Lula da marcha atrás y deja en manos del Ejército la gestión de la crisis aérea
El mandatario brasileño deja en vía muerta la desmilitarización de los controladores
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha dado marcha atrás en sólo 48 horas y ha vuelto a colocar en manos del Ejército el espinoso problema de los controladores de vuelo, que el viernes pasado realizaron una huelga de hambre y de celo que paralizó 80% de los aeropuertos del país. El presidente ha aparcado su promesa de desmilitarizar el sector y ha dado vía libre a la fiscalía militar para que procese a los cabecillas de la huelga.
En el primer momento de la huelga de controladores, el 90% de los cuales son militares, Lula impidió que 18 de ellos, considerados los cabecillas del motín, fueran encarcelados. El presidente justificó su decisión por el hecho de que no había con quién reemplazarlos y el país podía caer en un caos generalizado.La Fuerza Aérea se sintió desautorizada, al igual que el resto del ejército, que considera grave no poder castigar un acto de desobediencia militar.
Lula ya había anunciado un encuentro con los representantes sindicales de los controladores de vuelo, así como la firma de un decreto ley para desmilitarizar el sector. Ante el plante de los militares, en lugar de recibir a los huelguistas, Lula se reunió con los representantes de las tres fuerzas del Ejército y, tras escucharles, dio marcha atrás, aplazó sine die el decreto ley, dio vía libre a la Fiscalía General Militar para que pueda procesar y encarcelar a los huelguistas ?pueden llegar a ser expulsados del Ejército? y dejó todo de nuevo en manos de la Fuerza Aérea, que salió victoriosa del lance.
Miedo a los militares
El presidente confesó ayer a uno de sus asesores que estaba pasando la peor crisis de su Gobierno después de los escándalos de corrupción de 2005, que casi le costaron el cargo. Se había llegado a decir que Lula, imponiendo su afinidad sindicalista a los militares, había roto por primera vez el tabú del miedo a los militares en Brasil. Puede que el presidente lo creyese así en ese momento, pero la reacción de los militares fue tan fuerte que consideró más prudente volver atrás.
Ahora, los controladores vuelven a ser el problema. Afirman que se sienten traicionados, mientras Lula, por su parte, considera que él fue el traicionado. Ayer anunciaron que no harán huelga ni presiones durante estas vacaciones de Semana Santa, pero no aseguran que pasadas las fiestas no puedan volver al ataque, lo que preocupa al Gobierno. Los controladores consideran que la crisis no ha acabado y que queda pendiente la solución de los problemas que llevan denunciando desde hace seis meses: las excesivas horas de trabajo, la falta de instrumental actualizado y el escaso salario, considerado uno de los más bajos del mundo en su categoría, además de la demanda de pasar a depender de la autoridad civil.
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