Una generación de actores rompe estereotipos en España: “Normal soy yo, que no tengo vergüenza de ser como soy”
En su trabajo en series como ‘Maricón Perdido’ o ‘HIT’, Gabriel Sánchez, Carlos González o Manu Soler se enfrentan a varios prejuicios arraigados en el audiovisual español
Tres de las interpretaciones más reseñables en la televisión española de 2021 las firman Carlos González (Navarra, 24 años), Gabriel Sánchez (Madrid, 16) –ambos en el papel de Bob Pop en la serie autobiográfica Maricón perdido (TNT)– y, a partir de este otoño, Manuel Soler (Alicante, 17 años) en la segunda temporada de HIT (TVE). Además de por su talento, porque su presencia augura una televisión distinta.
La primera vez que consiguieron un papel y vieron que no era lo habitual...
Gabriel Sánchez: Dije: ‘Maravilla’. Yo había visto un casting que pedía ‘un chico no atlético’. Me presenté, me cogieron y luego ya me dijeron: ‘Mira Gabriel, ya te podemos decir cómo se llama: Maricón perdido. Y va de eso, de un chico no atlético, maricón, que está perdido”. Dije: ‘Hostias, qué fuerte, qué guay que haya una serie española que refleje esto’.
Hace cinco años no se planteaban muchas cosas así.
Manu Soler: Pero hay que evolucionar. Hace cinco años no podías, ahora hemos pasado a otra fase y tenemos que seguir. Nos queda mucho por hacer.
Carlos González: A mí lo que me llama la atención de Maricón es que no solamente hablaba de estar gordo y estar perdido. Es la historia de un personaje y la fuerza está en esa historia, no en sus atributos. No sé hasta qué punto estamos preparados para abrir la mirada hacia personajes no normativos. Sus historias, sus necesidades y sus dolores, cosas más allá de su sexualidad y su cuerpo. Es lo que tenemos que aprender a la hora de escribir y hacer personajes. Porque si no, terminamos haciendo clichés que se cierran y…
M.S.: … Se vuelven en contra de lo que se propone.
C.G.: En MasterChef, Florentino Fernández hacía una imitación de marica, la llamó Flosie. Ese es el cliché: ‘O sssea’. Yo puedo ser gordo y ser así, ser gay y ser asá. No me levanto por las mañanas diciendo: ‘Soy gay y gordo con acento en la g de ambos’. Pero cuando te conocen en el mundillo, eres el gay de la profesión, el gordo de la profesión.
Esa mirada, ¿qué consecuencias tiene?
M.S.: En cuanto haces un personaje que tiene aspectos comunes con tu vida, te encasillan y no te dejan salir. Eso es malísimo. Hay una frase en Paquita Salas: “Cuidado con ser gay y hacer de gay”.
G.S.: Si estás gordo, pues te obligan a hacer cosas de gordo. “Me caigo y rompo la silla porque soy gordo; estoy gordo y me como cuatro bollos en diez minutos de serie”. El gordo siempre tiene escenas de comer mucho.
C.G.: Tenemos que estar agradecidos a que con Bob no ha pasado eso. Ni una escena de comida. Bob no ha escrito un cliché.
¿Cómo es ese agradecimiento?
C.G.: Bueno, la palabra no es esa. Yo no tengo que agradecer nada. Yo nací como el normativo, soy igual de normal que él. Se supone que lo normativo es el patrón heterosexual, pero la cantidad de heterosexuales supuestamente normativos que viven reprimiendo algo… Mira, normal soy yo, que soy auténtico y no tengo vergüenza de nada. Igual lo normal es no estar reprimido.
G.S.: ¿Qué es lo no normativo, vamos a ver?
M.S.: Entiendo que lo poco común. Hay más gente delgada que gorda. Por eso siempre te miran como raro: ‘¿No has pensado en adelgazar, en hacer dieta?’. No se valora que yo mi analítica la tengo de puta madre y una persona delgada puede tener diabetes o colesterol. Cuando te ve alguien es: ‘Madre mía, cómo estás de delgado o gordo’.
G.S.: ‘Gabriel, qué guapo, has adelgazado’. ¿Qué pasa, que antes era feo porque era más gordo?
C.G.: Parece que esos comentarios no hacen mella pero cuando son uno, dos, tres, cuatro… Acaban haciendo una herida. Te miras al espejo y dices: “Hostia, igual nadie va a aceptar este cuerpo”.
G.S.: Qué más da el cuerpo, mientras haya salud.
M.S.: Pero también los médicos: ¿Te duele un pie? Estás gordo. ¿Te duele la cabeza? Estás gordo. Se estigmatiza tanto que luego ver a una persona gorda comiendo en público, qué barbaridad. Alguien delgado come de todo y no hay miradas, no pasa nada. La salud mental de las personas gordas parece que no importa. Una persona gorda tiene que oír ‘estás de buen año’, ‘estás hermoso’. Yo no merezco oír que estoy de buen año.
¿Normaliza ver estos cuerpos en televisión?
G.S.: Sí, pero tiene que estar bien hecho. Muchas veces al personaje le hacen quitarse la camiseta que para que se vea que está gordo, para que se rían de él. Yo quiero que sea porque va a hacer el amor.
C.G.: A las mujeres les pasa lo mismo.
Su exposición televisiva es importante, pero, ¿es fácil, cuando tantas cosas parecen pedirles que se escondan?
G.S.: Antes de empezar la serie, hablaba con Bob y el departamento de vestuario y le decía de cada prenda: ‘Eso no, me ciñe demasiado; si puede ser más ancho mejor’. Dije: ‘Porfa si hay escenas así no me gustaría estar sin camiseta’. No estaba a gusto con mi cuerpo. Después, viendo la serie ya acabada, digo: ¿por qué? ¿Por qué no voy a estar sin camisa, si soy yo el mismo con ella o sin ella?
C.G.: Yo me desnudo con más facilidad desde la serie.
M.S.: Gracias a la serie te quitas miedos.
C.G.: Aviso: yo no me siento especial por ser gordo y gay. No hace falta que me pongas un trono, o que me llenes unas revista de modelos gordos. No quiero ser más y que otros sean menos. Pido un equilibrio.
Manu se estrena ahora como actor. Carlos y Gabriel, que ya han pasado por ese trance, ¿qué consejos le dan?
C.G.: Que tenga buenos amigos y amigas cerca. Permítete levitar, porque es normal, pero rodéate de gente que te diga ¡tsch!
G.S.: Como un globo de helio, que subas todo el rato pero que haya alguien que tire todo el rato para abajo.
C.G.. Otra cosa: yo vivo con gente que curra de ocho de la mañana a seis de la tarde y habla de todo tipo de cosas. Odio hablar tanto de la profesión en este ambiente de actores y actrices. Se pierde la magia cuando hablas tanto. Es bueno guardarte tus secretos y tus cosas, que crean ese misterio, esa intimidad necesaria.
M.S.: Me preocupa que se vaya de las manos.
C.G.: Bueno, ¡tampoco somos los de Élite!
M.S.: Me refiero a perder esa esencia, algo que yo identifico con mi pueblo, uno entre Murcia y Alicante. Las primeras semanas que estuve en Madrid grabando la serie, empiezas a conocer a gente… Volver al pueblo fue: ‘Vale, no ha cambiado nada, todo sigue igual, yo sigo yendo a la panadería a comprar el pan’. Estar en un banco con mis amigas comiendo pipas: es lo que yo valoro.
Manu, ¿qué ha aprendido usted de ser actor?
M.S.: Que al final a lo mejor te toca hacer una secuencia donde te están puteando, pero luego te toca hacer otra de risa. Que eso es un subebaja constante de emociones y que te afecta a tu vida personal.
C.G.: Es importante trabajar con lo que hay. No mentirte. Con lo que hay de ti ese día está bien. Eres suficiente. Esa frase me gusta mucho. Eres suficiente.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.