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Élisabeth Roudinesco, historiadora: “El sexo biológico existe. No responde a una elección”

La investigadora francesa, autora de una biografía de referencia sobre Sigmund Freud, publica nuevo libro. Cree que vivimos en la locura identitaria

Marc Bassets
La historiadora Élisabeth Roudinesco fotografiada el pasado martes.
La historiadora Élisabeth Roudinesco fotografiada el pasado martes.Manuel Braun

En el pequeño despacho de Élisabeth Roudinesco (París, 78 años), desbordante de libros y adornado con un pequeño diván, durante una conversación de más de dos horas el visitante se siente transportado al mundo de los grandes debates de ideas en Francia en los cafés y apartamentos como este en la rive gauche de París. La historiadora del psicoanálisis y autora de biografías de referencia de Sigmund Freud y Jacques Lacan habla, casi como si fuesen de la familia, de Sartre, Césaire, Fanon. A estos y otros autores los convoca en El yo soberano, ensayo que publica la editorial Debate y en el que aplica su bisturí intelectual a uno de los debates centrales de nuestro tiempo: el auge de las ideologías identitarias, a izquierda y derecha. Roudinesco busca el matiz, pero no rehúye el choque: “Lo valiente hoy es estar en una posición moderada, nuestra época está enloquecida”.

PREGUNTA. Habla en el libro de locura y neurosis identitaria. ¿En qué consiste?

RESPUESTA. Vivimos en una época de extremismos, en la que la búsqueda de las identidades ha ocupado el lugar de las rebeliones de antaño, que eran más sociales y emancipadoras. La locura identitaria es el repliegue total en una sola identidad, un repliegue en vez de una libertad.

P. ¿Por qué el repliegue?

R. En todas las reivindicaciones identitarias que yo critico está la idea de rechazar la biología. Si decimos que, desde el nacimiento, estamos asignados a una identidad de género que rechazamos, significa que negamos la existencia de la diferencia anatómico-biológica de los sexos. Uno no es esclavo cuando nace en un sexo u otro. Durante siglos se redujo al ser humano a su naturaleza biológica y ahora se le quiere encerrar en su construcción social. No. El ser humano es a la vez un sujeto biológico, un sujeto social, un sujeto psíquico.

P. ¿Habla de la cuestión trans? ¿O de la raza también?

R. Mire lo que sucede con las reivindicaciones identitarias negras. Hay una primera etapa que es la emancipación, la igualdad, ligada a una lucha social. Las razas no existen científicamente. Pero ahora se dice que las razas sí existen —porque hablar de personas racializadas es esto— y a mí me plantea un problema.

P. Las razas no existen, pero sí el racismo.

R. De acuerdo. Los racistas, que son de extrema derecha desde hace mucho tiempo, consideran que hay razas. ¡Pero no los progresistas!

P. Y usted considera que ahora la raza vuelve y es la izquierda la que la abandera.

R. ¿Acaso son de izquierdas? La extrema derecha es nacionalista y cree en la existencia real de las razas. La deriva identitaria del otro campo —yo diría de la ultraizquierda, pues para mí no es la izquierda— dice que los negros y las mujeres negras están explotados, pero ante esta explotación la posición es que debemos luchar en tanto que negros. ¿Y yo no tengo derecho a participar en un combate antirracista por ser blanca? Es lo que dicen ellos.

P. Hay una frase de los años setenta que vuelve en estos debates del siglo XXI. “¿Desde dónde hablas?”. Es decir, nuestro discurso viene condicionado por nuestra posición ideológica, social, biográfica… ¿Desde dónde habla usted?

R. Desde ningún lugar.

P. ¿Se puede hablar desde ningún lugar? Uno tiene una clase social, un origen, una educación.

R. Una vez me dijeron: “Usted es rumana. Y si no, ortodoxa”. Nací en París en 1944, mi padre abandonó Rumania 40 años antes. ¿Qué tengo de rumana?

P. En Francia le dirían: “Usted es parisiense, de la rive gauche

R. Los marxistas eran burgueses. Se encierra a alguien en su clase social, no se piensa en qué se ha convertido. Me sucede todo el tiempo porque vengo de la gran burguesía. Pero soy de izquierdas, de siempre. Y además mi padre, que era de derechas y gaullista, era un anticolonialista convencido.

P. ¿Son equivalentes los identitarios de derecha y de izquierda?

R. En absoluto. No hay simetría, aunque se alimentan unos de otros.

P. ¿Qué diferencia, entonces?

R. La extrema derecha es siempre igual, no hay deriva. Para ellos lo importante es la raíz, la raza, el territorio.

P. ¿Y en el caso de la izquierda?

R. Son derivas, es distinto. Se parte de algo positivo y se acaba negándolo.

P. ¿Cómo se llega a esta situación?

R. Empieza con el fin del comunismo. Se sabe en ese momento que el mayor movimiento de emancipación ha fracasado, se ha convertido en su contrario. Es normal, entonces, que demos un giro hacia nosotros mismos: ya no hay un destino colectivo de emancipación. Pero, aunque no seamos todos iguales, hay cosas comunes que definen a la humanidad y de las que no se puede escapar. Se es hombre o mujer. Después, con eso, hacemos algo. Pero la biología existe.

P. Las identidades de género son un tema central en el libro. ¿Ha seguido el debate sobre la ley trans en España?

R. Este país ha estado dominado durante tiempo por el franquismo y el catolicismo más reaccionario y ahora es el más abierto a todas las cuestiones de sociedad.

P. ¿Qué piensa de esta ley?

R. Puede ser corregida. Ha dividido a la izquierda, son cuestiones que no deben politizarse. Atañen al derecho y a la ciencia. Esta ley privilegia el deseo de personas que sufren. El sexo biológico existe y no responde ni a una demanda, ni a una voluntad de asignar, ni a una elección. No se puede ni anular el género en beneficio del sexo ni anular el sexo en nombre del género. Estamos hechos de varios componentes.

P. Como sabe, la ley permite el cambio de identidad en el registro civil, a partir de los 16 años por voluntad propia y entre los 14 y los 16 con la autorización de los padres, sin necesidad de tratamientos médicos.

R. No veo dónde está el fundamento jurídico, habrá que precisarlo. La transidentidad ha sido despsiquiatrizada para los adultos, pero las personas trans siguen medicalizadas durante toda la vida en los servicios de endocrinología. Por tanto, son tributarias de la medicina. Habrá tratamientos.

P. No tiene por qué.

R. ¿No? ¿Puede uno mantenerse biológicamente en un sexo y declarar que está en otro sin haber pasado por una cirugía de reasignación completa? No lo creo, a menos que creemos una tercera categoría: sexo neutro, que supone que se conserven los rasgos de los dos sexos. Crear esta categoría tendría un sentido, pero en el caso de la ley española es el propio sujeto quien decide ser del otro sexo. No veo aquí un fundamento jurídico. ¿Un día mujer, otro hombre, luego los dos? ¿Cuántas veces se puede cambiar? ¿Por qué tres y no diez? ¿En nombre de qué?

P. ¿Del derecho de la persona a definirse por sí misma?

R. De acuerdo. Pero si introducimos en la ley la autodeterminación de cada uno, entonces los criterios habituales del derecho quedan trastocados. Bastará con que alguien declare que le han violado para que se reciba su testimonio como verdadero. Ocurre que, en el derecho, hay que establecer las pruebas. Si no, es la dictadura. Con la autodeterminación, ¿qué prueba tengo de que una persona diga la verdad cuando se autodefine como mujer u hombre? El derecho no se funda sobre la demanda ilimitada, sino que se construye sobre los límites que hay que dar a las demandas y al deseo.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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