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Trabajar cansa
Columna
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La vida a palo seco

En este muermo general en el que vamos tirando siempre me parecen muy vigorizadoras las manifestaciones de rusos. Madre del amor hermoso, con ese frío

Íñigo Domínguez
Yevguenia Yaroslávskaya-Markón.
Yevguenia Yaroslávskaya-Markón.EL PAÍS

Hay un hombre que veo pasar todos los días y al que cada vez veo peor, y no sé si decírselo, porque no le conozco de nada. Siempre iba de traje, repeinado, afeitado, activo, con prisa. Me lo imaginaba en un banco, en una multinacional, algo importante, pero ahora es un pringado como yo (esto es muy reconfortante). Ahora hasta camina de forma distinta. Nunca me ha parecido la alegría de la huerta, siempre me lo imaginaba como uno de esos tipos de mediana edad en crisis de Forges, que mira por la ventana: “¿Qué he hecho con mi juventud?”. Y la mujer le responde mientras lee un libro: “¿Has mirado en la cómoda?”. En los dibujos de Forges las mujeres son las que leen y no se rinden, y los hombres los que hacen el canelo. Volviendo al señor este, se va dejando, viste con chándal de capucha que no le pega nada, como si tuviera 15 años, y ya tiene unos pelos rarísimos, aunque ahora que lo pienso yo estoy igual. No sé si ha perdido el trabajo o es que trabaja desde casa y siente que ha perdido el estatus. Porque desde luego esta igualación social es insoportable, todos parecemos chusma. La pandemia te va desnudando de tus hábitos, me refiero a las costumbres, hasta dejarte con lo puesto, la vida a palo seco. Te planteas tu vida como cuando te quedas tirado en un aeropuerto, aunque todas las cosas trascendentales que piensas se te olvidan en cuanto sales de ese no lugar y la vida continúa. Pero ahora pasan los meses y seguimos aquí tirados.

Perdonen que dé un salto de tema, pero en este muermo general en el que vamos tirando siempre me parecen muy vigorizadoras las manifestaciones de rusos. Madre del amor hermoso, con ese frío y salen a manifestarse, los polis les sacuden porrazos bajo cero y los arrastran por la nieve. También este hombre, Navalni, que sabe que le van a detener si vuelve a su país y aun así vuelve, y le arrestan, y encima le dicen que ha incumplido su libertad condicional, obviando que estaba en un hospital alemán después de que intentaran envenenarle. Ahora voy a escribir un nombre que tengo que copiar: Yevguenia Yarovslávska-Markón. No es nadie, no tienen por qué conocerla. Nació en 1902, estudió filosofía y fue periodista, se entusiasmó con la revolución rusa pero enseguida vio que aquello era un mamoneo, esos comunistas también eran unos tiranos y se convirtió en una subversiva. Viajó por Europa con su marido, un poeta loco idealista, pero también ellos regresaron a Rusia de forma incomprensible, pues sabían que si les pillaban a lo mejor se los cargaban. Fue lo que ocurrió. Ella acabó en el primer gulag soviético, en las islas Solovkí, al borde del círculo polar ártico, y antes de que la fusilaran en 1931 escribió su vida en unos papeles, yo creo que de un tirón. Es un texto que apareció hace poco en los archivos de la KGB. En España lo publicó hace un par de años la editorial Armaenia, con el título de Insumisa, un librito fascinante. Es una autobiografía rápida, todo acción, donde alguien con 29 años y que sabe que va a morir cuenta lo que piensa de la vida, pero sin dramas, como un viaje irrepetible. La pasión por las ideas, el amor, el exilio, la pobreza, el hambre, con una alegría extraña de fondo, la de estar vivo. La portada del libro es una foto donde esta chica nos mira desde los años veinte, vete tú a decirle lo duro que se nos está haciendo esto. Leyendo, uno piensa que tiene una vida increíble hasta que a mitad del relato nos deja caer algo que había olvidado mencionar: no tiene pies. Le atropelló un tren y se los tuvieron que cortar. Y entonces descubres que todo esto fue sin pies.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.

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