“Soporto ver humanos mutilados, pero si matan al perro me voy”: ¿por qué perturba tanto la muerte de un animal en el cine?
El próximo estreno de la película ‘Good boy’, protagonizada por un perro, ha hecho que se disparen las consultas en buscadores sobre si el can fallece al final de la cinta: es la línea roja incluso para los espectadores más valientes


Para Victoria Álvarez, Una pareja de tres (2008) es peor que La matanza de Texas. Puro terror. La vio en una plataforma, animada por una simpática foto de Jennifer Aniston y Owen Wilson, estrellas de la comedia romántica, junto a un simpático perrete, un labrador llamado Marley. De hecho, el título original es Marley & Me, como la novela en la que se basó. Es divertida y tierna y todo seguía el guion de una comedia clásica hasta que Marley enferma.
No es nada grave, simplemente se hace mayor, pero a partir de ahí la película se convirtió en una pesadilla para ella. Se abrazó a su pitbull y no paró de llorar hasta el final. “Cuando Marley ya no puede subir la escalera y Wilson duerme con él en el suelo, me rompí, porque es algo que yo misma he hecho. No he podido volver a verla”.
No es la única que piensa así. Y cuidado, que en este párrafo se acerca un spoiler: “El perro despreocupado, baboso y alegre, símbolo de todo lo que está bien en el mundo, muere, joder. Y tampoco es una muerte rápida, bajo las ruedas de un autobús o a manos de un científico malvado. Es una muerte lenta y natural que parece durar la mitad de la película”, escribieron en Shiznit. “Y peor aún, funciona: solo un hombre de piedra podría permanecer impasible presenciando a este lindo perrito ladrar por última vez. Sollozarás y te sentirás estafado por cada lágrima”.

Las redes sociales suelen alertar cada vez que se emite. Una pareja de tres es tal vez la cumbre del género de “animales que mueren”, pero hay más. Tu mejor amigo (2017), la historia de un perro que se reencarna sucesivamente, o El arte de conducir bajo la lluvia (2019), basada en el superventas de Garth Stein, destacan entre las que más devastados dejan a los espectadores. En ese club también se encuentra Hachiko. Siempre a tu lado (2009), que suele convertirse en trending topic cada vez que se emite en televisión.
“La película más emocionalmente terrorista que he visto”, la describió una usuaria en X. La historia del perro akita que esperaba cada día a un profesor en la estación de Shibuya resulta insoportablemente triste para muchos espectadores. Tampoco se queda a la zaga Soy leyenda (2006), la película en la que Will Smith es fielmente acompañado por la perra pastora Samantha. “El adiós de Sam es probablemente la escena más conmovedora de una peli que me he encontrado en los últimos años”, reza un hilo de Reddit en el que alguien responde: “En serio, puedo ver a humanos siendo falsamente mutilados, pero en cuanto hay animales en peligro, me piro”.

Un comentario que nos lleva a preguntarnos: ¿por qué el sufrimiento de un animal en la ficción nos duele incluso más que el hecho de que se muera una persona? “En primer lugar hay que señalar que no nos hace mejores o peores sufrir por unas u otras cuestiones”, afirma la psicóloga Beatriz Cuervo. “Simplemente, cada persona es sensible ante determinadas problemáticas. Pero es que además las normas éticas que rigen nuestras reacciones no son las mismas para animales de dos patas que para el resto y, aunque el mandato social coloque a los animales en un lugar inferior moralmente, hay personas o experiencias que pueden invertir ese orden que supuestamente es el correcto”.
Este es un hecho que ha intrigado incluso a la ciencia y ha sido analizado por investigadores de la Northeastern University de Boston y la Universidad de Colorado. Para el estudio, a 256 estudiantes se les mostraron cuatro noticias falsas sobre un supuesto ataque brutal perpetrado con un bate de béisbol. En la primera, la víctima era un bebé de un año; en la segunda, un treintañero; en la tercera, un cachorro; y en la última, un perro de 6 años. La noticia del bebé fue la que causó más respuestas emocionales, junto con la del cachorro y la del perro adulto. Todas ellas generaron la misma empatía. No pasaba así con la del hombre de 30 años.

A algunos puede sorprenderles que dos animales estén por delante de un humano, pero “es más fácil desarrollar una relación ambivalente con los humanos que con animales, cuyo comportamiento es más predecible”, reconoce Cuervo. “Dicho de otra manera, acumular ciertas experiencias en este mundo puede hacer que, cuanto más conocemos a las personas, más queramos a nuestros perros, que decía Lord Byron”. Algo que, en su opinión, se agudiza con la sobreexposición que sufrimos a noticias trágicas. “Cabe preguntarse también si en esta época donde todo es contenido y donde las imágenes inundan cada minuto de nuestras vidas, no estaremos algo insensibilizados al sufrimiento humano. Tiene algo de perverso y de distópico ver un reel de Gaza o de un perrito abandonado y a continuación un tutorial de maquillaje”.
Si percibimos a la víctima como vulnerable, nuestra empatía será más intensa. Tal vez por eso es un recurso tan utilizado en la ficción; de hecho, hay directores que parecen abonados a ello. Tras el estreno de Moonrise Kingdom (2012), una película aparentemente inofensiva, la revista The New Yorker se preguntó: “¿Wes Anderson odia a los perros?”. Según el autor, la muerte del perro Snoopy a causa de una flecha había provocado una ola de indignación en el cine. El Washington Post definió el momento como “un excelente ejemplo del tipo de oscuridad que acecha en la filmografía de Anderson, donde los animales domésticos son a menudo víctimas de la peculiar narrativa del guionista-director”.

Una crítica que resulta singular, ya que en sus películas la violencia es escasa y a veces incluso un recurso humorístico, puro slapstick. Y sin embargo, en las películas de un realizador tan proclive a la ultraviolencia como Quentin Tarantino, nunca se verá maltrato animal. “Mi único límite es que jamás filmaría la muerte de un animal en la pantalla. Puedo ver mil películas de terror sangrientas y no pasa nada. Pero no puedo ver a un perro morir”, declaró durante su paso por el Festival de Cannes. “Es un puente que no puedo cruzar”.
A veces, las muertes solo buscan golpear al espectador; otras veces son un recurso que sirve para demostrar lo que es capaz de hacer un personaje. En la brutal The Shield: Al margen de la ley (2002-2008), uno de los momentos clave es cuando el honesto detective “Dutch” Wagenbach estrangula a un gatito para poder entender la mente de un asesino, una secuencia de la que abominaron todos los protagonistas y que trataron de eliminar del guion, pero el realizador David Mamet, responsable del episodio, se negó en redondo. La maldad de Glenn Close en Damages (2007-2012) queda patente cuando colabora en el asesinato del perro de una testigo que pretende silenciar en el piloto de la serie (y Close ya tenía una trayectoria cociendo conejos en Atracción fatal). Y la escala de grises de Frank Underwood en House of Cards (2013-2018) queda patente cuando le retuerce el cuello a un perro que acaba de ser atropellado. ¿Era compasión o maltrato?

Otras veces, la violencia contra los animales sirve para que el espectador se ponga de parte de un personaje de dudosa moral. En el mundo de asesinos sin escrúpulos de John Wick vale todo, pero en el momento en que asesinan al cachorrito del protagonista sabes que todo lo que haga el personaje interpretado por Keanu Reeves estará justificado. También han asesinado a su amadísima esposa, pero eso no nos impacta tanto porque ya lo hemos visto muchas veces desde que Charles Bronson dio el pistoletazo de inicio al cine comercial de venganzas con El justiciero de la ciudad (1974).
Pero no son solo los perros o los gatos. “Mi mayor trauma de infancia fue la muerte de Artax en La historia interminable (1984)”, revela otro espectador, Jose Antonio Ordóñez. “Atrapado por unas arenas movedizas, ¿por qué había antes tantas arenas movedizas en el cine?”. A veces ni siquiera es necesario que el animal sea real. Quien firma esto superó con dignidad casi todas las muertes de Juego de tronos (2011-2019), pero se desmoronó en cada muerte de lobo huargo e incluso en las de los dragones. Algo que, según Cuervo, “es mérito de la ficción”. “Nos gusta que nos cuenten historias y, si nos estamos identificando con el protagonista, sufriremos si él sufre, aunque sea un ser mitológico”, señala. “Cuando hay un relato sobre un personaje, hay un dibujo que se está haciendo de ese ser y hay una serie de cualidades que le hacen único y eso es lo que nos ayuda a empatizar”.

El sufrimiento por los animales en la ficción no es un sentimiento en decadencia, a pesar del aumento de los estímulos visuales. Es más, aumenta. Tras el tráiler de la película Good Boy, una cinta de terror en la que un perro es el único que puede ver a las fuerzas del mal que acosan a su dueño, las búsquedas provocaron que las búsquedas de Google sobre el destino final del perro en el film aumentasen un 2000%. En función de la respuesta, habrá quien decida verla o no.
Es un spoiler que muchos eligen para evitar disgustos y que lleva a miles de espectadores a consultar la web DoesTheDogDie.com (“¿Muere el perro?“) antes de ver una producción. “Tu aliado indispensable para navegar emocionalmente por el vasto mundo de películas, series y más”, se describe. “Entendemos que ciertos contenidos pueden ser emocionalmente desafiantes, y nuestra misión es brindarte el conocimiento necesario para que tomes decisiones informadas sobre los medios que consumes”. Esta web comunitaria alimentada por comentarios de los propios espectadores está diseñada “para ser tu guía de supervivencia emocional”, en palabras de sus creadores. Si que un animal sufra, aunque sea en la ficción, puede arruinarles el día, ya saben qué página deben visitar.
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