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Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Monica Lewinsky, del escarnio planetario a líder activista

La protagonista del escándalo con Bill Clinton coproduce un documental sobre inquisiciones populares. “Fui la paciente cero, aquella mujer que perdió su reputación a causa de internet”, ha declarado

Monica Lewinsky
Luis Grañena
Yolanda Monge

Andy Warhol, 1968: “En el futuro, todo el mundo será famoso durante 15 minutos”.

Banksy, 2012: “En el futuro, todo el mundo será anónimo durante 15 minutos”.

Con esas dos citas sobre dos universos completamente distintos de dos artistas plásticos, se inicia un documental sobre inquisiciones públicas y cancelaciones. El pasado vuelve a ser presente y la antigua letra escarlata ya no se cuelga alrededor del cuello de la persona de la que se quiere hacer escarnio público, sino que ha sido metamorfoseada por la tecnología. La humillación se libra hoy desde el anonimato que garantizan las redes sociales.

Coproducido por la que ya para siempre estará marcada como la exbecaria más famosa del planeta, Monica Lewinsky (San Francisco, 48 años), la plataforma HBO Max ha estrenado este mes de octubre un documental que analiza a fondo el profundo y oscuro mundo de la vergüenza pública y la cultura de la cancelación. En 15 Minutes of Shame (15 minutos de vergüenza) se examina el estado ruinoso —físico, mental y económico— en el que quedan personas que han sido avergonzadas públicamente y acosadas cibernéticamente.

“Imagine despertar un día con todo el mundo hablando de usted porque su secreto, aquel error que cometió, ahora se ha hecho público”, comienza hablando la voz en off de Lewinsky. “Créame: sé de lo que hablo. Yo fui la paciente cero, aquella mujer que perdió su reputación a causa de internet”, asegura. “Y no iba a ser la última”.

Tampoco fueron exactamente solo 15 minutos de vergüenza los que vivió Lewinsky. La activista sufrió diversos problemas de salud mental. Hasta tal punto que la investigación del escándalo que condujo al impeachment de Bill Clinton —y del que ella era protagonista en inferioridad de condiciones— le hizo coquetear con el suicidio. No veía salida. “Pensé que tal vez esa era la solución”, declaró en una entrevista para el podcast The Axe Files a principios de este mes de octubre. Lewinsky confesó abiertamente que llegó a preguntarse: “¿Qué pasaría si muriera?”.

La humillación pública no es cosa del pasado, aunque lo pareciera. No se quedó atrapada en otros tiempos de intolerancia y persecuciones morales e ideológicas. Más de dos décadas ya en el siglo XXI, el avergonzamiento público no ha cesado, pero en lugar de que sus ejecutores tengan cara, nombre y apellidos se hace a través del que se suponía el santo grial de la comunicación humana, internet. Todo ello protegido por la opaca manta del anonimato. La cultura de la humillación, la ignominia, ha alcanzado en la era de la Red niveles estratosféricos.

En 2014, Lewinsky decidió poner fin a un silencio que ella creía que la protegía de la vergüenza y dijo al mundo que era otra persona distinta a la jovencita de 22 años que cayó enamorada de su jefe. Con un ensayo titulado Vergüenza y supervivencia, publicado en la edición estadounidense de la revista Vanity Fair, Monica Lewinsky —que posee un título de Psicología Social por la London School of Economics— anunciaba su reinvención como adalid de la lucha contra el acoso y especialmente el ciberbullying. Seguía guardando un perfil bajo respecto a su vida privada, pero empezó a dejarse ver en charlas TED (conferencias internacionales con personalidades y expertos) y otros foros globales hablando con descarnada claridad contra el abuso. Había llegado la hora de dejar de encajar golpes, de soportar hirientes bromas y chistes de mal gusto.

Dice Monica Lewinsky en el nuevo documental de HBO Max que, en 1998, perdió su dignidad y su reputación. “Casi perdí también mi vida”. Cortesía del sitio Drudge Report, ella fue, quizá, la primera persona cuya humillación planetaria se produjo a través de internet.

La denuncia la hace al aire la mujer que ha sido etiquetada con todo tipo de insultos y bajezas. Su error no fue perdonado. Desde que en enero de 1998 se hizo pública su aventura sexual con el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton (que tenía 49 años en la época, frente a los 22 de ella), en la vida de Lewinsky no pasa un solo día sin que en las redes sociales, en un programa de televisión, en la prensa escrita…, exista una referencia a su caso, a “esa mujer”. Así la definió el 42º presidente de la nación cuando quiso poner distancia con la becaria de la Casa Blanca con la que inició una relación sexual en 1995, aunque el demócrata no considerara el sexo oral como relación sexual.

Apenas estrenando la veintena, Monica Lewinsky era “la puta de América”, la gorda lasciva, una apestada, una paria. Con el doble de edad que entonces, con la reivindicación que ha sentido como propia por parte del movimiento Me Too, Lewinsky ha estrenado como productora la tercera temporada de la multipremiada serie American Crime Story, que lleva el obvio título de Impeachment.

La serie mira aquel escándalo sexual-político-mediático desde los ojos de quien ahora ha pasado al haber de las víctimas. “Imagínese levantarse una mañana…”.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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