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ESTÁ TODO HABLADO
Columna
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Lo único que no quiero que cambie es el clima

El 23 de julio cientos de miles de votos vendrán demostrar lo pequeño que es en realidad mi mundo, de gente libre y espantada por la ultraderecha; que sí, que las minorías tuvimos razón un rato pero que ahora nos toca tener miedo

Un mundo unido, verdoso y que todavía recuerda algo de color: la obra 'Walking Together', de Salman Toor, cedida por la artista y por Luhring Augustine.
Un mundo unido, verdoso y que todavía recuerda algo de color: la obra 'Walking Together', de Salman Toor, cedida por el artista y por Luhring Augustine.Farzad Owrang
Tom C. Avendaño

Mi amigo llamémosle Edu cree que a la gente que tiene muchas más cosas que él habría que expropiarles y quizá encarcelarles, pero no conozco a nadie que tenga más novios que él. Está el arquitecto francés que le hace sentir asentado; el dramaturgo, que le hace sentir venerado; el del Sónar, que le hizo sentir todopoderoso. Si convocara un casting, estaría más soltero. Estos novios pasajeros están separados, hombres de su vida en multiversos adosados, no como los de mi amigo llamémosle Diego, quien enamora a los nuevos novios hablándoles de lo enamorado que está de los otros. Los de Edu no se acercan mutuamente y a Pedro mucho menos. Pedro es el novio de Edu, el de verdad, con el que lleva años, al que echa de menos si no ve más de dos días seguidos, al que llama antes de una decisión importante y antes de no hacer nada, al que dedica sus poemas sobre sus novios. Tanta gente que conozco vive dentro de variaciones de esta fórmula. Unos están casados, otros prometidos, unos viven juntos, otros no, ninguno se plantea separarse. Todos tienen menos de 30 años.

Edu me pregunta qué pienso y le suelto cualquier chorrada. “Hubo en Misisipi un maquinista heroico porque lograba que los trenes que salían tarde llegasen pronto”, le digo. “Acabó muriendo en 1900 al estrellar un tren que había salido 75 minutos tarde de Tennessee”. Suena a consejo pero no significa nada, no quiero aconsejar nada, quiero que Edu siga hablando. El amor, lo íntimo, ha sido tan efectivo a lo largo de los siglos como herramienta para avergonzar, someter y reprimir que me sorprenden las formas que cobra cuando se vive con libertad. Quiero seguir viendo cómo cambia cuando lo dejamos evolucionar en paz.

Sale el tema con llamémosla Norma, una de las personas más inteligentes que conozco. Norma tiene novia, solo una, está perdidamente enamorada, viaja mucho a ver su familia política. El daño que le hagan en redes los bots y los atrasados porque ella es trans no llega ahí, a ese vínculo. Tampoco al que haya entre ella y el Estado, el cual facilitó su transición sin las vejaciones de un país sin ley trans. Norma fuma y defiende cualquier forma no hegemónica de relación: quizá por ser trans, valora tanto la fidelidad a uno mismo, no a una patria ni a una religión ni a un periódico. Me pregunta cómo vemos esto los de 40. Contesto lo que sea. “Cuando dejas de beber descubres que en España, a partir de cierta hora, todas las bocas saben a alcohol”. Quiero que siga hablando ella. Quiero ver cuánto crece una persona así cuando le dejamos en paz.

Mi abuela, 93 años casi 94, seis ceros en el DNI, guapísima desde que dejó de fumar el otro día, ya casi siempre en el hospital, está interesada en todo esto. Me indica los médicos que podrían ser buenos novios: de joven de derechas en los años cuarenta a la nonagenaria más empática de la Jiménez Díaz. Me cuenta batallitas, que ya son las mías, que son las nuestras, lamenta que el hospital esté cada vez peor, me pregunta si debe quejarse. “Los modales solo evitan los problemas, no los resuelven”, digo, yo qué sé. Quiero que hable mientras pueda, quiero ver cuánto más puede aprender, abrirse de mente y tolerar una persona si la gente a que la ama le enseña el camino.

Este es mi mundo, personal y anecdótico. El 23 de julio vendrán cientos de miles de votos a decirme lo pequeño que es; que sí, que igual tuvimos razón un rato pero ahora nos toca tener miedo, y lo tengo, que todo tiene su momento (encima la peor frase del Eclesiastés). No sé qué hacer, más allá de verlo venir. Recordar que este mundo existió, que fue real, señalar la marca que la ola dejó en la roca cuando estaba en lo más alto; que este planeta cada vez más acalorado lo ocupó gente muy feliz porque lo podía cambiar. Lo único que no quiero cambie en esta vida es el clima.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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