La libertad
No puede ser un juego de suma cero. Una cantidad tasada que habrá que repartir entre todos. Una esencia que se diluye en la complejidad del mundo global al igual que se concentró en los momentos mitificados de la historia. Así concebida, sería el don de unos pocos y el castigo para los más. La guerra fría así la distribuyó en Europa. Estados Unidos así lo hizo entre sus aliados: nosotros, en la península ibérica, estábamos entonces entre los desfavorecidos.
La libertad debe ser sinérgica. Debe crecer a medida que aumenta el número de quienes la gozan. Como el aire, el agua, el pan y la justicia. Lo contrario induce a la indignación y a la revuelta. Ese joven negro que habita en la mayor mansión de Washington constituye la mejor prueba de que en su país así puede funcionar la economía de la libertad, en constante crecimiento.
Las tecnologías de la información y de la comunicación abren ahora nuevas brechas para la expansión de la libertad. La palabra está más cerca de la gente. Las voces se multiplican. Los filtros y censuras se debilitan, y no siempre para bien: pero la libertad tiene también precio y su expansión acarrea más riesgos.
El mayor e inadmisible, que la expansión la convierta en una libertad gaseosa, inane; que los viejos sistemade los que dispone el ciudadano para controlar a los gobiernos, las instituciones y los poderes económicos pierdan toda su eficacia o desaparezcan; que vuelvan los tiempos en que la opinión se dictaba desde la verticalidad del poder y del dinero. Putin y Berlusconi son quienes imparten estas lecciones, que se aprenden con rapidez en todas partes.
Para saber más sobre el estado de la libertad de prensa en el mundo, basta con seguir algunos portales de ong’s imprescindibles. Freedom House y Reporteros sin Fronteras, por ejemplo. Mañana se celebra el día dedicado a conmemorarla y vigilarla, y con tal motivo conoceremos más datos y valoraciones respecto a esa libertad tan mal repartida y para muchos tan escasa.
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