Dinastías y cambios de época
Fin de época en Japón. Cincuenta años de hegemonía del mismo partido tocan a su fin. Habrá cambios profundos en la política exterior japonesa. La victoria de Hatoyama puede ser el equivalente de la unificación alemana. Ya era hora de que los japoneses echaran a andar solos y organizaran sus relaciones internacionales en función de su lugar en el mundo y de sus intereses y no de la larga y pesada sombra de su derrota. Es un elemento más en la nueva organización multipolar del planeta que permitirá a Tokio tomar distancias de Washington y, atención, también de Israel. Japón será a partir de ahora más asiático y menos ‘occidental’. Tiene toda su lógica, aunque comportará nuevas exigencias para todos.
Las elecciones alemanas del 27 de septiembre no serán tan aburridas como se preveía. La personalidad de Angela Merkel, el mejor motor diesel de la política europea de los últimos años, permitía pensar que todo estaba trazado y jugado en el pizarrín. Y no lo está, como han demostrado los resultados de las elecciones este domingo en tres länder (Turingia, Sajonia y Sarre). Nadie pone en duda que la gran coalición conservadora CDU-CSU seguirá siendo la primera fuerza. Y tendría que producirse un terremoto para que no fuera la señora Merkel la encargada de ocupar la cancillería. Pero la situación está tan abierta ahora mismo que no se pueden descartar ni siquiera fórmulas originales y totalmente nuevas de coalición: por ejemplo, la derecha con Los Verdes. También pudiera ser que las urnas forzarán una repetición de la gran coalición, aunque Merkel quiera regresar al viejo tandem derechista entre conservadoras y liberales, cuya sola mención es una de las banderas para convocar votos izquierdistas. El mapa se va modificando en Alemania en detrimento de los dos grandes partidos hacia un sistema de cinco formaciones, en el que habrá tres pequeñas fuerzas preparadas para entrar en coaliciones. Algo de cambio de época hay también en esta lenta evolución.
La muerte de Edward Kennedy sí ha recibido todos los honores del cambio de época. En el despliegue necrológico y en los fastos de Estado que han rodeado su sepelio. El más polémico de los cuatro hermanos destinados a las más altas misiones ha sido el único que ha fallecido en la cama, como un patriarca, rodeado de los suyos y reconocido, al menos en parte, incluso por sus adversarios. El mayor Joe, murió como ya no mueren los hijos de los patricios norteamericanos, peleando contra los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Los otros dos, abatidos por las balas en una época devastadora. El superviviente no pudo alcanzar ni siquiera la candidatura demócrata pero su paso por el Senado, durante 47 años, ha marcado la historia de Estados Unidos. Fue el mayor líder progre en una época reaccionaria, y desaparece cuando sus sucesores políticos todavía le necesitaban para rematar el cambio de era con una reforma de la sanidad cada vez más difícil.
En los cambios de época no todo es ruptura. Al contrario: en muchos casos necesitan la continuidad que proporcionan las dinastías. Hatoyama pertenece a una vieja dinastía con un siglo de vida política a sus espaldas. La política dinástica alemana se ejerce a través de los dos grandes partidos populares que se turnan desde la fundación de la República Federal a pesar de su desgaste. Lo mismo sucede en Estados Unidos, donde además cuentan, como en Japón, esos clanes familiares que hacen de cantera y de hilos rojos, cuyos cabos deben pillar quienes quieran hacerse con la herencia. Termina este agosto sin grandes convulsiones pero con el aliento de una época que declina. Es posible quedar al margen durante este mes vacacional, pero hay que levantar también acta del movimiento de tramoyas que nos llevan a los nuevos escenarios.
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