Turcos que van, europeos que vuelven
El islamismo político turco va cuando la derecha cristiana europea vuelve. ¿A dónde va Erdogan y su partido? Yo tengo pocas dudas, hacia Europa y hacia un modelo moderno y democrático que haga compatible el islam con el estado laico y termine de una vez con la tutela militar sobre la sociedad turca. La derecha cristiana europea y norteamericana está de vuelta de todo esto, y mientras el Partido de la Justicia y del Desarrollo está arrastrando en la buena dirección a todo un amplio sector muy conservador de la sociedad turca, en Europa y en América vemos el proceso contrario y cómo hay formaciones políticas e instituciones que arrastran a sus bases sociales en una dirección involutiva en cuanto a libertades individuales e incluso a Estado de derecho. Todos se parecen, pues se trata de partidos que no quieren que la religión se refugie en al esfera privada y que responden a la globalización y a la crisis del estado-nación con una reacción identitaria y de regreso a la tradición. Pero los hermanos Kascinski, la conferencia episcopal española, Benedicto XVI, o el propio Bush y sus cristianos renacidos reman en la dirección contraria a Erdogan.
La derecha cristiana europea tiene serias dificultades para juzgar al islamismo político de forma con frialdad, sin observarlo como una competencia e incluso un modelo de emulación. Los debates sobre las raíces cristianas de Europa y su inclusión en el Tratado Constitucional o el ingreso de Turquía en Europa tienen su piedra de toque en esta actitud de rivalidad entre dos territorios ideológicos muy parecidos. Realmente sería muy negativo que la convergencia entre islam y democracia se cobrara el precio de un alejamiento entre derecha cristiana y Europa, pues a fin de cuentas la democracia cristiana europea, como la socialdemocracia, son parte de la matriz sobre la que se ha formado la UE.
La clave del asunto creo que será la actitud que se adopte ante Turquía en el futuro más próximo, después de que Erdogan ha manifestado claramente su ambición de seguir la negociación de ingreso. El problema, según mi parecer, se llama Sarkozy, que ha dictado su ‘no’ a Turquía por razones de oportunismo, pero de un oportunismo muy de fondo: barrunto que ha sido parte de su alquimia para resolver la división de Francia entre partidarios y detractores de la Constitución europea; le sirve como exutorio de la tensión alrededor de la inmigración y de la diversidad cultural; y es una forma de marcar un liderazgo francés fuerte en un tema dictado por las encuestas.
La actitud de la UE ante Turquía tendrá en todo caso una extraordinaria repercusión en todo el mundo musulmán. El mensaje emitido hasta ahora desde el llamado Occidente es que preferimos un islam atrasado y sometido, guardado incluso por dictaduras policiales y militares. Europeos y norteamericanos no conseguimos despegarnos de la idea de que lo que nos gusta es entendernos con jeques multimillonarios o dictadores corruptos, con Gaddafi sin ir más lejos. Y que cuando cometemos la veleidad de permitirles la celebración de elecciones democráticas, como se hizo con los palestinos, luego no nos gustan los resultados.
Éste será un gran tema de reflexión para los próximos meses, en el que habrá que ver la evolución de las cosas en Turquía y el conjunto del mundo islámico, con sus grandes focos de tensión en Palestina, Irak, Afganistán y de forma creciente Pakistán, donde los militares son la última trinchera ante un islam político muy radical e incluso directamente terrorista: nada que ver por tanto con el de Turquía o quizás incluso su contramodelo. Sobre esta cuestión en concreto podéis leer la columna de hoy, titulada ‘Hablando con el enemigo’.
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