El Gobierno iraquí cifra en 3.000 los muertos en atentados terroristas desde el final de la guerra

Apenas unos días hace que Estados Unidos tembló conmovido ante la magnitud de su tragedia personal, al alcanzar los soldados muertos en Irak desde el inicio de la guerra allá en marzo del año pasado la cifra de un millar. Hoy el presidente iraquí, Iyad Alaui, ha desvelado otra pieza de este rompecabezas: los atentados terroristas —es de suponer que contados desde la caída del régimen de Sadam Husein, en abril de 2003— han dejado 3.000 "mártires" muertos y más de 12.000 heridos.

Alaui pronunciaba esas palabras en Basora cuando aún atronaba en las calles de Bagdad el eco de las aspas del helicóptero estadounidense que esta mañana abrió fuego a discreción contra una multitud de iraquíes que se arremolinaban en torno a un vehículo militar atacado por insurgentes y en llamas. Al menos 13 personas murieron en este ataque y otras 13 resultaron heridas. La explicación aportada por el Pentágono es que el aparato disparó para proteger a los cuatro soldados que, heridos de levedad, trataban de abandonar los restos de su vehículo, y para destruirlo luego por completo para "evitar que hiriese a los iraquíes".

Otros nueve iraquíes habían perdido la vida antes a causa del lanzamiento de morteros por parte de la insurgencia en los alrededores de la Zona Verde, el complejo oficial en el que, bajo leoninas medidas de seguridad, trabaja el Gobierno provisional y los diplomáticos de otros países, y tiene su sede la delegación estadounidense.

Además, otros diez iraquíes han muerto en una incursión de tanques y helicópteros estadounidenses en la ciudad de Ramadi, atacada apenas unos días después de admitir Washington que la había abandonado a manos de la insurgencia.

Por otra parte, seis personas murieron en la región de Bagdad en cuatro ataques con coche bomba; tres soldados polacos perdieron la vida en Hilla por disparos de lanzacohetes y ametralladoras, y otros tres guardias nacionales iraquíes fallecieron en la misma ciudad al estallar una bomba al paso de su patrulla.