Bautismo de masas en San Pedro
Más de 500.000 personas asisten a la misa de entronización de Benedicto XVI en el Vaticano
Benedicto, Benedicto! Cinco días después de su elección, los seguidores del nuevo Papa aun no han encontrado un slogan convincente para saludarlo. Ni "Benedicto" ni "Dieciseis" parecen palabras de rima fácil en cualquier idioma que se considere, así que los fieles se limitan a repetir su nombre entre salvas de aplausos. Esta mañana, más de 500.000 de ellos se han dado cita en la plaza de San Pedro del Vaticano para darle la bienvenida y, en justa reciprocidad, el nuevo Pontífice se ha dado su bautismo de masas con una vuelta en papamóvil descubierto por la plaza que ha provocado el delirio entre los asistentes.
El prometido baño de multitudes se ha quedado en un chapuzón, un recorrido de menos de un kilómetro por el interior de la plaza. Durante apenas minutos se ha visto a Joseph Ratzinger saludar a derecha y a izquierda con su tímida sonrisa, pero el gesto ha bastado para matizar la imagen excesivamente fría que transmite el Pontífice. El paseo ha sido el colofón de una ceremonia solemne pero alejada del fasto con el que se entronizaban los Papas hasta hace 40 anos, cuando Pablo VI decidió vender la tiara -la lujosa corona que simbolizaba su triple poder- y repartió el dinero entre los pobres.
Roma, como durante los funerales de Juan Pablo II, se ha convertido para la ocasión en una caja fuerte. En los días del cónclave era notable la presencia policial, pero no había mayores controles para acceder por ejemplo a San Pedro, pero hoy la asistencia de 36 jefes de Estado y de Gobierno ha forzado el blindaje de las inmediaciones de la plaza. Durante 24 horas los helicópteros han sobrevolado el cielo de la ciudad y otra vez el paso de las delegaciones ha provocado cortes de tráfico, aunque en este caso sólo en la zona más próxima al Vaticano.
La estricta seguridad no ha restado espontaneidad al evento. La plaza se ha vuelto a ver invadida por católicos de los cinco continentes, que han adornado la ceremonia con pancartas alusivas al nuevo Pontífice y banderas de todos los países y de bastantes naciones sin Estado. Más de 30 veces han interrumpido los asistentes con aplausos la homilía del nuevo Pontífice, tan opuesto por cierto a estas muestras de espontaneidad durante la misa. Las mayores ovaciones se las ha ganado Benedicto XVI cuando ha nombrado la palabra mágica: "Jóvenes".
Desaparecidos los pequeños clubes de fans hispanoamericanos que vinieron a apoyar a sus candidatos, en la mestiza plaza de San Pedro de los últimos días los europeos han ganado peso. En especial los alemanes, que en número de más de cien mil han acudido a dar la bienvenida su paisano. Muchos de ellos se han acercado a Roma en un viaje relámpago que comenzó anoche y concluye hoy mismo, bien avituallados con fiambres y galletas de las que han dado buena cuenta en plena plaza al concluir la misa.
Gerhard, un profesor de la localidad de Pentling, en Baviera, cuenta emocionado que el actual Pontífice vivió durante 30 anos en su pueblo, a donde regresa en agosto de todos los años, y que ha bendecido todos los coches de bomberos de la localidad. Bajo las columnas de la plaza, un grupo de iraquíes caldeos que almuerzan junto a la bandera de su país y ofrecen dolbas (especie de pastel de arroz y carne) a quienes les saludan concentran las miradas de los mas curiosos. ¿Es Irak un país peligroso para los cristianos? Annan, uno de los integrantes del grupo, sonríe tristemente: "Es peligroso para todos. Espero que este nuevo Papa contribuya a arreglar el problema".
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