De cachorro del 'thatcherismo' a liberal con inquietudes sociales
El candidato a liderar el Partido Conservador ha dejado atrás sus inicios en la política a la sombra de la 'Dama de Hierro' para reinvertarse como defensor de posturas de centro
Las casas de apuestas británicas consideran a Portillo, de 48 años, el favorito en la batalla por el liderazgo tory desde que el pasado viernes William Hague anunció su dimisión ante el desastre del partido en las elecciones del día 7.
Pero este político carismático y ambicioso, hijo de un republicano español huido del régimen franquista, lleva desde hace mucho tiempo el sello de líder del partido al que se unió en 1976.
"Esperamos grandes cosas de ti", ya le dijo Margaret Thatcher en los años ochenta, cuando el joven Michael Denzel, elegido diputado por primera vez en 1984, despuntaba como un prometedor cachorro tory criado a la imagen y semejanza de la Dama de Hierro.
Pese a estar considerado el delfín de la primera ministra, su simpatía personal y su indudable habilidad política le permitieron seguir en primera línea tras la caída de Thatcher en 1990 y ocupar puestos de responsabilidad en el Gobierno de John Major.
Es un político carismático y ambicioso, hijo de un republicano español huido del régimen franquista
Su simpatía personal y su indudable habilidad política le permitieron seguir en primera línea tras la caída de Thatcher en 1990
Perdió su escaño en las elecciones de 1997, lo que le impidió en esa ocasión presentarse al liderazgo 'tory' tras la dimisión de John Major
Casado desde 1982 con Carolyn y sin hijos, en 1992 se convertía en secretario de Estado para el Tesoro, de donde pasaría a las carteras de Empleo y de Defensa.
La debilidad del Gobierno de Major en los últimos años ya hizo desatar los rumores acerca de las aspiraciones de Portillo a convertirse en el líder del partido. Pero las conjeturas nunca llegaron a materializarse.
Entonces, Portillo estaba considerado poco más o menos el líder del ala derechista del partido, con una posición decididamente euroescéptica y en contra del gasto público.
Llegaron las elecciones del 1 de mayo de 1997. Los laboristas obtenían los mejores resultados de su historia, al lograr 418 escaños.
Los conservadores debían conformarse con sólo 165 diputados. Y entre ellos no estaba Portillo.
Fue la gran sorpresa de la noche, y una de las imágenes que han quedado en la historia reciente del país: Stephen Twigg, un joven laborista perfectamente desconocido, no puede ocultar su sonrisa al hacerse contra todo pronóstico con el escaño por Enfield y Southgate, el distrito electoral de toda la vida de Portillo. A su lado, el ex ministro de Defensa intenta poner cara de póquer.
Major anunció su dimisión como líder conservador al día siguiente. Sin duda, Portillo hubiera presentado su candidatura y seguramente habría ganado. Pero los estatutos del partido sólo aceptan aspirantes con escaño.
El ex ministro de Defensa ha hablado de esa época como su travesía del desierto particular. Admite que el rechazo demostrado por los electores le ha convertido en un político "más humilde, más preocupado por la gente".
Aunque alejado de la alta política, se las arregló de modo que los electores no le olvidasen. El antiguo Portillo prepotente aparecía en programas de televisión relajado, sonriente y armado de una buena dosis de sentido del humor.
Aceptó un gran riesgo político al admitir entonces -antes de su derrota hubiera sido impensable- escarceos homosexuales en sus tiempos de universidad.
Ganó la apuesta. En 1999 se presentó de nuevo, en una elección parcial, como candidato conservador por la circunscripción londinense de Kensington y Chelsea. Fue elegido por amplia mayoría.
Hague le integró casi inmediatamente en su equipo, como portavoz de Economía. En este cargo terminó de redondear su nueva imagen liberal, al aceptar sin objeciones los aumentos laboristas de las partidas para los servicios públicos.
Desde su vuelta al Parlamento han sido constantes los rumores sobre su posible desafío al liderazgo de Hague.
Portillo siempre reiteró su lealtad, si bien durante la campaña electoral encontró métodos para distanciarse sutilmente de las propuestas del líder, que él consideraba demasiado derechistas para atraer a un electorado británico firmemente anclado en el centro.
Ahora tendrá que aplicar su capacidad camaleónica para encabezar un partido dividido y desmoralizado tras la nueva derrota electoral.
Es, según la prensa británica, "el trabajo más difícil del país".
Pero Portillo cree que los tories volverán a repetirle el viejo mensaje: "esperamos grandes cosas de ti".
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