McCain: luchar hasta la victoria final
El 12 de diciembre de 2006 John McCain envió una carta a George W. Bush en la que le aconsejaba enviar 20.000 soldados más a Irak para "ganar la guerra". El veterano de guerra y senador había mostrado su desencanto al presidente por la gestión del conflicto, donde según su visión nunca hubo suficientes tropas para controlar el país después de una victoria militar inicial. McCain era partidario de la Doctrina Powell, extraída de su experiencia en Vietnam y edificada sobre un principio fundamental: cuando se decide entrar en un conflicto bélico, hay que hacerlo con una fuerza aplastante y devastadora para acabar lo antes posible. No fue así, y Estados Unidos sigue enredado en Irak, con unos 4.000 soldados estadounidenses muertos y la amenaza talibán todavía presente, pero McCain tiene clara su postura: nunca hay retirada sin victoria.
La carrera política de McCain nunca ha partido de una Doctrina Powell hasta en estas últimas elecciones primarias, donde se impuso contra todo pronóstico, con fuerza y rapidez, a nombres importantes en el Partido Republicano como Mike Huckabee, Rudy Guliani y Mitt Romney. Su modesta candidatura terminó por confirmarse como la única y ha llenado el vacío de liderazgo entre los republicanos. También ha servido para constatar una realidad: John McCain, el viejo y respetado senador, que ha luchado cada año político de su carrera, resurge tras su humillante derrota en las primarias republicanas de 2000 contra Bush y su travesía solitaria en el partido.
Como candidato más anciano que aspira a la Casa Blanca, este político de 72 años, nacido en el Canal de Panamá, se reconoce como un héroe de guerra cuya vida ha estado marcada por las Fuerzas Armadas. De abuelo y padre militares, McCain casi no tuvo otra opción más que dedicarse al Ejército. Se graduó en la Escuela Naval de EE UU, fue aviador, piloto de cazabombarderos desde portaviones y sirvió en Vietman. Allí, en el norte del país, durante una misión, fue capturado y torturado hasta el punto de arrastrar una lesión que desde entonces le impide mover plenamente los hombros.
Esta historia de heroísmo como prisionero de guerra en Vietnam le ha dado un especial prestigio en los círculos de Washington. Desde hace años, es uno de los políticos más populares del país gracias a una biografía marcada por las cicatrices bélicas y un carácter a prueba de bombas. Tras retirarse como capitán de la Armada, pasó a ser miembro de la Cámara de Representantes en 1982. Cuatro años después, ocupó una silla en el Senado de EE UU. Pese al traje y la corbata, no varió su condición aguerrida y constante, propia de un soldado que se desenvuelve en un campo de combate.
Considerado por sus propios colegas políticos como un hombre agresivo, brusco y temperamental, pero que siempre sabe lo que quiere y cómo lo quiere, aunque nada tenga que ver con la línea del partido, muchos se preguntan: ¿qué clase de republicano es McCain? El senador de Arizona es representante de algunos viejos valores del partido, como el patriotismo y la seguridad nacional, pero sobre todo es un maverick, que se distancia bastante del cuño de neocon de la mayoría de los políticos que han recorrido los pasillos de la Casa Blanca con la Administración Bush. Más que un conservador al uso es un pragmático atrevido e independiente. En la última década, formó parte de algunas cruzadas demócratas en el Congreso, como la reforma de la financiación de campañas políticas o la reforma de inmigración junto con Ted Kennedy. También votó a favor de prohibir la tortura militar y ha asegurado que si llega a la presidencia cerrará Guantánamo.
Pero desde que está al frente del partido se ha puesto como objetivo seducir a las bases conservadoras. Superar ese estrecho con su propio electorado puede ser clave para hacerse con la presidencia. Para ello, ha seleccionado como número dos a Sarah Palin, ultraconservadora y populista, y ha empezado a mostrar un perfil más duro. Siempre con la premisa de ganar, aunque haya que estar 100 años en Irak como él mismo dijo. Pero a diferencia del pasado, el viejo gladiador de McCain ha aprendido a medir cada batalla, porque sabe que podría ser la última.
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