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Cómo criticar a Netanyahu sin caer en el antisemitismo

El recurso del Gobierno israelí al histórico odio contra los judíos estrecha el margen para cuestionar la muerte de miles de civiles y niños en Gaza en respuesta al ataque de Hamás

Guerra Israel Gaza
Más de 100.000 personas se manifestaron contra el antisemitismo el pasado 26 de noviembre en Londres, Reino Unido.Steve Taylor (SOPA IMAGES / GETTY IMAGES )

La reunión entre Pedro Sánchez y Benjamín Netanyahu acaba de terminar. Es 23 de noviembre y el primer ministro israelí, con tono solemne, inicia su discurso. “Son genocidas”, dice sobre Hamás. “Luchan por eliminar el Estado judío. Está en sus principios: matar a todos los judíos”. Y después: “Hitler invadió Europa y cometió esos horrores (…) el Holocausto. Estos asesinos [Hamás] harían lo mismo”.

Escuchando a Netanyahu, se entiende mejor lo que su Ministerio de Exteriores difundió al día siguiente: el presidente español “apoya a los terroristas”. Es decir, que apoya a Hamás, cuyos miembros “harían lo mismo que Hitler”. Sánchez simpatiza con los que planean “matar a todos los judíos”. O sea, se le acusa de antisemitismo. O al menos de apoyar a los antisemitas.

La acusación se produjo después de que el presidente español condenara los ataques del 7 de octubre e invocara el derecho de Israel a defenderse, pero de acuerdo con el derecho internacional. Sánchez dijo que las miles de muertes de civiles por la respuesta militar en Gaza son “insoportables” e “inaceptables”. Lo mismo que sostienen la ONU y otras organizaciones sobre el terreno.

El antisemitismo (y su uso en política) ha vuelto con fuerza con la guerra. Los crímenes de odio —violencia contra judíos o ataques a sinagogas e instituciones de esa comunidad— se han multiplicado en Europa, donde hace 80 años los judíos fueron exterminados por millones. El miedo al fenómeno ha provocado la prohibición de manifestaciones contra el conflicto en Francia o Alemania ante el riesgo de que deriven en actos de odio.

¿Dónde está el límite entre el antisemitismo y el discurso legítimo? ¿Cómo protestar contra la actuación de Israel en Gaza sin caer en el odio ni la autocensura?

Para trazar la frontera hay que analizar el contexto. “El 7 de octubre fue traumático para los judíos”, explica David Feldman, director del Instituto Birkbeck para el Estudio del Antisemitismo de la Universidad de Londres. “Muchos sienten temor cuando ven manifestaciones de solidaridad con los palestinos. Se preguntan: ‘¿Condena esa gente lo del 7 de octubre?’. Los ataques de Hamás y los actos que se oponen a la respuesta militar han elevado su ansiedad. Pero algunos también se han unido a esas protestas”.

Alejandro Baer, exdirector del Centro de Estudios del Holocausto y el Genocidio de la Universidad de Minnesota e investigador del CSIC, asegura: “El 7 de octubre es un punto de inflexión. Nunca hubo tantas víctimas civiles en atentados o en las guerras que ha librado Israel”. Y añade: “Es la mayor matanza desde el Holocausto. La sensibilidad de los judíos no es solo por sus vínculos con Israel, también por los ataques de los que ven la acción de Hamás como un acto de ‘resistencia”.

Criticar a Israel no es necesariamente antisemita. En los últimos años ha habido dos acuerdos para explicar lo que sí lo es. Los 31 países de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, en sus siglas en inglés), entre ellos España e Israel, aprobaron en 2016 una definición: “El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a personas judías y no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares del culto”.

Pueden ser antisemitas, según IHRA, los ataques contra Israel “concebido como una colectividad judía”, aunque no las críticas similares a las dirigidas a cualquier otro país. Sí lo es “denegar a los judíos su derecho a la autodeterminación”. O pedir a ese Estado algo no exigido a ningún otro.

Feldman recuerda que desde hace 20 años hay un debate sobre si hay que distinguir entre antisionismo y antisemitismo. “Un efecto del ataque de Hamás y las manifestaciones que solo ven el sufrimiento palestino es que muchos líderes e instituciones judías entienden el antisionismo y la crítica firme a Israel como antisemitismo”. El sionismo es el movimiento político que busca desde el siglo XIX el establecimiento de un Estado judío y está en el germen de la fundación de Israel.

“Desde muchos sectores se escucha que no se debe confundir antisionismo con antisemitismo y, en teoría, se puede hacer esta distinción”, afirma Baer. “Pero en lo práctico, antisionismo y antisemitismo se solapan. Porque estar contra la existencia y seguridad de millones de judíos de Israel es una expresión de antisemitismo”.

Para aclarar la diferencia entre antisemitismo y antisionismo y superar la confusión de la definición de IHRA, Feldman y 300 especialistas en antisemitismo, judaísmo y Oriente Próximo de todo el mundo promovieron en 2019 la Declaración de Jerusalén.

Según la Declaración de Jerusalén, criticar a Israel “basándose en la evidencia” es legítimo. No es antisemita oponerse “a sus políticas y prácticas (…) como la conducta de Israel en Cisjordania y Gaza”. Tampoco “señalar una discriminación racial sistemática”. “Aunque sea polémico, no es antisemita en sí mismo comparar a Israel con otros casos históricos, incluido el colonialismo de colonos o el apartheid”.

Un caso similar al de Pedro Sánchez fue el del secretario general de la ONU, António Guterres, que, el 24 de octubre, durante una reunión del Consejo de Seguridad, tras condenar los ataques de Hamás y considerarlos injustificables, aseguró que “no venían de la nada”. El Gobierno de Netanyahu reclamó inmediatamente su dimisión.

Con la Declaración de Jerusalén en la mano, Feldman niega que la actitud del secretario general fuera antisemita al estar “basada en la evidencia”. “Guterres reconoció que las acciones de Hamás han sido ‘espantosas’, pero también dijo que incluso esas acciones tienen causas: en este caso 56 años de ocupación, desplazamiento y esperanzas políticas menguantes”.

Alejandro Baer objeta, por su parte: “Cuando las emociones están a flor de piel y dada la crueldad de la matanza de Hamás, hay que medir muy bien las palabras para no conferir legitimidad alguna al perpetrador”. “Sin duda es necesario conocer causas y efectos, pero al mencionar la ocupación, Guterres entró en un terreno muy resbaladizo que se brindaba a todo tipo de equívocos”, asegura.

Baer cree que el primer ministro israelí utiliza el antisemitismo como arma arrojadiza para desacreditar al adversario político. “Eso hace que el término haya perdido fuerza y, cuando hay antisemitismo explícito o indirecto, como el que estamos viendo en las manifestaciones propalestinas, no es reconocido como tal”.

Feldman reconoce que, aunque parte del antisionismo adopta una forma antisemita, también hay “una larga historia de Israel y sus partidarios presentando el antisionismo y muchas críticas a Israel como antisemitas” para deslegitimarlas.

¿Y las libertades de expresión y manifestación? ¿Dónde está el límite? El alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, ha condenado el auge de los actos antisemitas (e islamófobos), pero también ha pedido que no se restrinja el debate ni los comentarios políticos sobre el conflicto o los actos de solidaridad con Israel o Palestina.

El profesor británico recuerda que en el Reino Unido los actos antisemitas se dispararon desde el 7 de octubre. “Los gobiernos se enfrentan a la tarea de actuar contra el discurso del odio y preservar la libertad de expresión”, asegura. “Pero en algunos casos se reprime la expresión política legítima. En noviembre, la policía prohibió en Berlín más de la mitad de las 41 manifestaciones de solidaridad con Gaza que se habían convocado”.

Vuelta al 23 de noviembre. Tras la reunión con Sánchez, Netanyahu sigue hablando de la II Guerra Mundial. “Los aliados invadieron Normandía y vieron que el ejército alemán estaba en las ciudades”, dice el primer ministro. “¿Se preguntaron si no podían disparar porque había civiles? No. Intentaron lo que hacemos nosotros: minimizar el coste. Entonces marcharon sobre las ciudades de Francia y de Alemania. Y, desgraciadamente, hubo muchas, muchas, muchas bajas civiles”.

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