Los campesinos de Brasil llevan la revolución a la ciudad
El Movimiento de los Sin Tierra se rebela contra el Gobierno de Lula y busca apoyo urbano a su revolución
El Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil, la mayor organización campesina de izquierdas de América Latina, se siente huérfano bajo el Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), que era su brazo político y hoy se enfrenta graves acusaciones de corrupción. Quizás para paliar su orfandad, el MST busca nuevos campos de acción. El coordinador del movimiento en São Paulo, João Paulo Rodrigues, ha anunciado, con motivo del II Foro Social Brasileño, que se está celebrando en la universidad pernambucana de Recife, que el MST necesita "unir el campo con la ciudad para poder hacer su revolución".
Rodrigues ha querido, sin embargo, puntualizar lo que para él significa "hacer la revolución". No se trata de usar las armas a favor de los campesinos ni de pedir para ello la ayuda del proletariado de la ciudad, sino de presionar a la población organizada para acabar con la desigualdad social uniendo para ello a campesinos, estudiantes, desempleados y personas sin techo, de un modo similar a Venezuela.
La finalidad política del MST, que se ha radicalizado particularmente en estos años de Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y ha llegado a invadir y destruir empresas destinadas a la investigación agrícola, es "luchar contra el agronegocio, contra los transgénicos y contra las acciones imperialistas de América Latina y protagonizar] un gran enfrentamiento con el capital financiero internacional". Y eso, afirman sus dirigentes, "no se puede hacer sin una unión fuerte entre el campo y la ciudad".
Lula se ve presionado continuamente para que condene los actos de vandalismo cometidos, según los detractores del movimiento, cada vez con mayor fuerza e indiscriminadamente por el MST. Pero el presidente necesita en este momento a los Sin Tierra para su posible reelección y para obtener los apoyos necesarios en la calle en caso de que la oposición pida su destitución. Por eso, ha sido benevolente con ellos. A sus activistas les ha dicho recientemente: "Aprovechen mi Gobierno para sus reivindicaciones".
En su primer discurso tras ser elegido presidente, Lula afirmó textualmente que, con él, "el MST no iba a necesitar ya invadir tierras, porque su Gobierno se las iba a dar". A pesar de ello —y porque, por un lado, el movimiento no se sintió tan bien tratado económicamente como esperaba del primer Gobierno de izquierdas del pais y, por otro, porque quiso aprovechar que dicho Gobierno no iba a criminalizarle—, ha cuadruplicado las invasiones tanto a tierras improductivas como productivas, con acciones violentas incluso contra edificios públicos.
El problema de hacer cumplir la ley contra las consideradas acciones de vandalismo y de violencia física perpetradas por el movimiento es que el MST nunca ha querido tener entidad jurídica y a los jueces les resulta prácticamente imposible juzgar y castigar a grupos enteros, a veces compuestos por más de 200 familias juntas que saquean propiedades.
La clase media y el mundo intelectual, que hasta hace unos años sentían un gran aprecio por el mayor movimiento social campesino de toda América Latina, empiezan a estar preocupados, sobre todo con la perspectiva de que puedan empezar a actuar en los grandes centros urbanos poniendo en pie de guerra a las favelas, ya en la línea de fuego. Uno de los mayores líderes del movimiento, José Rainha Junior, que ya ha estado varias veces en la cárcel, acumula 17 procesos penales.
El MST realizó 103 invasiones en el último año del Gobierno de Fernando Henrique Cardoso y sólo en el primer trimestre de este año, 107. Ahora, la idea consiste en promover un gran movimiento estudiantil que se una al campesino para poder movilizar la calle y llevar a Brasilia a una multitud de al menos un millón de personas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.