"¿Chávez? ¡Hasta el dosmilsiempre!"
El presidente de Venezuela vota rodeado de una multitud que le aclama
Daniel tiene el meñique izquierdo teñido de tinta violeta, señal de que ya ha votado. No es necesario preguntarle si sí o si no. A Daniel Arévalo, de 46 años, no le falta un detalle: gorra roja con la estrella de cinco puntas, camiseta roja con el rostro del presidente Hugo Chávez y una cazadora negra -pero con letras rojas- en la que se puede leer: "Comando de apoyo a la revolución bolivariana". Daniel es uno de los cientos de partidarios del actual presidente de Venezuela que patrullan las calles -en coche, en moto o a pie- buscando votantes a los que acarrear a los colegios de votación. Ahora aguarda, como cientos de partidarios, a que el comandante de la revolución se acerque a su colegio electoral, en el barrio del 23 de Enero:
-¿Por qué es necesario que Chávez siga gobernando Venezuela?
-Porque antes este país era un trozo de tierra con gente dentro. Y ahora tenemos un proyecto, un lugar en el mundo.
-¿Hasta cuándo debería seguir en el poder?
-¿Chávez? ¡Hasta el dosmilsiempre...!
La jornada se desarrolla con normalidad en Venezuela. Las calles del centro de Caracas aparecen tranquilas. Según las primeras impresiones, la afluencia de electores en las cercanías de los colegios electorales es menor que en anteriores convocatorias. Las autoridades lo atribuyen a dos motivos. Por un lado, la jornada se ha ampliado en dos horas -de cuatro a seis de la tarde- y, por otro, el proceso de votación es más rápido. Tan rápido -o tan mal explicado- que al parecer se están produciendo numerosos votos nulos.
El proceso es aparentemente sencillo. El votante llega al colegio. Se identifica. Coloca los dos pulgares en una maquina que capta las huellas. Una vez plenamente identificado, recibe una papeleta que le da derecho a votar. Se coloca entonces ante una máquina, en la que aparece la pregunta, una pregunta infinita -¿Aprueba usted la enmienda de los artículos 160, 162, 174, 192 y 230 de la Constitución de la República tramitada por la Asamblea Nacional que amplía los derechos políticos del pueblo con el fin de permitir que cualquier ciudadano o ciudadana, en ejercicio de un cargo de elección popular, pueda ser sujeto de postulación como candidato o candidata para el mismo cargo por el tiempo establecido constitucionalmente dependiendo su posible elección exclusivamente del voto popular?- que en realidad se resume en una cuestión muy sencilla: ¿Es partidario de introducir una enmienda en la Constitución para que Chávez se presente cuantas veces quiera? Es entonces cuando el votante tiene ante sí la posibilidad de pulsar el botón del sí o del no. Una vez pulsada la opción correspondiente, cada ciudadano tiene que esperar a que la máquina imprima una papeleta que luego ha de ser depositada, como prueba, en una urna. Y es entonces, con la papeleta en la mano, cuando el elector tiene que volver a pulsar un botón de confirmación. Pero si el elector, preso de la prisa o del nerviosismo, pulsa el botón dos veces sin esperar a que la papeleta se imprima, el voto es nulo. Y eso es lo que al parecer está pasando con frecuencia durante la jornada matinal.
Para cuando Chávez llega al colegio del barrio 23 de Enero, minutos después de la una de la tarde -cinco horas y media más en España-, ya hace varias horas que los vecinos y los periodistas lo están esperando. El comandante llega acompañado de su familia, saludando a todos, demorándose en la conversación con unos y con otros. Dice que el proceso de votación, que los electores apenas necesitan unos minutos para ejercer su derecho, "que también es un deber". Pero él, en cambio, deja que transcurra una hora desde que entra hasta que sale del colegio. Además de saludar a todo el mundo, se coloca ante un micrófono y responde a las preguntas de la prensa. Habla -cómo no- de Bolívar, al que cita de carrerilla y sin mirar un papel, y vuelve la vista al pasado para hablar de aquellos tiempos en los que en Venezuela "había una fulana democracia en la que se arrojaban gente desde los helicópteros". El presidente dice que tiene que tener cuidado con sus palabras, pero sus palabras -como casi siempre- van tirando de él hasta poner a caer de un burro a los que le antecedieron el poder. Chávez, unos segundos después de votar, no pide ni el sí ni el no, pero habla del pasado, ese fantasma que tanto le ayuda en jornadas como la de hoy.
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