Obama con sordina
La cúpula china actual ha aprendido las lecciones de 1989. Cualquier paso que pudiera dirigirse hacia la liberalización del régimen es reprimido y cualquier evento en el que la palabra pudiera desbordarse es cuidadosamente evitado y en el peor de los casos orquestado bajo su poderosa sordina. A pesar de todo, los mandarines chinos no han podido impedir que Obama dijera en su viaje a Shanghai y Pekín lo que piensa sobre los derechos humanos, la libertad de expresión o el Tibet, ni que sus palabras se colaran en los medios oficiales y llegaran al gran público. Nada que ver, sin embargo, con los grandes discursos que Obama viene pronunciando sobre los temas más candentes del mundo actual. Un régimen totalitario no admite que nadie le dé lecciones. Pero tampoco lo admite una superpotencia. En el diálogo con Pekín, la voz del elocuente presidente norteamericano suena con sordina.
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