La conversión del cardenal Obando y Bravo
El arzobispo de Managua ficha por el Gobierno de Ortega, su otrora enemigo
Una llamada telefónica del Vaticano apartó del poder de la Iglesia Católica al cardenal de Nicaragua Miguel Obando y Bravo. El 1 de abril de 2005 a las 3.30, el cardenal Giovanni Battista le anunciaba, desde Roma, que un agonizante Juan Pablo II había aceptado su renuncia como jefe de la Archidiócesis de Managua, la principal del país centroamericano. Obando, como estipula el Código de Derecho Canónico, había puesto a orden del Pontífice su renuncia, pero el anuncio de que éste la aceptaba era un duro golpe para el hasta entonces hombre fuerte del catolicismo nicaragüense.
El primer apoyo público que recibió Obando fue de parte del entonces político de la oposición Daniel Ortega Saavedra, convertido hoy en presidente de Nicaragua. Ortega no sólo ofreció respaldo a Obando, sino que lo convirtió en uno de sus principales aliados y consejero espiritual. Obando ya había ofrecido en 2004 una misa durante la celebración del 25 aniversario de la revolución que derrocó la dinastía de los Somoza en 1979. Y Ortega le había perdido perdón públicamente por los "errores del pasado". Ahora, Miguel Obando y Bravo ha sido fichado por el Gobierno de Daniel Ortega como dirigente de la Comisión de Paz y Reconciliación, cuyas funciones en este país nadie comprende dos décadas después de la guerra civil que vivió Nicaragua.
Para los analistas es un raro encuentro entre dos personajes antaño antagónicos. En los ochenta, el Gobierno revolucionario acusó a Obando de ser "archienemigo de la revolución". En realidad, el cardenal era un fiero opositor de Ortega en aquella época. En Nicaragua se le acusa de mediar con Estados Unidos para obtener ayuda a favor de la Contra, el movimiento guerrillero que recibía financiación de la Administración de Ronald Reagan.
El antagonismo con el presidente nicaragüense se mantuvo entre 1990 y 2000, cuando en las homilías dominicales Obando hacía uso de supuestos pasajes bíblicos que comparaban a Ortega con serpientes, en mensajes subliminales cuyo fin era que el electorado católico votara en contra del ex guerrillero, tal y como ocurrió en las elecciones de 1996 y 2001. Por eso, la alianza entre ambos personajes cogió por sorpresa a Nicaragua.
El ex arzobispo de Managua selló la alianza entre el comandante Ortega y su compañera Rosario Murillo al unirles en matrimonio el 3 de septiembre de 2005. "Con esa alianza el Gobierno quiere elevarle el ego a Obando", explica la analista María López Vigil. "Obando es una persona que va en picado, una persona muy mediocre en su formación y muy vanidoso. Es un camaleón político", agrega. "Obando es un político hábil", dice, por su parte, la teóloga Michele Najlis. "Todas las movidas que ha hecho son a medida de sus intereses", afirma. "Ahora tiene un cargo, se sigue hablando de él, sigue estando en la palestra", indica.
No es la primera vez que Obando se relaciona estrechamente con el poder político. El cardenal había estado involucrado en escándalos de corrupción durante la Administración del ex presidente Arnoldo Alemán, condenado a 20 años de cárcel por fraude al Estado y liberado recientemente de esa condena en un cuestionado fallo judicial. Durante la legislatura de Alemán, la Universidad Católica, que dirige Obando, fue beneficiada con millones de córdobas en pagos de becas por parte del Estado. Algunos obispos cercanos a Obando ocuparon cargos públicos en empresas estatales y la Pastoral Social de la Archidiócesis de Managua (conocida como Coprosa) recibió una frecuencia de radio e introducía en el país camionetas de lujo exentas de impuestos.
Tras estas maniobras estaba Roberto Rivas, el protegido del cardenal, como se conoció más tarde. Rivas es hijo de Josefa Rivas, la eterna asistente de Obando, y es presidente del Consejo Supremo Electoral por recomendación del cardenal. Además, se le ha señalado como el instigador del supuesto fraude electoral denunciado en los comicios municipales de noviembre de 2008.
"Obando se vio obligado a coquetear con Ortega por la corrupción de Rivas, especie de hijo adoptivo del Cardenal. Rivas tiene techo de vidrio. Hizo millones de dólares de forma ilícita. Puso al cardenal en posición incómoda", afirma Humberto Belli, ex ministro de Educación, miembro del Opus Dei y uno de los principales opositores del cardenal. Obando le acusa de haber intercedido en el Vaticano para que lo destituyeran como arzobispo de Managua.
Precisamente han sido las alianzas políticas del cardenal y su coqueteo con el poder lo que le ha convertido en un personaje poco popular entre los nicaragüenses, que según las encuestas reprueban la alianza entre Obando y el Ejecutivo de Ortega. Los sondeos muestran que más del 70% de la población no apoya esa relación. El cardenal parece haberse quedado solo ya que la jerarquía de la Iglesia católica nicaragüense se distancia de su otrora líder. "El cardenal tiene muy poco peso dentro de la Iglesia y entre el pueblo, que repudia el coqueteo con el sandinismo. Además, ya no es arzobispo, es una figura del pasado. Pesa muy poco su palabra", afirma Belli.
Obando, sin embargo, se mantiene firme en su alianza con Ortega a pesar de las críticas. El 26 de octubre de 2006 esa amistad influyó para que los diputados del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), un partido que se proclama progresista, votaran por una polémica reforma del Código Penal que castiga con penas de cuatro a ocho años de prisión la realización de abortos terapéuticos.
Y tras las denuncias de fraude en las municipales de noviembre, el cardenal se quedó callado. Por esos hechos, muchas personas en Nicaragua le han perdido el respeto. "El gran capital moral que tenía se le ha visto afectado por su cercanía a Alemán y a Ortega. Él hubiera tenido un cierre glorioso si se hubiera mantenido neutral", afirma el ex ministro Belli.
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