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ensayos de persuasión
Columna
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El Estado activo

El debate ya no es si lo público debe estar presente, sino dónde, cuándo y cuánto

Joaquín Estefanía
La secretaria del Tesoro de EE UU, Janet Yellen, con la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva
La secretaria del Tesoro de EE UU, Janet Yellen, con la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, en Washington, este 1 de julio.EVELYN HOCKSTEIN (Reuters)

Poco a poco ha vuelto entre nosotros la economía social de mercado. El calificativo “social” se ha incrustado de nuevo entre los dos conceptos después de varias décadas prácticamente desaparecido. Estaba demodé. La política que se aplica hoy en EE UU y muchos países europeos ha incorporado aspectos como el espacio fiscal (los impuestos como factor de redistribución), la atención al mercado de trabajo (tan descoyuntado por la precariedad y la dualidad), las ayudas directas a las empresas en dificultades, el retorno de la política industrial, los escudos sociales, etcétera.

Todo ello precisa de la presencia activa del Estado. La discusión no es hoy, como ocurrió con los largos años de hegemonía de la revolución conservadora, si debe intervenir o no, sino dónde, cuándo y cuánto debe intervenir. Por ello, en la práctica se está superando el concepto de Estado protector y se está sustituyendo por el de Estado activo (un grado más que el Estado emprendedor de Mariana Mazzucato).

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¿Por qué este cambio? No solo porque, en general, se cumplen las reglas macroeconómicas del llamado Consenso de Washington (su creador, John Williamson, acaba de morir), sino porque la covid y el Gran Confinamiento han causado la mayor crisis desde la Gran Recesión, y lo prioritario es atender a la supervivencia de las personas y de las empresas que les dan empleo (la microeconomía se ha introducido en la macroeconomía).

Esta transformación corre peligro porque no se aplica en todas partes. No puede haber bideneconomics en un solo país, como no podía haber keynesianismo en un solo país en la era de la globalización. Hace tiempo que se aplicó la fórmula de “recuperación en forma de K” para describir una recuperación desigual en el interior de los países: unos sectores (los de la parte de arriba de la K) iban hacia delante y otros morían o languidecían (los de la parte baja de la letra). Kristalina Georgieva, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, acaba de trasladar la “fórmula K” (sin citarla) al conjunto del planeta al pedir que los países del G20 adopten decisiones urgentes para evitar la recuperación mundial a dos velocidades, provocada por las dramáticas diferencias en la disponibilidad de vacunas, las tasas de infección y la capacidad de proporcionar estímulos públicos. Las desigualdades entre zonas se agudizan.

¿Y cómo está nuestro país en este momento crítico de incertidumbre, en el que parece iniciarse una nueva oleada de contagios? Sentencia Georgieva que “tras una crisis sin igual estamos viendo en algunos países una recuperación también sin igual”. Pues bien, la Comisión Europea, en su informe de verano, indica que entre las grandes economías europeas España será el país que más crezca este año y el próximo. El comisario Gentiloni también se ha marcado otra frase rotunda: “Esta es la mayor revisión al alza de nuestras previsiones [se refiere a las de la Unión Europea] en más de 10 años”, aunque al mismo tiempo llama la atención sobre las incógnitas que se abren día tras día sobre la extensión de la covid, y la necesidad de más medidas restrictivas de contención del virus (Japón acaba de prorrogar el estado de emergencia y ha decidido que los Juegos Olímpicos, que empiezan en dos semanas, no tengan público en las gradas).

En este tono de cierto optimismo controlado no se entiende la negrura sobre la marcha de la economía española que apareció en la conferencia que dio hace unos días en El Escorial Pablo Casado, el líder de la oposición: la economía española sigue llena de nubarrones y se encamina hacia una enorme tormenta que puede obligar a la UE a tener que rescatar a España como ya hizo en el pasado con Grecia. Nada menos. Un psicólogo podría concluir que confunde sus deseos con la realidad. En ese mismo curso, el vicepresidente del Banco Central Europeo, el español Luis de Guindos, dio una visión mucho más realista del momento y del futuro previsible. Es posible que en este aspecto, Casado se quede todavía más solo que con los indultos.

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