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Trabajar cansa
Columna
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Un gran momento para los fantasmas

Hay una cierta incapacidad de decir algo significativo tomando la realidad tal y como es, de forma adulta. Deben exagerarla porque no les basta, como en películas y series de zombis o superhéroes

Íñigo Domínguez
José Humberto Fouz, Jorge Juan García y Fernando Quiroga, Los tres jóvenes desaparecidos  en 1973 y presuntamente asesinados por ETA.
José Humberto Fouz, Jorge Juan García y Fernando Quiroga, Los tres jóvenes desaparecidos en 1973 y presuntamente asesinados por ETA.

Este revuelo sobre la libertad o el comunismo me ha pillado leyendo un libro estremecedor que te quita la tontería rápido porque, al revés que lo otro, está basado en hechos reales. En 1973, tres chicos gallegos que viven en Irún y van a Francia a ver El último tango en París, pero se cruzan con unos etarras que creen que son policías de paisano. Desaparecieron, y hasta hoy. También el GAL mató personas que confundió con etarras. Lo poco que se sabe apunta a que los torturaron, los asesinaron y los enterraron en algún lugar. Hemos dejado atrás la dictadura de Franco, que tenías que irte a otro país a ver una película, y la de ETA, cuando cosas como esa casa que estalló en Madrid pasaban cada semana, y no era el gas. Y aquí andamos discutiendo si somos libres o no o si estamos ante el advenimiento del fascismo. Cuando oyes a algunos políticos hablar de libertad, comunismo y derecha criminal te preguntas si saben de qué demonios están hablando o es solo por hablar. Bueno, ya se lo digo: es solo por hablar. Hay una cierta incapacidad de decir algo significativo tomando la realidad tal y como es, de forma adulta. Deben exagerarla porque no les basta, es un problema de pobreza de talento personal. Pasa igual en muchas películas y series de zombis o superhéroes, donde solo en situaciones de fantasía se acierta a manejar grandes palabras. Hacerlo en serio es más difícil.

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El libro se llama Una tumba en el aire (Galaxia Gutenberg), de Adolfo García Ortega, y la historia justo transcurre en una semana como esta, hace 48 años. Humberto Fouz, Fernando Quiroga y Jorge García, de entre 23 y 29 años, desaparecieron el 24 de marzo de 1973. Hay quien sabe dónde están sus cuerpos, pero no lo dice. Sus familias viven con su recuerdo como una compañía sobrenatural, como todas las víctimas de algo terrible. Pero a diferencia de los agitadores oportunistas de batallas trascendentales, normalmente estas personas no gritan y hablan con calma. Dejaron la rabia o el odio atrás hace mucho tiempo. Lo mismo pasó en la Transición, comunistas y franquistas que hasta el día antes se insultaban, se reunían para hablar y se ofrecían tabaco.

En cambio ahora la épica es un juego. A estos políticos que tenemos les cuesta ubicarse, algunos es que ni se conocen bien entre ellos, mira Ciudadanos en Murcia, o incluso creen que son otra persona, como la portavoz de EH-Bildu en Vitoria, que suplantó la identidad de una compañera y abrió una cuenta a su nombre. En Oviedo han vuelto a poner el nombre franquista de varias calles y la calle Charles Darwin ahora es Alférez Provisional, que digo yo que al menos podía ser Alférez Fijo, si bien es más acorde a la teoría de la evolución de las especies. Qué confusión con todo. Un amigo italiano llamó el otro día desde Canarias:

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―Qué suerte, nosotros no podemos ir.

―Ya, y yo no puedo ir a Toscana.

Así en esta pandemia nos cruzamos sin encontrarnos, lejos de todo y de todos. El otro día me quedé impresionado con una mujer que, con la mascarilla, de nariz para arriba, era igual a una amiga, pero una amiga que ya falleció. No podía dejar de mirarla, casi le dirijo la palabra, y el caso es que ella también me miraba fijamente, no sé a quién vería en mí, o quizá han dado permiso, solo por esta vez, para que se paseen entre nosotros ángeles y fantasmas sin miedo a ser reconocidos. Y ya nos parecemos en ese aire distante y silencioso, y pasan inadvertidos, y pueden vernos de lejos. Como además no te puedes tocar pues no hay manera de descubrirlos. Es un gran momento para los fantasmas.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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