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“Hay gente que no sabe caer bien”: el caso Vanesa Martín y la construcción de la villana de ‘talent show’

Poca gente vio ‘Factor X’, pero en Twitter se hicieron virales las airadas intervenciones de la cantante. Ser jurado en un concurso es un arma de doble filo para los artistas: su popularidad se dispara, pero su personalidad puede jugarles una mala pasada

Buika, Vanessa Martín. Natalia Jiménez o Ana Torroja han sido parte del jurado en diferentes 'talent shows' y han protagonizado polémicas que han sido recibidas con mayor o menor simpatía en las redes sociales.
Buika, Vanessa Martín. Natalia Jiménez o Ana Torroja han sido parte del jurado en diferentes 'talent shows' y han protagonizado polémicas que han sido recibidas con mayor o menor simpatía en las redes sociales.Getty Images / Blanca López (Collage)

Hubo un tiempo en que los cantantes solo iban a la tele a cantar. A menos que fueran folclóricas: Lola Flores, Sara Montiel o Carmen Sevilla (reconvertida en protomeme con sus ovejitas en el Telecupón) disfrutaron de una rentable jubilación gracias a la televisión en los noventa. “Yo me hartaba de llamar a artistas consolidados para que hicieran de jurado en Operación Triunfo y todos me decían que no”, recuerda Tinet Rubira, director de Gestmusic. “Eso cambió con La voz. En Operación Triunfo los protagonistas son los concursantes, pero en La voz el peso y reclamo recaía en los jueces. De repente, Malú vendió más entradas que nunca gracias a que salía en la tele. Y todos los demás dijeron: ‘Yo también quiero”. Rubira se refiere a los ocho Wizink Center consecutivos que agotó Malú tras su paso por La voz. Desde entonces, artistas consolidados como Aitana, Laura Pausini o Pablo Alborán han ejercido como coaches. Hoy, son los anónimos los que cantan y las estrellas se limitan a valorarlos.

La última en animarse ha sido Vanesa Martín en el regreso de Factor X a Telecinco. Martín tenía una imagen blanca, pero su participación mostró una faceta desconocida para el público. Valoró a la concursante paraguaya Aye diciéndole, sin mirarla a la cara: “Que olé Paraguay, pero para mí un artista es otra cosa”. Aye confesó que se sentía dolida por esas “críticas destructivas” y por frases como “estamos limpiando el pescado sucio”. Lo que realmente dijo Martín fue, en referencia a las primeras rondas de eliminación, “como cuando se empana el pescado y quitas la harina sobrante, hemos dejado el pescado fino”. Y no le gustó nada que la tergiversaran: “¿Qué hablas, Aye? ¿Qué hablas?”.

En ese instante cambió el tono de voz, el rictus y la postura (Martín recurrió a un complemento imprescindible en estas situaciones: el dedo índice señalador). La telerrealidad se volvió real. “Aye, estás tan fuera de onda, me da tanta pena”, continuó Martín levantándose de su silla. “La realidad, señores, está en la calle. Y no se puede ir con esa soberbia por la vida”. La calle, por cierto, decidió que Aye Alfonso ganase la edición de Factor X. Una victoria que tuvo lugar durante los créditos, a las dos menos cuarto de la madrugada y sin planos de reacción de Vanesa Martín o Lali Espósito (que, según los presentes, se acercaron a abrazar a la ganadora). Una victoria, sin duda, impulsada por la tensión entre jueza y concursante.

Esta edición de Factor X ha promediado 450.000 espectadores (un 6,4% de la audiencia), que es menos de lo que conseguían los pases de micros de OT 2023 en YouTube. Sin embargo, el hilo que relata el enganchón entre Vanesa y Aye acumula en la red social X cuatro millones de reproducciones. La gran mayoría del público no tenía opinión, ni para bien ni para mal, acerca de Vanesa Martín. Desde la semana pasada, cuatro millones de personas la ven con otros ojos.

“Mucha gente dirá: ‘Bravo reina’. Esas salidas de tono gustan, sobre todo entre productos vanesamartineros, malús o alboranes, que están siempre muy encorsetados. Son artistas que quieren agradar a todo el mundo y por tanto no se mojan, así que les viene bien salirse del tiesto un poco”, opina el periodista musical Odi O’Malley. El representante Franchejo Blázquez aplaude la reacción de Martín: “Ha enseñado cómo es y, si algo le enfada, pues está muy bien que le dé igual que haya cámaras. Y habrá mucha gente que dirá: ‘Pues ole tus huevos”. Pero esta repercusión digital ni siquiera animó a la audiencia a sentarse delante de la tele: la emisión posterior a la polémica, que además era la gran final, solo aumentó 50.000 seguidores respecto a la anterior. Por tanto, ¿qué necesidad tiene un artista consagrado de exponerse a los peligros de la tele en directo?

Abraham Mateo, Lali Esposito, Vanesa Martin y Willy Barcenas, jurado de la última edición española de 'Factor X'.
Abraham Mateo, Lali Esposito, Vanesa Martin y Willy Barcenas, jurado de la última edición española de 'Factor X'. Patricia J. Garcinuno (Getty Images)

“Si no sales en la tele no existes”, sentencia el representante Sergio Barreda. “Si un artista sale en la tele todas las semanas estará más presente en la cabeza del alcalde que está buscando cantantes para sus fiestas. Y esos alcaldes no miran Twitter, esos alcaldes ven la tele”. A pesar del progresivo descenso de las audiencias televisivas, aparecer en un talent show sigue colocando al artista en otro lugar. “Si el público te ve ahí asume que tu carrera va bien, que eres un artista importante”, valora Blázquez, que representa a artistas que han ejercido como coaches, como Lola Índigo, Blas Cantó, Edurne o Dani Fernández. “Es casi un honor el hecho de que piensen en ti para ocupar ese hueco, en La voz son cuatro sillas cada año, que piensen en ti para una de ellas... Cualquier artista español firmaría por salir en La voz”. Sobre todo, claro está, porque nadie va a la tele pensando que va a quedar mal. Todos están convencidos de que van a ser Laura Pausini y no Natalia Jiménez. “Claro, lo que pasa es que ser Laura Pausini también es un talento”, añade Odi O’Malley. “Ser Laura Pausini requiere saber cómo caer bien y hay mucha gente del mundo del show business que no sabe hacer eso”.

La televisión permite al artista que ha tocado techo comercial llegar a públicos nuevos. Edurne consiguió su primer número uno en ventas dos años después de la salida del disco gracias a su presencia en Got Talent. “Cuando convencí a Mónica [Naranjo] de que hiciera de jurado en Tu cara me suena, se dio cuenta de que por primera vez la saludaban las señoras de la carnicería”, recuerda Rubira. La televisión sirve para que el público cambie su opinión del artista. Para bien o para mal. Naranjo fue criticada en Operación Triunfo 2017 por mostrar su descontento con la eliminación de Raoul cuando dio la espalda a la cámara y luego se negó a valorar a Cepeda. Ana Torroja, que se mostró visiblemente incómoda y hasta aturdida con su labor de jurado de Operación Triunfo en la edición de 2018, recibió abucheos a su entrada en el plató tras criticar la propuesta de cambio de letra en una canción de Mecano (de “mariconez” a “estupidez”). Y Natalia Jiménez (Operación Triunfo 2020) respondió a las críticas con un story de Instagram en la que exclamaba: “¡Ardan perras!”. Ninguna de las tres repitió como jurado.

Por el contrario, artistas como Laura Pausini (coach en La voz y Factor X), Chenoa (jurado en Tu cara me suena) o Edurne (Got Talent) han visto cómo el público se reenamoraba de ellas. “El misterio de alguien como C Tangana es la excepción”, valora Franchejo Blázquez. “La tele sigue siendo el lugar donde gran parte del público pone cara a los artistas. Iñigo Quintero tiene millones de escuchas en Spotify, pero nadie lo reconocería por la calle. En los talent shows, el artista puede emocionarse y mostrar su sentido del humor y su personalidad”.

Por encima de todo, la silla de juez contribuye a marca personal del artista. “Hemos tenido artistas en Tu cara me suena que no caían muy simpáticos y que gracias a la tele conquistaron al público. A la tele no se la engaña, te puedes poner filtros pero acaban cayendo. En Tu cara me suena, Blas empezó como ‘Blas de Auryn’ y terminó Blas Cantó. La tele es la prueba del algodón”, indica Rubira. “Es por el tipo de consumo: cuando la gente ve la tele presta más atención que cuando mira el móvil, donde hay mil estímulos a la vez. Y además la tele ofrece una tensión palpable, la posibilidad constante de que cualquier cosa puede pasar, la adrenalina. Por eso los mejores jurados son los imprevisibles, como Mónica o Buika”.

Concha Buika recogiendo, el pasado abril, la Medalla de Oro de las Bellas Artes en Cádiz.
Concha Buika recogiendo, el pasado abril, la Medalla de Oro de las Bellas Artes en Cádiz. Carlos Alvarez (Getty Images)

Rubira pone como ejemplo lo que en los pasillos televisivos de los noventa se denominaba “el factor Phil Collins”. “Si un programa sacaba a un cantante de promoción, el espectador sabía que durante los siguientes tres minutos no iba a haber sorpresas, solo una canción en playback. Por eso aprovechaba para ir al baño”, resume. Por el contrario, en un talent show de cantantes amateur las actuaciones son precisamente lo que mantiene a la audiencia pegada a la pantalla.

Por eso no todo el mundo vale para sentarse en la silla. “Hay muchos artistas que no se atreven o que cuando sientan en la silla se echan para atrás, te lo digo por experiencia propia”, asegura la periodista musical y jurado de Operación Triunfo 2023 Cris Regatero. “Quieren la relevancia, necesitan la visibilidad, pero hay formatos más agradecidos que otros. Natalia Jiménez no salió tan bien parada de Operación Triunfo como si hubiera estado en Factor X”. Según Odi O’Malley, Vanesa Martín no ha sabido manejarse en la tele. “Bajó la guardia. Se le olvidó que estaba en la tele. Y no, no estaba haciendo nada constructivo. Lo de ‘Ole Paraguay’ a mí me pareció hiperxenófobo. Estaba siendo una chunga de manual, pero luego no se atrevió a abrazarlo”, argumenta.

El dinero puede ser un factor para animarse a sentarse en la silla, pero según el representante Franchejo Blázquez nadie lo hace solo por el sueldo. “Creo que la gente se piensa que la televisión está muchísimo mejor pagada de lo que realmente está. La principal fuente de ingresos de un cantante son los conciertos, por eso nunca dejan de hacer giras”, explica. Aunque los representantes nunca hablan de cifras concretas, la revista Semana filtró que los jueces del talent show de TVE Cover Night (Mónica Naranjo, Miguel Bosé, Chanel y Juan Magán) cobraron 25.000 euros por programa, un sueldo que recibió adjetivos en la prensa como “desorbitado”, “disparatado”, “astronómico” o “escandaloso”, pero que no es tan desproporcionado si se tiene en cuenta que el presupuesto de la temporada fue de 9,4 millones: los jueces, principal reclamo del formato, solo costaron 1,2 millones. Franchejo Blázquez apunta que esa cifra está “muy por encima” de lo que se suele pagar. “Me parece altísima”, admite. “Me parece una locura”. Fuentes de la industria también aseguran que todavía hay un techo de cristal: las artistas femeninas, independientemente de su popularidad, cobran menos que los hombres.

Salir en la tele sí se puede rentabilizar de manera indirecta: el aumento de seguidores en redes sociales trae consigo acuerdos con marcas. “Los actores y presentadores tradicionales se han dado cuenta del potencial que tienen las redes a la hora de ganar dinero. Ahora vemos a todos los que renegaban del mundo influencer siendo influencers”, apunta Sergio Barreda.

La figura del jurado en España vivió un punto de inflexión con la irrupción de Risto Mejide en Operación Triunfo 2006. Sus valoraciones hostiles, macarras y agresivas (que emulaban las de Simon Cowell en el X Factor británico) fagocitaron la parte talent e impulsaron la parte show. El público enseguida se acostumbró a que las intervenciones de los jurados fuesen lo más comentado de cada gala. Hoy, no hay edición de Masterchef en la que el jurado no sea protagonista por sus salidas de tono contra algún concursante. Y los artistas consolidados que ejercen esa labor se enfrentan al complicado equilibrio entre dar buena tele (tensión, sorpresa, humor, visceralidad) pero protegiendo su marca personal. No hay una fórmula mágica. “Natalia Jiménez tuvo un tono un poco más cañero y la criticaron. Este año Buika ha tenido un tono súper cañero y ha hecho muchísima gracia”, compara Blázquez.

Risto Mejide, el hombre que inició en España el papel de gran villano del jurado de 'talent show', fotografiado en 2013.
Risto Mejide, el hombre que inició en España el papel de gran villano del jurado de 'talent show', fotografiado en 2013.Pablo Blazquez Dominguez (Getty Images)

“A diferencia de Vanesa Martín, Buika sí ha abrazado ese personaje de villana, pero villana cómica”, opina O’Malley. “Ha sabido decir: ‘Vale, estoy haciendo una chorrada, pero voy a abrazar esta chorrada’. Me parece bastante coherente”. En tres meses, Concha Buika (una artista minoritaria de culto, una gran dama de los recitales en teatros y condecorada con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes) se convirtió en un meme nacional que exclamaba cosas como “aprieta papi” o “niño mío de mis entrepechos”. “Yo sabía perfectamente lo que teníamos entre manos con ella”, presume Rubira. “La seguía en redes y vi que muchos podcasts de Latinoamérica la invitaban para hablar de filosofía de la vida, de enfrentarte al fracaso y a la vida... era como una gurú. Como era una persona totalmente ajena a la tele y necesitó un par de semanas, a partir de que entendió dónde se había metido ya fue imparable”.

Hace años muchos artistas considerarían que alguien con el prestigio de Buika se ha devaluado por prestarse al show, pero hoy nadie levanta una ceja. “El público de Buika no ha dejado de serlo porque haya salido en Operación Triunfo”, opina Blázquez. “El señor que iba a verla a un auditorio no la ha visto de jurado en un programa de Amazon de gente de 18 años. Al contrario, habrá gente joven que haya escuchado su música por curiosidad y la ha metido en su playlist”.

La espontaneidad arrolladora de Buika, además, desarmó las viejas teorías de que los jueces tienen guion. “Yo creo que la gente se piensa que detrás de los talent shows hay más manipulación de la que hay”, advierte Blázquez. “En Got Talent he visto cómo han ganado o han llegado a la final perfiles que a lo mejor ni siquiera para el propio programa les interesaban. Nunca ha habido directrices. Nunca he visto ningún guion”. O como resume Rubira, “¿Para qué le voy a poner guion a Buika? Me basta con dejarla volar libre. Ningún guionista se puede inventar a Buika”.

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