La reina y el emperador
No se puede llegar tan lejos, en un territorio político densamente poblado y con tantas figuras de relieve, sin mucha inteligencia y modestia. El sigilo y la humildad son herramientas imprescindibles. Y también lo es una virtud difícil como saber suscitar el desprecio de los otros. Es el complejo de Claudio, el emperador al que todos tomaban por incapaz y con el que nadie contaba para suceder a Calígula, tan magistralmente retratado por Robert Graves. Toda la carrera de Merkel confirma que hasta 2005, año en que consigue la Cancillería, responde a la figura del candidato menospreciado; pero incluso después, hasta ahora mismo, le persiguen las reminiscencias de Claudio, cuando muchos ponen en duda su contrato de coalición y su nuevo Gobierno. Esos nueve votos que le han faltado en la votación de investidura en el Bundestag se deben al complejo de Claudio, que lo sufren los otros, pero aprovecha a quien es el objeto de la mirada menospreciativa. Lo mejor que le puede suceder es que no ceje este desprecio que la propulsa.
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