Lo civilizado, lo moderno, lo inteligente, lo sensato, lo razonable es, o sería, hacer las reformas con la colaboración del tiempo, cuando se empiezan a vislumbrar los efectos, en ese momento álgido de la euforia, en que son más anticlimáticas quizá, cuando son incómodas, pero cuando son más necesarias, cuando se evitan los daños, cuando las reformas no se vuelven urgentes y desesperadas.

La clave está en la capacidad de adelantarse. De ser valiente. De construir y convencer a todos del sentido de urgencia.

México es un país que necesita reformas muy profundas. De gran calado. Es un país que se ha atrasado y se atrasa todos los días en casi todo. Un país sin duda con gran potencial económico y de desarrollo, muy mal administrado, mal gestionado, que no hace lo que tiene que hacer, que no decide, que por distintas razones, posterga todos los días una agenda de grandes reformas necesarias, que lo mantienen atorado, anclado en el pasado y que impiden su despegue.

México lleva tres lustros postergando reformas urgentes y necesarias. No pudo el PRI en el último tramo del gobierno y no ha podido el PAN en los 10 años que lleva la alternancia. Y la agenda crece y crece. No solo eso, se complica todos los días.

Siempre hay algo que ha salvado a México de las crisis. Pero parece que se acaba la buena suerte. Se van acabando los paliativos, las redes de protección, las fugas que siempre rescataron a México en los momentos más difíciles. Hoy es inevitable. Urgen reformas estructurales que le den la vuelta a la forma en que se hacen muchas cosas en México.

El Presidente Felipe Calderón y la clase política en su conjunto, no han tenido el liderazgo, el talento y la capacidad para construir el sentido de urgencia necesario para impulsar reformas. La necesidad de reformar hoy para una crisis que está cantada, en muchos temas, a la vuelta de una década.

La diferencia entre reformas mediocres, moderadas, en el margen y las reformas de fondo, importantes y estructurales que el país necesita es un asunto de vida o muerte, es la diferencia que habrá entre la viabilidad o la inviabilidad de México.

El Presidente Calderón, después de su derrota electoral de 2009, que muchos consideramos como una forma de rechazo o castigo a su gestión, entendió que no perdía nada si relanzaba su gobierno, con una agenda de reformas impopulares, difíciles, pero necesarias, y las presentó como un gran decálogo.

Desafortunadamente ante la ligereza del discurso y la necesidad de presentar resultados, Calderón ha tratado de satisfacer esa agenda simplemente lanzando iniciativas al Congreso, en todos los temas pendientes, sin consenso, sin agenda, sin acuerdos y sin operación.

Pareciera que solo pretende dejar testimonio de su visión de país. Ese es el México que le hubiera gustado si hubiera podido impulsar un verdadero proyecto de país. Pero en mi opinión esa no es la forma de hacer las cosas.

Necesitamos en la Presidencia a un líder, a un realizador. A un hacedor. Las iniciativas testimoniales son altamente contraproducentes, perjudiciales, dañinas y hasta cierto punto irresponsables. De manera clara, porque lastiman sobre todo el sentido de urgencia de cada una de las reformas que de verdad necesita el país.

La facultad constitucional de iniciar leyes por parte del Ejecutivo Federal tiene un sentido político. Es donde el Presidente arriesga su capital político. Es el tema en el que el Presidente da la batalla hasta el final. Es una facultad que busca darle la mayor relevancia a un tema y pretende crear las condiciones, el momentum, para dar una dura batalla política. Operar y convencer. Busca usar el liderazgo del Jefe de Estado, cuando se tiene, frente al Congreso, y atraer el interés y la fuerza de la ciudadanía y de la opinión pública.

Calderón hoy no la tiene más difícil con el Congreso, que en su momento, presidentes como Johnson, Clinton u Obama en Estados Unidos, o como el propio Zedillo en México. Calderón tiene en el Senado una mayoría que no ha sabido usar. Hay que cabildear y trabajar con el Congreso. Pagar todos los costos. Asumir las consecuencias. Dar una a una las batallas. Sí es posible convencer y construir acuerdos, eso es precisamente la política.

La solución al final no está como algunos la buscan en construir mayorías artificiales en el Congreso, para suplir la falta de trabajo u oficio político. Esa no es la ruta. No debemos extrañar el autoritarismo del pasado para gobernar al México democrático del presente.

La estrategia de iniciativas testimoniales terminará por construir una Presidencia testimonial. Es muy mala idea. México necesita reformas urgentes y profundas que son impopulares. Es necesario, como decía el Presidente europeo Herman Van Rompuy, tener líderes políticos que sean valientes. Se requiere liderazgo para convencer y construir el sentido de urgencia de las reformas. Si no se logra hoy por la buena, tarde o temprano, el sentido de urgencia lo construirá la realidad, desgraciadamente...por la mala.

Sabino Bastidas Colinas es analista político.

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