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Columna
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Ese es mi bistec, Valance

Cómo no recordar esa película en estas madrugadas. Te desvelabas, mirabas el móvil y ya no podías dormir al ver esos energúmenos que se presentaban con sus rifles en colegios electorales

Simpatizantes de Donald Trump se manifiestan en Florida el pasado martes, el día de las elecciones en Estados Unidos.
Simpatizantes de Donald Trump se manifiestan en Florida el pasado martes, el día de las elecciones en Estados Unidos.JOE RAEDLE/AFP/GETTY IMAGES (Getty)
Íñigo Domínguez

El choque entre la ley del más fuerte y la ley a secas es el tema de grandes westerns. Se suelen definir como crepusculares aquellos en que un mundo primitivo retrocede ante la civilización. El primero fue El hombre que mató a Liberty Valance, de John Ford, de 1962. No hace falta que les diga que es una obra maestra, eso ya lo sabrán ustedes si son gente seria. Es su película más compleja, con muchas lecturas, donde fuerzas contrarias acaban cristalizando en un nuevo país, Estados Unidos. Su base es una frase que escribe en la pizarra el personaje de James Stewart, un joven idealista que llega a un pueblo donde un bárbaro, Liberty Valance, campa por sus respetos. Él da clases a los vecinos y escribe: “La educación es la base de la ley y el orden”. Para David Gistau, a quien seguimos añorando, era una escena clave porque en esa escuela Stewart “consigue que la gente del pueblo se descubra como nunca se había visto, como electores, como ciudadanos con derechos políticos, toman conciencia de la nación que se está levantando sobre ellos”. También contribuye el periódico del pueblo, el Shinbone Star, donde Liberty Valance y sus matones dan una paliza al director por contar su derrota en las elecciones. Porque, aunque parezca increíble, este individuo brutal y siniestro, un terrorífico Lee Marvin, se presentaba como candidato, representando los intereses de los ricos de la zona.

Cómo no recordar esa película en estas madrugadas. Te desvelabas, mirabas el móvil y ya no podías dormir al ver esos energúmenos que se presentaban con sus rifles en colegios electorales. Y a Steve Bannon, cerebro propagandístico de Trump, que ha asesorado a Vox y la ultraderecha europea, diciendo sobre el epidemiólogo Anthony Fauci, la voz de la razón ante las mentiras de Trump en la pandemia, y sobre el director del FBI, Christopher Wray: “Pondría sus cabezas en picas en las dos esquinas de la Casa Blanca como advertencia a los burócratas federales. O aceptas el programa o te vas, es hora de dejar de jugar”.

En la película al matón no le derrotan tanto las buenas palabras como Tom, John Wayne, el único capaz de pararle los pies. Cuando Liberty Valance atropella a Stewart, que trabaja de camarero y al que hace caer con su bandeja de platos, Tom se levanta y le dice: “Ese es mi bistec, Valance”. A los matones hay que plantarles cara con la ley y la fuerza de la ley. Lo que está en juego es el bistec de todos, cosas que no se tocan. De todos, también de los que le ríen las gracias al monstruo, porque le invitas a cenar y luego ya no lo echas, te echa él de casa. Miren el partido republicano, vampirizado por este individuo que ha sacado seis millones de votos más. A ver cómo les dicen ahora que el chico ha exagerado, que les ha mentido un poco, que vuelvan a aquella aula del siglo XIX a repasar nociones de democracia. Callar o jugar ante la obscenidad intelectual con la esperanza de que le favorezca para llegar al poder ha sido, y es, un dramático pecado de la derecha actual, allí y aquí, y por tanto un grave problema de todos. Tom, John Wayne, es del mismo mundo que el villano, pero de buena pasta: como otros héroes de las películas de Ford, sacrifica su interés personal por el bien de otros o el común (y no hay mayor interés personal que tu novia, que es el caso de Tom). Oyendo las comparecencias de Trump, después de escandalizarme me quedé pensando si todos en España se escandalizarían como yo. Ya nos gustaría. Y eso que Biden podría ser perfectamente un señor del PP. Recuerdas ahora a Sarah Palin y parece moderada; Berlusconi, un estadista; Le Pen padre, un simple cascarrabias. ¿Qué será lo próximo? Porque va muy rápido, todos copiándose a toda velocidad superando límites. El de lo aceptable y el de las formas ya está por el suelo. Como el bistec.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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