Noémie Merlant: “Bataclan fue horrendo. El terror de no saber si algún miembro de tu familia o algún amigo estaba allí no se puede describir”
Chica de moda del cine francés y estrella de ‘Un año, una noche’, piensa revalidar su gran racha de 2022 con la nueva película de Louis Garrel, ‘El inocente’, que se estrena el 5 de abril
Existe un punto de inflexión en la carrera de Noémie Merlant (París, 34 años) tras protagonizar Retrato de una mujer en llamas (2019), el largometraje de Céline Sciamma por el que obtuvo su segunda nominación a los Premios César. Ese drama lésbico le abrió de golpe las puertas del cine francés y la convirtió en una de sus intérpretes de moda. “Me cambió la vida, como ser humano y como mujer”, proclama ahora la actriz en la suite de un céntrico hotel berlinés, adonde acaba de regresar después de fumarse un cigarro exprés, para someterse a otra entrevista.
Hay mucho de lo que hablar. Viene de una racha pletórica, compuesta por Un año, una noche (de Isaki Lacuesta, presentada en la Berlinale de 2022); París, distrito 13 (de Jacques Audiard) y Tár (de Todd Field), que se llevó seis nominaciones a los Oscar, y donde le aguanta el pulso a toda una Cate Blanchett. El próximo cinco de abril estrenará El inocente, la cuarta película como director y guionista de Louis Garrel (Los dos amigos, Un hombre fiel); y a lo largo de este año también espera Les Âmes sœurs, del maestro galo André Téchiné. Quién dijo vértigo.
Merlant, que hace unos días ganó el César a la mejor actriz de reparto por su papel en El inocente (a la tercera va la vencida, dicen), se suma a esta historia sobre segundas oportunidades que ha armado Garrel. Un guion que entremezcla el noviazgo entre un preso que acaba de ser puesto en libertad y una mujer, con las dudas del hijo de esta recién enviudado (ella interpreta a la joven que le da ánimos). Podría pasar por el reverso positivo de la oscuridad del filme de Lacuesta. Una cinta que, según ella, “habla de afrontar el trauma, pero también del amor, la comunicación y el arte”.
Allí se narra la historia de una pareja tras sufrir el atentado de Bataclan, en una adaptación del libro Paz, amor y death metal (Tusquets), de Ramón González, un español testigo de la masacre islamista en el club parisino el 13 de noviembre de 2015. “Cuando ocurrieron los ataques, yo estaba en mi casa, en el distrito 12, que está justo al lado del barrio donde se encuentra la sala. No entendía nada, no podía creer lo que estaba sucediendo. Recuerdo sentir mucho miedo”, rememora Merlant.
“Y hacía solo dos días que había estado sentada en la terraza de Le Carillon, otro de los cafés atacados —prosigue—. Bataclan es un sitio muy popular, donde solemos ir los parisinos y gente de fuera. Es un símbolo de música y de arte, un lugar donde compartimos nuestras vidas. Entre las víctimas había 29 nacionalidades distintas, todo tipo de creencias religiosas, de estratos sociales y grupos de edad. Cualquiera se puede identificar con las víctimas. Fue horrendo. El terror de no saber si algún miembro de tu familia o algún amigo estaba allí no se puede describir”.
Ahora ella solo tiene palabras de agradecimiento para Lacuesta. “Es un realizador increíble. Y un ser humano maravilloso que busca la verdad de la vida, los pequeños detalles y la complejidad de las emociones. Y es capaz de reflejar todo esto en pantalla. Para mí es un poeta. Además, en el set te hace sentir muy cómoda. Se preocupa por el equipo todo el tiempo. No le importa parar de rodar si nota que no te encuentras bien y eso es poco común entre los directores. Muchos de ellos solo pretenden seguir adelante, cueste lo que cueste”.
El cineasta catalán, en una entrevista posterior, le devuelve los elogios. “Cuando empezamos fue mucho más allá de mis expectativas. Es una pena que el público no pueda ver cómo es en cada toma. Está siempre conectada. Es algo inverosímil que nunca vi antes. Recuerdo que, en uno de los primeros ensayos, se puso a llorar de manera impresionante y empecé a grabar porque pensé que se había metido en el papel de manera especial. Luego me di cuenta de que podía hacerlo las veces que le diera la gana. Trabajar con ella es una de las experiencias más bestias que he tenido como director”.
Nacida en el distrito 15 de París, Merlant pasó su adolescencia en Rezé, al sur de Nantes. Estudió danza clásica y contemporánea y recibió clases de canto. “De pequeña quería ser cantante. Me fascinaba Céline Dion”, confiesa con un punto de vergüenza. Tras el bachillerato ejerció como modelo, algo de lo que acabó asqueada. “Cuando era más joven pensé en estudiar Administración de Empresas, sin tener muy claro de qué iba eso”, señala. “Toda mi familia trabaja en el sector comercial, pero yo no sabía qué hacer”. A los 18, su padre la convenció para ingresar en la escuela de interpretación Cours Florent (al igual que Isabelle Adjani o Audrey Tautou) y descubrió su vocación. “Al principio fue complicado, porque no quería valorar ninguna otra opción laboral: o eso o nada. Cuando fue pasando el tiempo y las cosas no salían como yo esperaba, incluso me planteé hacerme agente inmobiliaria, como mis padres, aunque no me hacía ninguna gracia”, asegura.
Por fortuna no fue necesario ponerse a vender inmuebles ajenos. Su oportunidad le llegó en 2019 con Retrato de una mujer en llamas. “A raíz de eso me propusieron muchos más papeles, algo esencial para que una actriz pueda elegir su camino. Soy consciente que no todo el mundo tiene esta suerte, por eso me tomo muy en serio todas las ofertas que me llegan”, explica. “Para mí actuar es una especie de terapia continua. Me ayuda a entenderme mejor y también a los demás. En realidad, es mágico lo que te sucede cuando te metes en un papel. Aunque la elección no siempre es fácil y a veces cometo errores. Pero la interpretación me ha permitido conocer a increíbles mujeres cineastas como Céline Sciamma o Mélanie Laurent, que para mí son grandes modelos como contadoras de historias, lo que me ha dado el impulso para llegar a convertirme en directora”.
Se refiere a su ópera prima, Mi iubita, mon amour, presentada en Cannes en 2021, y a un thriller que tiene en cartera. Hasta entonces podemos encontrarla tarareando a C. Tangana, que cuenta con un pequeño cameo en Un año, una noche. “No le conocía, pero ya no puedo parar de cantar sus canciones. ¡Me encantan! Aunque, la verdad, no tengo ni idea de lo que dicen”.
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