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Ensayos de persuasión
Columna
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Millonarios patrióticos

No son marxistas desclasados; quieren salvar al capitalismo de sus excesos extremos

Joaquín Estefanía
Empresas
Una valla publicitaria pide mayores impuestos para los ricos con una imagen del Jeff Bezos, en Washington (EE UU), mayo de 2021.Drew Angerer (Getty Images)

“Hoy, nosotros, los millonarios y multimillonarios que suscribimos esta misiva, pedimos a nuestros gobiernos que nos aumenten los impuestos. Inmediatamente. Sustancialmente. Permanentemente”. Poco después de que finalizase el confinamiento, en la primera parte de 2020, unos 90 seres afortunados con su riqueza hacían esta vehemente demanda a los políticos. Desde entonces poco se ha movido en el terreno impositivo; apenas un acuerdo de mínimos para establecer un tipo global del 15% en el impuesto sobre los beneficios empresariales, que todavía ha de entrar en vigor el año que viene.

Aquella epístola se caracterizaba por la angustiosa urgencia. Es oportuno reproducir alguno de sus párrafos sin glosa alguna: “No estamos conduciendo las ambulancias que llevan a los enfermos a los hospitales, ni re­abas­teciendo los estantes de los supermercados, ni haciendo delivery de comida de puerta en puerta (…). Pero sí tenemos dinero, mucho dinero, que ahora se necesita desesperadamente”. Aquellos superricos se denominaron a sí mismos millonarios patrióticos, y han reaparecido año y medio después —con una veintena de incorporaciones más al grupo— en el Foro de Davos, convocado bajo el lema políticamente correcto de “Accionistas por un mundo más cohesionado y sostenible”.

La mayor parte de esos millonarios son americanos: el 0,1% de los estado­unidenses más ricos controla hoy más dinero que en cualquier otro momento desde el año 1929. Y también ahora han utilizado el método de una carta abierta bajo el reiterado lema de “¡Cóbrennos impuestos a los ricos y háganlo ahora”. No son marxistas desclasados, sino gente que ha tenido mucho éxito en el sistema y quieren salvar al capitalismo de sus excesos más extremos. Sus demandas giran, en general, alrededor del incremento del impuesto del patrimonio, la revisión de los agujeros fiscales mediante los cuales se evaden legalmente los gravámenes, e incluso la demanda de aumentos de salario mínimo.

El temor de ser una extravagancia está sin duda presente en esta llamada desesperada a que les suban los impuestos. La principal crítica a Davos suele centrarse en la vaciedad de las palabras que allí se invocan, año tras año, y por el cinismo de muchos de sus intervinientes aparentemente más críticos. Los millonarios patrióticos cargan también contra algunos empresarios de moda como Elon Musk o Jeff Bezos, cuando opinan que la confianza no se construye en espacios cerrados a los que solo pueden acceder los más ricos y poderosos: “No está construida por viajeros espaciales multimillonarios que hacen una fortuna con una pandemia pero no pagan casi nada de impuestos”. Para esos millonarios el sistema fiscal internacional “ha sido diseñado deliberadamente para enriquecer aún más a los ricos”, y la pandemia de la covid-19 les ha servido para multiplicar su posición de poder: si bien el mundo ha pasado por una inmensa cantidad de sufrimientos en los últimos dos años, ellos han aumentado su riqueza, pero “pocos, si es que alguno, pueden decir honestamente que pagamos nuestra parte justa de impuestos”.

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Coincide este diagnóstico con el informe que ha presentado en Davos Oxfam Intermón, titulado Las desigualdades matan. Con esta frase, la desigualdad mata, inició el sociólogo sueco Göran Therborn su libro de referencia Los campos de exterminio de la desigualdad (Fondo de Cultura Económica). Según ese informe, durante la pandemia los 10 hombres más ricos del mundo duplicaron su fortuna personal, pasando de 700.000 a 1,5 billones de dólares (a un ritmo de 1.300 millones por día), mientras que en el otro extremo de la escala 160 millones de personas bajaron al nivel de pobreza (disponer de menos de 5,5 dólares al día) respecto al periodo anterior al coronavirus. Uno de los representantes de Oxfam resumió bien la coyuntura: está siendo una pandemia de lujo; mientras los bancos centrales y los gobiernos de los países ricos inyectaban billones de dólares para salvar la economía, una gran parte parece haber acabado en los bolsillos de los más ricos, que se han aprovechado del auge de los mercados bursátiles y de otros activos. El resultado, más riqueza para unos y más deuda pública para todos.

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