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El regreso de qué PRI

Si quieren volver a gobernar México, los 'priistas' habrán de dejar la ambigüedad

Los priistas están eufóricos con la posibilidad de regresar a Los Pinos, residencia presidencial mexicana. Si por ellos fuera le quitaban dos años al calendario para llegar directo al 2012. El peligro es que la euforia de verse ya sentados en la silla presidencial los lleve a un inmovilismo que se traduzca en una piedra más a la ya de por sí desesperante parálisis de México. Están muy lejos las elecciones y faltan muchos eventos políticos por suceder, así que los números pueden cambiar, como cambiaron hace tres o seis años. Pero partiendo de la hipótesis de que hoy por hoy el resultado más probable en una elección presidencial es que gane el Partido Revolucionario Institucional (PRI), la pregunta es qué PRI es el que va a regresar y para qué.

El reto del PRI no es sencillo. No puede echar por la borda una larga historia que es al mismo tiempo su mayor activo y su mayor lastre. Esto lo ha llevado a una continua contradicción entre lo que dice ser y lo que es, y entre lo que es y lo que quiere ser. ¿Es el PRI el partido liberal, heredero de la tradición decimonónica que enfrentó al poder de la Iglesia católica para construir en el siglo XX un estado laico, o es el conservador que vota leyes antiaborto?; ¿es el PRI el instituto político modernizador o es el representante de las viejas conquistas obreras y campesinas?

Cualquier priista que se precie de serlo tendrá que contestar a todo que sí, que el PRI es modernizador y representante del pasado, garante del Estado laico y amigo de la Iglesia, entre muchos otros atributos históricos o de coyuntura. El problema de esta indefinición es que condena al país a seguir patinando en los mismos lodos en los que estamos estancados desde los 90.

No se puede ser liberal y votar, en la mayoría de los Estados, leyes de protección a la vida desde su concepción, porque en esos lugares hay más conservadores que liberales. De qué sirve incluir el concepto de Estado laico en la Constitución si en la práctica se hacen leyes con visiones religiosas. Lo mismo sucede con la ley laboral. El discurso encendido de la líder nacional priista Beatriz Paredes contra una posible reforma laboral no fue sino un espaldarazo a un sistema sindical corrupto e ineficiente, que mantiene prebendas absurdas de los sindicatos, sobre todo los de Gobierno y al mismo tiempo es incapaz de parar el crecimiento de la externalización de servicios de las empresas. Otra vez el PRI queda atrapado entre el viejo discurso y su necesidad de representar estructuras anquilosadas que son parte de su esencia, y las necesidades de generar andamiajes modernos para el país.

Esta ambigüedad del PRI es lo que le ha permitido ser sumamente exitoso en las elecciones locales, pero lo que le puede costar caro en las elecciones federales. Hoy el PRI no tiene claro qué de su pasado, que no sean los atavismos o estructuras de poder, tiene sentido para el futuro del país.

Los priistas se dicen listos para regresar a Los Pinos, para lo que no parecen estar listos es para ofrecer una visión de futuro en un México que lo que necesita son definiciones.

**Diego Petersen Farah es analista político

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