El Papa comienza su visita a Canadá con tres días de descanso
Juan Pablo II afirma que los jóvenes son el futuro de un mundo muchas veces sin paz y justicia
El papa Juan Pablo II afirmó ayer nada más llegar a Toronto que los jóvenes representan el futuro del mundo, aunque lleven en sí las marcas de una humanidad que demasiadas veces no conoce la justicia y la paz. El Pontífice, de 82 años, que sorprendió a todo el mundo al bajar las escalerillas del avión por su propio pie demostrando una vez más que siempre que se reúne con los jóvenes también se vuelve joven, agregó que demasiadas vidas comienzan y terminan sin alegría y esperanza.
"Y esta es una de las razones principales de la Jornada Mundial de la Juventud. Los jóvenes se unen para comprometerse con la fuerza que le da la fe en Jesús en servir a la gran causa de la paz y de la solidaridad humana", aseguró el Obispo de Roma, que, debido a los esfuerzos realizados bajando la escalerilla, tras un viaje de algo más de nueve horas y con un horario cambiado, mostraba ya aspecto cansado. El Papa Wojtyla subrayó que en un mundo de grandes tensiones éticas y sociales y donde se llega a confundir el objetivo mismo de la vida es necesario impulsar los derechos humanos y la dignidad de las personas.
Muy contento por estar en Toronto, donde le esperan unos 300.000 muchachos de 173 países para celebrar la XVII Jornada Mundial de la Juventud, volvió a defender los valores espirituales y trascendentales del cristianismo, que agregó que está en la base de la sociedad canadiense. Ya que este año, debido al encuentro con los jóvenes, el viaje a Guatemala y México y la visita a mediados de agosto a Polonia, no puede disfrutar de las habituales vacaciones en los Alpes Italianos, Juan Pablo II descansará casi tres días en la isla de la Fresa, en el lago Simcoe, a unos 90 kilómetros de Toronto.
En la isla de la Fresa se dedicará a la lectura y el rezo. La isla se alza en el lago Simcoe, cerca del lago Ontario, propiedad de la Congregación de los Padres Basilianos, que la utilizan como residencia privada para el verano. Aunque allí no verá las cimas alpinas italianas del Mont Blanc o del Monte Rosa ni el Parque Nacional del Gran Paraíso, sí escuchará el canto de los pájaros y podrá navegar en un barquito o pasear en un coche por el lugar, de 17 hectáreas. Los jóvenes también acuden a confesarse con un millar de sacerdotes, que lo harán, sobre todo en inglés, francés y español.
Isla de la Fresa
Durante su estancia en la isla de la Fresa, almorzará con catorce jóvenes representantes de todos los continentes. El séquito que le acompañará en la isla es muy reducido y del mismo formará parte su médico personal, Renato Buzzonetti; el cardiólogo Patrizio Polisca y la monja polaca sor Tobiana, que le cuida en el apartamento pontificio. El jueves será recibido oficialmente por los jóvenes en una plaza del centro de la ciudad, que se ha convertido en la capital mundial de una juventud a la que el Papa ha pedido que evite la mediocridad y el conformismo, tan difundidos en la sociedad actual y que no se resignen a las modas pasajeras y a los proyectos insignificantes.
La jornada Mundial de la Juventud comenzó en 1984, cuando tras concluir el Año Santo de la Redención Juan Pablo II entregó una gran cruz de madera a los jóvenes invitándoles a llevarla por todo el mundo y a propagar el Evangelio. La cruz es una sencilla madera de 3,80 metros, mientras que los brazos miden 1,75 centímetros. Pesa 31 kilos y ha sido llevada por casi todos los rincones de la tierra. Desde aquel año, las jornadas se celebraron en Roma (1985), Buenos Aires (1987), Santiago de Compostela (España), en 1989; Czestochowa (Polonia), en 1991; Denver (Estados Unidos), 1993; Manila, en 1995, París en 1997 y de nuevo Roma con motivo del Jubileo 2000.
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