“No he matado a Samantha Jones, la he liberado”: ascenso, caída y final del personaje más querido de ‘Sexo en Nueva York’
La gran noticia de la nueva temporada de ‘And Just Like That’, que regresa la semana que viene, es la aparición de Kim Cattrall, la actriz que tras muchas controversias juró no volver a la serie
La actriz Kim Cattrall ha dicho cientos de veces (en entrevistas televisadas, en reportajes en prensa o en encuentros con el público, uno de ellos en Madrid no hace muchos años) que jamás volvería a ponerse en la piel de Samantha Jones, la relaciones públicas descarada y libre de Sexo en Nueva York. Sin embargo, y tal vez (como muchos fans suponen) a cambio de un enorme cheque, se ha anunciado una nueva y breve aparición de su personaje en And just like that, la serie que continúa con la trama y los personajes de Sexo en Nueva York, que está a punto de estrenar su segunda temporada y en la que (sobre esto no hay división alguna) se echa enormemente de menos a su personaje.
La noticia es una bomba entre los seguidores porque la relación entre ella y sus compañeras (especialmente Sarah Jessica Parker) había llegado a un punto de aparente no retorno en 2018, cuando Cattrall llamó a Parker en su Instagram “hipócrita” y “cruel” y compartió un enlace del New York Post en el que se hablaba de un ambiente terrible durante la grabación de la serie original (emitida de 1998 a 2004 por HBO en Estados Unidos e inicialmente por Canal+ en España), en el que el resto de las actrices, encabezadas por Parker, aislaban e ignoraban a Cattrall. El hecho de que la actriz, de 66 años, compartiese esta noticia daba, aparentemente, su bendición a esa versión de la historia. Parker siempre la ha negado.
Cinco años después, hace una semana, Cattrall compartió en Instagram lo impensable: la noticia exclusiva de Variety anunciando su regreso al personaje. Lo hizo con un lacónico y mordaz “Feliz Orgullo”, que tiene muchas lecturas. ¿Homenaje a los fans de la serie cercanos al colectivo LGTB, que adoran a Samantha? Obvio, pero el orgullo de Cattrall podría apelar al de ser tan libre como lo era su propio personaje y al derecho a cambiar de opinión. A hacer, como hubiese querido Samantha, lo que le da la gana y, de paso, recibir muchísimo dinero por ello.
Antes de esto, antes del regreso y de las controversias y de las peleas, lo más libre y controvertido que había hecho Samantha, como personaje, fue desaparecer. Kim Cattrall se convirtió en un inesperado símbolo de firmeza e individualidad al repetir la palabra “no”. Se podría decir que incluso de necesaria resistencia ante un nuevo paradigma cultural y audiovisual que obliga a que todo vuelva. Los seguidores de Sexo en Nueva York pedían a gritos una tercera película, pero ella dijo “no”, consciente de que a menudo no hay que dar al público lo que desea. En la era del streaming todos los personajes resucitan, han vuelto las series de los ochenta, de los noventa, de los dosmil, han vuelto ABBA y hasta los Beatles cantarán de nuevo gracias a (o por culpa de) la inteligencia artificial. Pero Kim Cattrall, pregunta tras pregunta, oferta tras oferta, llevaba 13 años soltando un firme, necesario y revolucionario “no”.
Revivir a Samantha, mantenía ella, sería acabar lentamente con Samantha. Llegó a existir el guion para rodar una tercera película de la saga cuyo rodaje se canceló cuando ella se negó a participar. Sobre ese guion trascendió lo siguiente: que el personaje de Mr. Big (pareja de la protagonista, Carrie, e interpretado por Chris Noth) moría (como luego sucedía en el inicio de And Just Like That) y que, de nuevo relegada al papel de comparsa, lo más reseñable que le ocurría al personaje de Samantha era que recibía fotos eróticas explícitas del hijo de Miranda (Cynthia Nixon), que en aquella película tendría solo 14 años. Este dato, pura leyenda de internet, lo confirmó la propia Cattrall en una entrevista en Variety en 2021. “¿No es descorazonador?”, comentó al respecto de su trama. En un extracto de una entrevista con Piers Morgan (los cinco millones de visionados que tiene el vídeo en YouTube constatan lo muchísimo que interesa este tema), Cattrall define con muy pocas palabra su actitud, su eterno “no”. El presentador le dice: “Mucha gente te acusa de haber matado a Samantha”. Y responde ella con determinación: “No he matado a Samantha, la he liberado”.
Cualquiera que viese las dos películas posteriores a la serie (la primera estrenada en 2008 y con críticas tibias, la segunda en 2010 e incluida en varias listas de lo peor de aquel año, ambas elegantemente ignoradas en And Just Like That) puede confirmar que el tratamiento de Samantha era, efectivamente, descorazonador. Samantha, que durante las seis temporadas fue para millones de fans el mejor personaje de la serie (también para Movieline, The Guardian, New York Magazine, Out o Screenrant) y una verdadera heroína, se limitó durante las películas a correr por el fondo del plano persiguiendo a un hombre, o a varios, o quejándose porque no había hombres a los que perseguir. De heroína de la liberación sexual femenina a versión femenina de Benny Hill. No es que nadie esperase que no hablase de sexo o lo practicase (ella era el sexo en Nueva York), solo se echaba de menos que hiciese algo más.
Cattrall fue muy crítica con aquellos guiones. En 2013 confesó a este periodista: “Los tiempos actuales necesitan un punto de vista mucho más realista, tanto en el sexo como en todo lo demás. Y que no solo entretenga, sino que también eduque. Tal vez fue el error que cometimos en las películas. Los personajes tenían que haber evolucionado, pero seguían igual. El mensaje se nos quedó antiguo. La mala reacción que provocó fue un signo de que los tiempos habían cambiado”.
En la entrevista de Variety no solo se lamentó sobre la deriva de su personaje, también llegó a dar ideas sobre qué podría haberle dado dignidad y nueva relevancia. “¿Por qué no podía Samantha, que tenía su propia agencia de relaciones públicas, venderla debido a la crisis? 2008 fue muy duro. Podría haberla vendido a un tipo con una sudadera con capucha, y ese podría haber sido su dilema. Ese hubiese sido un buen conflicto”. En su lugar, estaba desesperada porque follaba poco con su novio y su escena cumbre es cuando lo espera desnuda y cubierta de sushi.
Eso sí, el sexo y la comedia eran centrales en Samantha. Negar eso hubiese sido negar la esencia del personaje. Durante las seis temporadas de la serie, Samantha se acostaba con hombres sin recordar que ya se había acostado con ellos antes, tenía sexo con tíos con penes demasiado pequeños y con otros con penes demasiado grandes, hacía tríos, se encaprichaba de un cura, salía con una mujer, salía con un enano, salía con un tipo al que le sabía fatal el semen, se acostaba con un actor porno, devolvía un vibrador porque no le daba buenos orgasmos y le colgaba el teléfono a Charlotte tras decirle: “Me estoy masturbando, eso es lo que haré hoy todo el día”. Todo eso hacía de Samantha el personaje más libre, moderno y memorable de la serie y daba lugar al eterno chiste de si era, en el fondo, la fantasía de un hombre homosexual (Darren Star y Michael Patrick King, creador y alma de la serie, respectivamente, lo eran, y Marge Simpson definió en Los Simpson a Sexo en Nueva York como “esa serie sobre cuatro mujeres que se comportan como cuatro gais”).
Pero aparte de todo eso, era también la única que jamás juzgaba al resto de los personajes, que tenía muy claro que no deseaba ni compromisos amorosos ni hijos y que hacía de cabeza de lanza a la hora de explorar temas como la pérdida del periodo, los detonantes del deseo, la belleza madura o la línea difusa que separa el amor propio y el amor hacia otros. Una vez le dijo a un novio antes de abandonarlo, so peligro de perder la cabeza: “Te quiero, Richard, pero me quiero más a mí”.
“Sexo en Nueva York resulta, vista hoy, una serie enormemente conservadora que te dice que lo más importante en la vida es encontrar una pareja y ninguna vida estará completa sin ella”, observa Raquel Piñeiro, periodista, escritora y creadora, junto a Patricia Blanco, de Sexo en Nueva York Podcast, donde desgranan y analizan episodio a episodio la serie y, especialmente, cómo funcionan sus tramas hoy, en un mundo que ha cambiado tanto. “Samantha era el único personaje que subvertía la idea del amor romántico. Era la que de verdad estaba satisfecha con una vida de promiscuidad y no pedía perdón por disfrutar del sexo, de ganar mucho dinero, de gastarlo a su manera y de pasar de las críticas ajenas”. Para Piñeiro, la elección de la actriz (que rechazó hasta tres veces el papel) fue clave. “Cattrall conseguía que todo esto no se quedase en una caricatura y que Samantha fuese alguien con quien era posible empatizar, mucho más allá del putón simpático al que le ocurren cosas graciosas. Es más, esa reivindicación del putón como algo positivo, siendo además una mujer con poder, era rompedora hace 25 años y lo sigue siendo hoy”.
Samantha fue también una de las primeras mujeres que se hacía en una serie de televisión las pruebas del VIH (fue en el episodio 11 de la tercera temporada). El guionista y director Juan Flahn, que exploró los personajes femeninos en series españolas precursoras como Mujeres (TVE, 2006), apunta que esa escena podría ser una de las causas que hizo que el personaje se convirtiese en un icono para la comunidad gay, como la propia Cattrall parece haber reconocido en su cuenta de Instagram. “Era la más promiscua, la que follaba con más libertad y con menos comeduras de cabeza. Pero además se ha añadido un componente últimamente, que es la rivalidad que tiene con sus compañeras de reparto en la vida real, una cosa que apela a cierto sector homosexual de cierto momento social que siempre disfrutó con las peleas entre grandes mujeres y que trasciende a la propia ficción. Ese hecho ha coronado definitivamente al personaje de Samantha. Si fuera otro personaje u otra serie, que ha ocurrido, nadie le estaría prestando tanta atención”.
Cabe preguntarse, claro, cómo será este regreso. El personaje no es cualquiera y la historia que hay detrás no es cualquiera, sino un enfrentamiento público, notorio e insalvable. Es una breve aparición (en cuyo rodaje no coincidió con ninguna de sus compañeras), no un regreso del personaje. Y es puro negocio, no una reconciliación. En la primera temporada de And Just Like That se justificaba la ausencia de Samantha por una pelea con Carrie, tras la cual se había ido a vivir a Londres, y el personaje se convertía en una especie de fantasma que, de vez en cuando, enviaba mensajes de móvil. Al final, los dos personajes quedaban en encontrarse. La serie es consciente del enorme agujero que dejó Cattrall: en la primera escena del primer episodio se habla de ella para justificar su ausencia, su nombre se menciona durante toda la temporada y aparece un personaje, Seema, interpretado por la anglo-india Sarita Choudhury, que recordaba a Samantha en su carácter deslenguado y en su amor por el sexo. And Just Like That no se mantiene sin Samantha y la serie lo sabe. Ahora podemos empezar a creer que Kim Cattrall, pese a que asegura no haberla visto nunca, lo sabe también.
Puedes seguir ICON en Facebook, Twitter, Instagram, o suscribirte aquí a la Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.