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Percival Everett: “Aún hay gente que cree que si no tiene lo que desea es porque no se ha esforzado”

El gran escritor estadounidense que lleva 40 años escribiendo sátiras sobre el racismo que él mismo ha sufrido ha publicado ‘Los árboles’, un fenómeno editorial sobre negros (muertos) que matan blancos

Percival Everett
Percival Everett posa para ICON en el Parque del Retiro de Madrid.Yago Castromil

El día es un día cualquiera. El futuro escritor es aún un chaval. Está jugando un partido de béisbol. No es un partido de béisbol sin importancia, porque el chaval juega en un equipo. Hay gente en las gradas. Todo marcha como debería hasta que el futuro escritor falla y el entrenador se enfada con él y lo degrada a la tercera base. Es decir, a una posición peor. ¿Por qué? Porque el futuro escritor no estaba exactamente jugando al béisbol. ¿No? No. El futuro escritor estaba aprovechando que el guante que debería tener listo para atrapar la pelota es enorme para leer un libro. Lo oculta a la pequeña multitud manteniéndolo cerca de su cara. El libro es un libro de Kurt Vonnegut. Desayuno de campeones (1973). Desayuno de campeones es la historia de un vendedor de coches usados y de un escritor sin lectores llamado Kilgore Trout. En realidad, es una especie de historia abreviada del siglo XX contada deliciosa y torpemente por, por qué no, el Creador del Universo. ¿Qué a quién parece estar contándosela? A algún tipo de extraterrestre.

“Supongo que fue entonces cuando me convertí en un auténtico bicho raro, ¿jugar al béisbol y leer a la vez? ¿En qué estaba pensando? Debía de tener 13 años”. El que habla es Percival Everett (Georgia, 66 años), estilista del absurdo, a la vez amante de Mark Twain y Chester Himes, y autor de una novela brillante, satírica, y a la vez moderna y posmoderna tras otra desde 1983. Novelas como pequeños soldados o leones capaces de lanzarse a despedazar, a risas, aquello que el racismo, que nace del miedo, que nace de la ignorancia, ha hecho con Estados Unidos y, por extensión, con el mundo entero.

Afroamericano, hijo de un dentista con consulta propia en Columbia –donde creció– y durante años, demasiados, “casi 15″, adiestrador de caballos –”tenía muchas rutinas entonces, los caballos aman las rutinas, en realidad no soportan otra cosa”, dice, y añade, en un susurro, “yo tampoco”–, Everett es un outsider feroz, un titán de la sátira cuyo nombre cotiza ya al alza, literariamente hablando, en su país y también en el nuestro.

Percival Everett
Percival Everett posa para ICON en el Parque del Retiro de Madrid.Yago Castromil
Percival Everett
Percival Everett posa para ICON en el Parque del Retiro de Madrid.Yago Castromil

Humilde y generoso, de sonrisa tímida y palabra esquiva, el escritor, que estudió Filosofía en Miami y es hoy un ilustre profesor universitario, un intelectual –como el protagonista de la batallante X (Blackie Books, 2011)–, se costeó la carrera tocando en bandas de jazz. Como Kevin en Cuánto azul (De Conatus, 2019), pinta, y a veces no entiende cómo funciona el mundo. “Kevin está dentro del espectro autista, y lo más probable es que yo también”, confiesa. Es un día de junio. Everett está sentado en un banco del parque del Retiro de Madrid. Acaba de firmar un puñado de ejemplares de su última novela, Los árboles (De Conatus), noir estrambóticamente descacharrante y, a la vez, paralizantemente doloroso. En él hay blancos –esa clase baja rural denominada despectivamente white trash, basura blanca– asesinados por negros que de ninguna manera pueden estar asesinándolos porque ya están muertos. El absurdo, impulsado aquí por la ignorancia supina, y el orgullo de la misma, de la ciudad supremacista Money, una Twin Peaks más ridícula que rara, está servido.

“La white trash es víctima de sí misma. Creen, de verdad, que son como Donald Trump. Que si no tienen todo lo que él tiene, si son pobres, es porque no han tenido suerte. ¡Creen que todo es cuestión de suerte! No ven que es el sistema el que falla. Vende sueños y provoca pesadillas, pero ellos siguen creyendo que están soñando, y que si las cosas no les salen como desean es porque no se han esforzado lo suficiente, y siguen dentro de la misma lógica, como víctimas no del sistema sino del otro. Es la trampa perfecta”, dice. También dice que Estados Unidos está atravesado por el racismo. Que todo lo que se escribe y se rueda y se crea tiene que ver con el racismo, y si no tiene que ver con él, también, porque evidencia el problema fingiendo que no existe. “Pensemos en Friends. No pretendía tratar el racismo y sin embargo no podía evitar hacerlo evidente, ¿o era posible que esa gente viviese en Nueva York en los noventa sin cruzarse con un solo negro?”, dice el escritor, que sentencia: “En Estados Unidos todo tiene que ver con el racismo”.

Everett, que este año ingresó (por fin) en la Academia de las Artes y las Letras estadounidense, cree que las cosas “estaban empezando a ir bien” justo antes de que Trump ganase las elecciones. Luego retrocedieron inevitablemente. “Biden es un hombre decente, pero no hay mucho que pueda hacer ahora mismo”, dice. También cree que el panorama “es complicado” y que lo peor es que no sabe de dónde puede salir el siguiente candidato demócrata. “La gente individualmente es maravillosa, pero en grupo es horrible. Las hormigas y las abejas saben lo que hacen, los humanos no”, asegura. Convencido de que el lenguaje lo es todo –”es lo que crea las diferencias entre nosotros”–, cree que Internet tiene tanto de inmoral como la Biblia porque, como ella, “justifica cualquier cosa que se te ocurra”. “Si quieres matar a alguien, ciertas páginas de la Biblia te dirán que no debes hacerlo, pero otras te animarán a que lo hagas, exactamente igual que internet. Es un lugar seguro, y a la vez no lo es”.

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