¿Quién está haciendo el amor con tu señora?
Siempre nos cuelan algo cuando miramos a otro lado, pero es que ahora es facilísimo, por la manera compulsiva que tenemos de mirar
No quería escribir del coronavirus, pero no se me ocurría nada, parece que no está pasando nada más que eso. Es absurdo, claro, pasan billones de cosas en el mundo cada día. Los medios contamos, o intentamos, una parte microscópica de la realidad, además del fútbol, pero en momentos así el foco se reduce a hablar de una sola cosa. Para un político esto puede ser maravilloso. Ah, ¿recuerdan cuando solo existía el tema de Cataluña? Qué tiempos. ¿Han vuelto a oír hablar del derrumbe de Zaldíbar?, porque al cierre de este artículo ahí seguían sepultadas dos personas. Y por cierto, ¿se han enterado de que Carmen Montón, la ministra que dimitió por copiar su trabajo final de máster, acaba de ser colocada como embajadora ante la OEA en Washington? Salió en el BOE en plena movida del virus. Siempre hay alguien que en el caos ve una oportunidad. No hay que bajar la guardia aunque uno esté muy ocupado. Lo aconseja sabiamente Who’s Making Love, temazo de Johnnie Taylor popularizado por los Blues Brothers: ¿quién está haciendo el amor con tu señora mientras tú estás haciendo el amor con otra?
Esto es un clásico. A Paco el Pocero, insigne constructor de Seseña, le concedieron la medalla al mérito en el trabajo en 2004. Zapatero también estuvo fino aprobando el indulto al consejero delegado del Santander Alfredo Sáenz con el Gobierno en funciones justo antes de las elecciones que perdió en 2011. En clave positiva, el partido comunista fue legalizado en 1977 en Sábado Santo, para que no se liara.
Siempre nos cuelan algo cuando miramos a otro lado, pero es que ahora es facilísimo, por la manera compulsiva que tenemos de mirar. Pendientes con el móvil del minuto y resultado de contagiados y fallecidos. No tengo ni idea de física cuántica, pero el principio de incertidumbre de Heisenberg dice algo así como que el observador modifica lo observado, y quizá puede aplicarse a esto: es como si contagiáramos nuestra velocidad al virus mirándolo todo el rato. Esta regla no se cumple al cocinar la pasta: los italianos saben que si te asomas al agua, a ver si hierve de una vez, parece que nunca entra en ebullición.
En Italia hay otro célebre ejemplo de distracción de masa con buenas intenciones. Es la historia de cómo se evitó una guerra civil tras el atentado al líder comunista Palmiro Togliatti en 1948. Quedó herido en el hospital y la tensión era enorme. Si moría, podía estallar una revolución. El primer ministro Alcide De Gasperi tuvo una idea: llamó a Gino Bartali, figura del ciclismo en declive a sus 34 años, que estaba en el Tour. “¿Tú crees que podrías ganar el Tour? Es muy importante”, le dijo. “El Tour no sé, pero la etapa de mañana sí”, contestó. Bartali, a quien la guerra arruinó lo mejor de su carrera, lo había ganado 10 años antes, pero el día anterior había perdido ocho minutos, empezaba la montaña y la prensa le daba por acabado. Pero ganó, y le metió 18 minutos a Bobet, maillot amarillo. Togliatti preguntó ese día al despertar cómo iba el Tour. Bartali, al llegar a meta, preguntó cómo estaba Togliatti. “¡Viva Italia!”, gritaron todos en el Parlamento con la noticia. Los italianos se pegaron a la radio, no entre ellos. Bartali ganó el Tour. Italia ganará esta batalla, y nosotros también, hemos tenido momentos mucho peores, así que es mejor distraerse con otras cosas hasta que pase esto y no dejar que nos distraigan de otras. Bartali, por ejemplo, no perdía nunca la lucidez. Al volver, el primer ministro le dijo: “Gino, has salvado Italia, pídeme lo que quieras, una copa de oro”. Respondió: “Prefiero no pagar los impuestos un año”.
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