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ensayos de persuasión
Columna
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Adiós al proletariado

Las victorias en derechos y protecciones laborales están siendo despedazadas en nombre del progreso

Joaquín Estefanía
Empleados de la fábrica de ordenadores de la empresa China Greatwall Technology Group Co, el pasado 10 de julio en Taiyuan, China.
Empleados de la fábrica de ordenadores de la empresa China Greatwall Technology Group Co, el pasado 10 de julio en Taiyuan, China.Hu Yuanjia/Getty Images (VCG via Getty Images)

Vamos a tener los humanos la misma suerte que tuvieron los caballos como factor de producción, a la luz de los vertiginosos cambios que está experimentando el mercado de trabajo? La pasada semana se ha comenzado a regular el teletrabajo, una actividad que hace apenas medio año era insignificante en nuestro país, y el Tribunal Supremo ha abierto la puerta para que los repartidores dejen de ser falsos autónomos y disminuyan las posibilidades de explotación extrema que sufren.

Una camina por la rive gauche del río parisino; poco a poco se llega al paseo “des Berges de la Seine”, y allí se encuentra una placa dedicada a “André Gorz, philosophe et journaliste. 1923-2007”. Qué buena ciudad la que homenajea a sus muertos más ilustres. André Gorz, nacido en Viena, fue uno de los primeros estudiosos de los cambios en la estructura laboral y en la liberación del tiempo y la abolición de trabajo. Este año se cumplen 40 de la aparición de su libro seminal Adiós al proletariado, en el que se contemplaba el trabajo como una actividad con cuatro características: se ejerce a cuenta de terceros, a cambio de un salario, según formas y horarios fijados por el que paga, y orientada a fines que no ha elegido por sí mismo. Gorz desarrollaba los conceptos de “trabajo” y “empleo” como no sinónimos: el trabajo no es algo que se hace sino algo que se tiene; se dice “buscar trabajo” o “crear trabajo”, en lugar de “buscar empleo” o “crear empleo”. El trabajo es percibido por la mayoría de los que lo buscan y de los que “lo tienen” como una venta del tiempo en el que el objeto poco importa: se puede tener “un buen trabajo” en la industria del armamento y un “mal” trabajo en un centro asistencial.

Cuatro décadas después de la publicación de aquel texto, las cosas han cambiado bastante. Ha aparecido el concepto de “economía colaborativa”. Elige tu horario, elige tu trabajo, sé tu propio jefe, decide cuánto quieres ganar,… bienvenido a la economía colaborativa, un nebuloso conjunto de plataformas y aplicaciones que prometen innovación, trascender al capitalismo y llevar el emprendimiento a las masas. La profesora de Sociología de la Universidad de Carolina del Norte Alexandrea Ravanelle ha escrito un libro (Precariedad y pérdida de derechos, Alianza Editorial) en el que a través de las historias personales de casi 80 trabajadores ha desvirgado lo que de cuento tiene la economía colaborativa (no todo es cuento): la volatilidad del trabajo, la autonomía que esos trabajadores esperaban encontrar, desaparece ante la necesidad de encontrar unos porcentajes de respuestas.

¿Por qué motivo las plataformas y sus defensores dominan el discurso público?, se pregunta Ravanelle. Parte de la razón se remonta al secuestro del lenguaje ejercido por las compañías, y por la economía colaborativa en general. Denominar “colaborativa” a cualquier cosa oculta una serie de pecados; asimismo, llamar a estas plataformas “compañías tecnológicas” es una manera de cepillarse el contrato social; decir que una empresa forma parte del campo tecnológico significa que pocos pueden aspirar a comprenderlas. La “economía colaborativa” ofrece a los trabajadores un modo de “salvarse” mediante el trabajo extra, pero su crecimiento sólo contribuye a subvertir los derechos y protecciones laborales. Las victorias conseguidas por los trabajadores en cuanto a derechos y protecciones laborales están siendo despedazadas y alteradas en nombre de un progreso “más barato y de peor calidad” que está vaciando de contenido 100 años de derechos laborales. La profesora de Sociología concluye rotunda: “La revolución que promete la economía colaborativa no es más que un timo”.

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El trabajo y la tecnología han discurrido siempre de la mano, pero no siempre han tenido una relación pacífica, como mostró hace poco tiempo la movilización de los taxistas contra el asentamiento de plataformas digitales. Además de la consideración de los trabajadores como asalariados o autónomos, está en discusión cuántos y qué empleos van a ser reemplazados por la tecnología y cuántos y qué empleos van a crearse. En este sentido, los sucesivos textos de la profesora Luz Rodríguez son imprescindibles.

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