La primera guerra del Golfo

La crisis producida en el Golfo Pérsico como consecuencia de la invasión de Kuwait por Irak se prolongó durante siete meses, de los que seis semanas fueron de conflicto armado.

El 2 de agosto comenzaron las operaciones y el 8 concluyeron. Aparte de la diferencia de efectivos, el iraquí era un ejército experimentado como consecuencia de la guerra con Irán y abundantemente armado.

Washington decidió intervenir ante la constatación de dos hechos. Por un lado, después de la invasión de Kuwait, Irak controlaba nada menos que el 20% de los recursos mundiales de petróleo y, por ello, constituía un peligro para todos, no sólo para los norteamericanos.

Los Estados Unidos se comportaron como una especie de gendarme del orden mundial, no limitándose a una intervención unilateral, sino que lograron el apoyo de la ONU y la colaboración de una amplia coalición de naciones.

Mientras tanto, Sadam Hussein, como su prioridad absoluta era la conservación de su poder, resguardó sus mejores tropas para mantener el control interno de su país e hizo varios gestos que querían parecer tentativas de salida pacífica.

La operación llevada a cabo designada con el nombre de 'Tormenta del Desierto' consistió en dos fases sucesivas. La primera de bombardeos aéreos, a partir de enero de 1991, y una posterior ofensiva terrestre, a partir del 24 de febrero.

Tras esta primera fase, destinada a la paralización de la capacidad de respuesta, los bombardeos prosiguieron sobre las propias fuerzas militares. Hubo una ofensiva iraquí al final de enero, pero sin grandes repercusiones.

Se impuso la absoluta superioridad de la técnica: en 100 horas los aliados habían conquistado el 15% del territorio iraquí y de las 43 divisiones adversarias sólo quedaron 7 en condiciones de operar.

Los muertos aliados fueron menos de 500; los datos del adversario resultan muy difíciles de precisar, pero deben ser medidos en decenas de millares.

El resultado de la guerra supuso la liberación de Kuwait, pero no la caída de Sadam cuyo país fue condenado por la ONU a pagar los gastos de la guerra y a eliminar sus armas de destrucción masiva.