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Reportaje:

La unión a la fuerza de Centroamérica

El camino hacia un posible acuerdo de asociación con la UE saca a la luz las dificultades y las ventajas de la integración económica de seis países del istmo

Ninguna autoridad comercial centroamericana podrá olvidar las noches en las que, en Washington, los delegados costarricenses se erguían en defensa de posiciones relacionadas con el sector agrícola y asumían el peso de la negociación del tratado de libre comercio (TLC) que Estados Unidos negociaba con cinco países de Centroamérica: Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala, los miembros del quinteto que Estados Unidos impuso como requisito para firmar un TLC con cada uno de ellos.

La mayor integración que se esperaba tras un tratado conjunto quedó reducida a normas que Estados Unidos fijó bilateralmente y con ciertas semejanzas para cada país con objeto de llegar a una integración aduanera.

Ahora, sin embargo, el reto es mayor. Centroamérica y la Unión Europea (UE) quieren alcanzar un acuerdo comercial. Y el anuncio de la apertura de negociaciones de este acuerdo sí exige a la flaca franja del centro del continente comportarse como un solo mercado de 40 millones de personas, y no como una serie de países medio conectados, con conflictos fronterizos y arbitrajes de meses para resolver, por ejemplo, si una marca de helados guatemalteca puede o no ser distribuida en Costa Rica.

"Todos los centroamericanos sabemos que tenemos que avanzar hacia una unión aduanera", sentenció el canciller costarricense, Bruno Stagno, en alusión a los cinco países más Panamá, invitado a las negociaciones con la UE.

Difícil reto

Esa integración aduanera se enfrenta al desafío de superar el 94% actual de armonización arancelaria y lograr acuerdos con cerca de 400 productos, algunos de los cuales despiertan apasionadas disputas entre los Gobiernos centroamericanos, expertos en facturar productos agrícolas y, más recientemente, tecnológicos.

La tarea incluye, por disposición de la UE, la creación de un mecanismo que haga de juez ante eventuales controversias una vez se aplique el tratado birregional. Esa instancia podría ser la actual Corte Centroamericana de Justicia (CCJ), de la que ni Guatemala ni Costa Rica forman parte.

"Centroamérica no está preparada realmente para negociar como región con otra región. Nosotros nunca hemos tenido esta experiencia", diagnosticó el vicepresidente de Guatemala, Eduardo Stein, tras una visita al mandatario costarricense, Óscar Arias, como parte de las conversaciones para acelerar el proceso integrador.

Así, ninguna autoridad en Centroamérica se atrevería a decir cuándo podrá un vino de Burdeos, un queso manchego o un inversor alemán ser recibido en las mismas condiciones tanto en Tegucigalpa como en Managua, en San Salvador o en Panamá, y moverse tan fácilmente como un quintal de café salvadoreño viaja de Valencia a Londres.

Costa Rica, la menos pobre del istmo, es también la que más reparos plantea a la integración aduanera, en especial relacionados con los plazos. "El cronograma establecido es demasiado corto. Muchas cosas se deben consultar con la sociedad civil, cámaras empresariales, agencias aduanales... Hay que hacerlo con la mayor transparencia, y eso requiere de un tiempo", agregó Stagno.

Los plazos fijados en abril pasado en la cumbre del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), en Panamá, están ahora bajo la presión de un pronto inicio de negociaciones con la UE. En la agenda hay tareas tan básicas como agilizar el transporte terrestre por las aduanas de la región, donde 13 puntos fronterizos hacen que se ralentice el trabajo de un transportista que deba cruzar desde Costa Rica a Guatemala.

Herencia colonial

Aunque el lenguaje diplomático elude las discordias, los analistas admiten que la región padece diferencias y envidias arrastradas desde tiempos coloniales, cuando ya se hablaba de integración. "La consigna siempre ha sido ir solos cuando se puede y unidos cuando se necesita", según el politólogo Rodolfo Cerdas.

Esa necesidad llegó con el TLC estadounidense y el requisito de "un solo mercado" que fijó la UE para un negociar un acuerdo de asociación. En lugar de criterios políticos, son las razones económicas las que, según Cerdas, pueden propiciar el avance de una integración. "La pretensión de exportar y copiar el modelo europeo, en particular su Parlamento, chocó aquí con la realidad política del istmo y muy pronto acabó en un rotundo fracaso", agrega el profesor de la Universidad de Cambridge.

El Parlamento Común Centroamericano (Parlacen), formado por Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala, ha sido blanco de críticas por su poca utilidad, por dar inmunidad a políticos cuestionados y por beberse un presupuesto desproporcionado para el estándar centroamericano.

Las autoridades reconocen el interés europeo en fomentar instituciones que repliquen su modelo, incluida la CCJ, pero admiten que aquí las "sensibilidades" van más allá de los plazos: son diferencias de fondo.

La presión para iniciar cuanto antes las conversaciones con la UE, quizá este año, afloja sin embargo las posiciones. "Reformas institucionales" es una expresión común en las conversaciones centroamericanas y lo será más aún esta semana, en la cumbre de presidentes de los países miembros del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), que se celebrará en Panamá.

Temas como el pasaporte único suelen aparecer en boca de los integracionistas, pero están fuera de toda viabilidad política, al igual que una iniciativa para crear en Centroamérica un fondo común para el desarrollo de las zonas más pobres de la región.

Pero antes hay conflictos por resolver, como los derechos nicaragüenses y hondureños sobre el golfo de Fonseca, nicaragüenses y costarricenses sobre el fronterizo río San Juan e incluso recursos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por supuesta xenofobia en países vecinos.

George W. Bush estrecha la mano de su homólogo dominicano, Leonel Fernández, en presencia de los presidentes de Honduras, Ricardo Maduro (izquierda), y Guatemala, Óscar Berger, durante un acto de apoyo al TLC
George W. Bush estrecha la mano de su homólogo dominicano, Leonel Fernández, en presencia de los presidentes de Honduras, Ricardo Maduro (izquierda), y Guatemala, Óscar Berger, durante un acto de apoyo al TLCAP

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