Una larga y tensa operación policial
Tras más de 24 horas de resistencia en su casa de Belgrado, el ex dictador yugoslavo, Slobodan Milosevic, se entregaba a la Justicia hacia las 4.40 de la madrugada y era trasladado a la prisión de Belgrado. Ahora tendrá que hacer frente a las acusaciones de abuso de poder realizadas por la Fiscalía, la Policía y la Hacienda de su país.
Los acontecimientos ocurridos hasta ese momento empezaron en la noche del viernes cuando Yugoslavia se acercaba al final del ultimátum impuesto por EE UU. Este país había amenazado con imponer sanciones económicas y bloquear una ayuda de 100 millones de dólares (alrededor de 19.000 millones de pesetas) comprometidos con el gobierno de Kostunica, si Yugoslavia no cooperaba con el Tribunal Penal de La Haya que acusa a Milosevic de crímenes de guerra y contra la Humanidad.
La cuenta atrás comenzó entonces con la noticia de que Milosevic había sido trasladado al Palacio de Justicia de Belgrado mientras miles de simpatizantes del ex presidente se congregaban en las afueras de su residencia particular para demostrarle su apoyo. Al mismo tiempo numerosos coches de policía rodeaban el Palacio de Justicia donde se pensaba que estaba el ex presidente, atentos a las últimas noticias. Poco después, se hacía público que Milosevic estaba en su residencia "tomando tranquilamente un café con familiares y amigos", tal y como declaró personalmente a la emisora de radio local B92.
A partir de ese momento se dijo que éste permanecía en arresto domiciliario, supuestamente después de haber sido detenido e interrogado. Incluso se llegó a decir que las autoridades de Belgrado habían confirmado a Estados Unidos la detención del ex presidente. Era solo el comienzo de una larga noche de contradicciones y tensión que se agudizó cuando la policía antidisturbios intentó dispersar al centenar largo de personas que coreaban el nombre de su líder y le conminaban a no rendirse.
Los episodios de violencia empezaron a sucederse con la llegada de los antidisturbios, disparos al aire, un par de heridos y las noticias que llegaban del interior de la residencia del dictador y que aseguraban que un grupo del Ejército, leal a Milosevic, permanecía al lado de éste y evitaría que la policía entrara y lo detuviera a la fuerza. La operación para tomar la residencia a manos de la Policía fue en vano. Milosevic se negaba a recibir la orden judicial de arresto e interrogatorio donde se le acusa de supuesto abuso de poder y afirmaba que no se entregaría pacíficamente para lo cual estaba dispuesto a morir.
La tensión y la expectación se trasladó entonces al propio gobierno de la República. El presidente Vojislav Kostunica realizó unas declaraciones en las que señalaba claramente que "nadie es intocable" mientras el Ministerio de Interior serbio daba por hecho que el dictador sería detenido ese mismo día (sábado). Se dijo entonces que las cúpulas militar y políticas serbias y yugoslavas habían dado su consentimiento a la Policía para que procediera a la detención del ex presidente.
Mientras las acciones para detener a Milosevic se ponían en práctica, en el interior de la residencia, personas afines a Milosevic comenzaban a convencer al ex presidente para que se entregara y optara así por la vía pacífica. Parecía la opción más razonable frente a las amenazas de "arresto inminente" que llegaban constantemente desde el gobierno. Si la acción se demoró varias horas se debió a la insistencia de Kostunica de no intervenir hasta que no se tuviera la certeza de que, al hacerlo, no habría víctimas.
Cuando todo parecía apuntar a un nuevo recrudecimiento de la situación, tras recibir la noticia de que las negociaciones para lograr la rendición del dictador habían fracasado, el Ministerio del Interior confirmaba la entrega voluntaria de Milosevic a la Justicia y su ingreso en la cárcel. Se abre ahora un nuevo periodo en la historia de Yugoslavia.
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