Los iraquíes acuden a las urnas a pesar de las bombas de Al Qaeda
Los numerosos atentados, que han dejado 38 muertos, no han desanimado a los millones de votantes en las elecciones legislativas de Irak
Firas se despertó con la explosión de un obús de mortero. "Las esquirlas han impactado contra el muro del jardín", relata dando a entender lo cerca que había caído. Sin embargo, ni este residente de Al Dora, en el sur de Bagdad, ni millones de iraquíes, se han dejado intimidar por las andanadas de morteros y las bombas que han dejado 38 muertos y un centenar de heridos en todo el país. Aunque todavía no hay datos de participación, Al Qaeda y los insurgentes fracasaron en su propósito de arruinar la jornada electoral.
"Hoy ha sido un día de victoria sobre los asesinos que no quieren la democracia", ha resumido el primer ministro, Nuri al Maliki, en un mensaje televisado al país. Tanto el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, como la alta representante de la Unión Europea, Catherine Ashton, felicitaron a los iraquíes por haber desafiado a la violencia y haber acudido a las urnas "en un número significativo". "Su participación demuestra que han elegido dar forma a su futuro por la vía política", dijo Obama.
Además, la minoría suní no boicoteó los comicios como ocurriera en las primeras elecciones parlamentarias en diciembre de 2005. Queda por ver si sus votos van a ser suficientes para dar una opción de Gobierno a la coalición no confesional de Iyad Allawi, el principal rival político de Al Maliki.
Seguridad, puestos de trabajo, un programa de viviendas sociales y buenas relaciones con los países vecinos. En Karrada, Ciudad Sáder o Adhamiya, todos los iraquíes entrevistados a pie de urna coincidían en que ésas son las prioridades que debe abordar el nuevo Gobierno. Y fueran chiíes o suníes rechazaban el sectarismo. Ahora bien, a la hora de elegir el mejor candidato, la mayoría de los chiíes se inclinaba por el actual primer ministro, Nuri al Maliki, en tanto que los suníes apostaban por Iyad Allawi, cuyo bloque es el único de peso verdaderamente intercomunitario.
"He votado al Estado de la Ley de Al Maliki porque es imparcial y trabaja para todos los iraquíes sin sectarismos", asegura Yafar Namaa Yafar, un pequeño empresario jubilado, a la salida de la Escuela Mohamed Baqr al Hakim de Yadriya, un barrio de clase media acomodada de Bagdad.
Es mediodía y la asistencia a las urnas empieza animarse tras haberse visto afectada por los ataques que han despertado la ciudad. A pesar de las enormes medidas de seguridad, decenas de proyectiles han caído en torno a la hora de apertura de los colegios electorales, a las siete de la mañana, en diversos barrios de la capital iraquí. En el incidente más grave, 25 personas han resultado muertas cuando una explosión ha destruido un edificio de tres plantas en el barrio de Ur, al noreste de la ciudad y otras 4 en un incidente similar en el suroeste.
Aunque los 38 muertos en todo el país no quedan lejos de los 44 de las primeras elecciones parlamentarias en diciembre de 2005, esta vez no se produjeron atentados suicidas. "La insurgencia no ha logrado descarrilar el proceso", resume el embajador español en Irak, Francisco Elías de Tejada.
"Hasta ahora no hemos tenido el nivel de participación que anticipábamos debido a los ataques y también a la eliminación de candidatos por la Comisión de Desbaazificación", interpretaba el responsable del colegio electoral de Yadriya, Raed Hadschi. Él mismo ha sufrido la caída de un obús en el jardín de su casa, apenas a 400 metros de la escuela. "Ha sido a las siete de la mañana, pero yo estaba aquí desde las seis y mi familia que dormía ha salido ilesa; sólo hemos perdido el coche y los cristales de las ventanas", contaba mientras atendía las consultas de quienes no encontraban sus nombres en las listas.
Irak no ha llevado a cabo un censo fiable de población desde 1950. Por ello, tras la ocupación de 2003, se han usado como registro electoral los listados del sistema de racionamiento del régimen de Saddam. Los nombres de los electores se exponían a la entrada de cada uno de los 50.000 colegios electorales. "Este año contamos con un teléfono de urgencia y si alguien no aparece en la lista, puede hacer la reclamación al instante", explicaba Hadschi.
Otros problemas resultan más complicados de resolver. A Hasan le pilló fuera de casa el toque de queda que se impuso a las diez de la noche del día anterior. "He dormido en el coche y como estoy lejos de mi domicilio en Bab el Sharyi, quería saber si puedo votar aquí", expone. Pero la ley es clara y Hadschi no puede hacer una excepción. Poco después, sin embargo, Hasan ha podido desplazarse al colegio electoral que le correspondía. Una vez superado el susto que los terroristas causaron a primera hora y tal vez para animar la participación, las autoridades levantaron parcialmente el toque de queda.
A las dos de la tarde, en Ciudad Sáder, los chavales ya estaban desmontando los carteles electorales para hacerse con los marcos de metal que luego venderan a un chatarrero. Pero a pesar de las abayas negras con que se cubren las mujeres, esta barriada pobre y chií ofrecía el mismo espíritu festivo que la acomodada Karrada.
"Me siento como si hubiera renacido", declaraba Nayat Halat, de 39 años, frente a la Escuela Wadi al Salam. Esta funcionaria del Ministerio de Minas e Industrias también votó a Al Maliki, como todos los funcionarios, o familiares de funcionarios, entrevistados. En el feudo de los sadristas, los seguidores del clérigo radical Múqtada al Sáder, había que insistir mucho para encontrar a votantes de la Alianza Nacional Iraquí (el bloque que los engloba) como Um Saiyaz, ama de casa de 41 años, o Hurriya Salem, maestra de 39.
Curiosamente, la misma justificación que daban los partidarios de Al Maliki se repitía en el otro extremo de la ciudad, en el barrio suní de Adhamiya, para votar a Allawi, el rival laico del primer ministro. "Tiene la capacidad de mejorar la seguridad y de unir a la gente", declaraba Zubaida Saleh, de 60 años y que en 2005 votó por un partido suní. Igual opinaba Nadia Abbas, una oficinista de 29 años que en aquella ocasión boicoteó las elecciones como la mayor parte de su comunidad. Ahora ha sido distinto y las noticias llegadas de las regiones suníes también hablan de una buena participación.
"Queremos un cambio", justificaba Ali Ahmed Jalil, un estudiante universitario de 29 años, poco antes del cierre de los colegios electorales a las cinco de la tarde. Esta vez no hubo extensión, pero quienes hacían cola fueron autorizados a depositar su voto. A las diez de la noche (las 20.00 hora peninsular española), se ha restablecido el toque de queda para garantizar el traslado seguro del material de voto a la sede de la Comisión Electoral.
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