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Graeme Armstrong: “He cambiado detalles. Fue mi amigo quien asesinó a un niño con un cuchillo y no al revés”

Ha escrito ‘The Young Team’, una premiada novela tan cruda como lírica que narra en primera persona la vida de un adolescente miembro de una banda juvenil en el violento Glasgow de hace 20 años

Graeme Armstrong y su pandilla, a principios de los dosmiles.
Graeme Armstrong y su pandilla, a principios de los dosmiles.Cortesía de Graeme Armstrong

Durante la primera década de este siglo, Glasgow era considerada la capital europea del crimen. Su área metropolitana era el escenario de una batalla diaria, avivada mediante drogas, raves y música trance, entre multitud de bandas juveniles por el control del territorio. Al autor escocés Graeme Armstrong, nacido en 1992 allí mismo, en la localidad de Airdrie, al este de la urbe escocesa, esta silenciosa guerra le pilló en plena adolescencia.

Era difícil crecer ahí y no caer bajo el influjo de aquellas pandillas. Prácticamente no había otra opción. Las bandas aportaban un sentido a la existencia, una sensación de protección que fuera de ellas era difícil de encontrar. Obviamente, también tenían sus inconvenientes. Podían provocar que te expulsaran de la escuela, como le pasó a Armstrong siendo un chaval, y a presenciar horrores que nadie, y menos un adolescente, debería nunca ver. También podías acabar muerto. Por suerte para él, pudo escapar de todo aquello. La literatura tuvo mucho que ver.

En 2020 publicó su primera novela, The Young Team, que acaba de ser traducida (heroicamente) por Automática Editorial. El libro cuenta una historia muy parecida a la del propio Graeme, aunque el protagonista se llama Azzy Williams y vive en un barrio de clase trabajadora. Una zona deprimida en la que ya no hay tiendas ni trabajo y los chavales no tienen nada más que hacer que juntarse en una casa abandonada y beber Buckfast, una especie de vino reconstituyente de alta graduación con cafeína, de esos que se venden en farmacias. Sí, recuerda al Trainspotting de Irvine Welsh, pero tiene su propia entidad: En 2021, año de su publicación en inglés, recibió varios premios literarios escoceses (Scots Book o the Year, Betty Trask Award) y ya está siendo adaptado al cine. “En mi cabeza, The Young Team siempre fue ficción, pero si alguien lo describiera como autoficción, tampoco me molestaría”, explica el autor. “La historia se parece mucho a mi propia vida. Estuve en una pandilla en el mismo espacio geográfico en el que transcurre la novela. También había un edificio abandonado como se describe en ella y desde luego que hubo muchísima violencia. Las luchas de Azzy y su pandilla son las mías. He cambiado algunos detalles, eso sí. Por ejemplo, fue mi amigo quien asesinó a un niño con un cuchillo y no al revés. La realidad suele ser mucho más impactante que las versiones ficticias”.

El autor en la actualidad.
El autor en la actualidad.

Según el autor, en la historia real hubo muchas más muertes de las que se relatan en el libro. “En la vida hay muchos más callejones sin salida que avenidas”, sentencia. “La realidad, a veces, tiene que ser suavizada para resultar creíble y servir al objetivo del libro, que en mi caso era explorar la fragilidad y la decadencia masculina. También quería reflejar el anhelo de una infancia más tranquila. Las terribles experiencias con la salud mental y la adicción están todas basadas en hechos reales. La ficción me ofrecía un lienzo en blanco para adentrarme en el pasado, pero también tenía sus limitaciones”.

The Young Team también es una historia de superación. A lo largo de sus páginas acompañamos a Azzy a lo largo de casi 10 años. Vivimos (y sentimos gracias a un ritmo literario que se adapta al relato) sus primeras borracheras, la euforia de las primeras juergas y los efectos de las drogas, pero también lo acompañamos en sus momentos de oscuridad, cuando pierde a alguno de sus amigos, cuando intenta escapar de la adicción.

Armstrong abandonó el mundo de las bandas a los 16 años tras un incidente en el que un amigo murió de una sobredosis de heroína. “El funeral fue traumático”, recuerda. “Todavía hoy recuerdo perfectamente la cara de su madre y la de él dentro del ataúd. Fue un momento muy duro. Me di cuenta de que estaba en un lugar muy oscuro, rodeado de muerte y destrucción. Fue en aquella misma época cuando leí Trainspotting. El libro me impactó mucho y fue decisivo para que decidiera quedarme en la escuela e intentar ir a la universidad. Ese camino me tomaría cinco años. No fue hasta la Navidad de 2012 cuando finalmente logré vencer mi propia adicción a las drogas y dar los primeros pasos para alejarme del mundo de las bandas. Esta Navidad se cumplen 10 años desde que estoy limpio. Me siento afortunado de estar aquí, porque historias como la mía no suelen tener finales felices”.

La escritura se convirtió a partir de entonces en un antídoto contra el vacío y el síndrome de abstinencia que dejaron las drogas. “Los primeros días me estaba volviendo loco. Atrapado en mi propio apartamento, sin dinero, sin amigos y con mucho tiempo libre”, recuerda Armstrong. “Era muy joven, solo tenía 21 años. Empecé a reflexionar sobre el principio de todo, sobre cómo había acabado así. Estaba consumido por la frustración y la soledad y contar nuestra historia fue terapéutico. Tres meses después, había escrito The Young Team. Ha sido una experiencia transformadora. La energía del sufrimiento y la adicción se vertió en cada página. Después de eso, volví a la Universidad de Stirling para estudiar un máster en Escritura Creativa y seguí trabajando en el proyecto. Allí tuve como mentora a la autora escocesa Janice Galloway, que me ayudó mucho para dar el paso a profesional. Pasaron otros siete años y 300 rechazos antes de que finalmente consiguiera publicar el libro en 2020″.

Graeme Armstrong, colegial conflictivo.
Graeme Armstrong, colegial conflictivo.

Como vemos, el proceso de escritura fue muy largo y laborioso. En su versión original, el libro estaba escrito en la jerga de la zona donde se desarrolla la acción, un galimatías difícilmente comprensible para el extranjero. Para que el libro fuera más fácil de entender, Armstrong tuvo que simplificarlo. “El lenguaje de los protagonistas me tomó mucho tiempo. Con el uso de las redes sociales cuando éramos adolescentes, probablemente fuimos los primeros jóvenes escoceses en traducir nuestro dialecto callejero hablado a palabras escritas”, explica. “Comenzamos a escribir fonéticamente en los SMS y en MSN Messenger. No teníamos idea de que estábamos transformando una rica tradición oral en texto, realizando una tarea lingüísticamente muy compleja. Cuando llegó el momento de escribir la novela, tuve que tomar muchas decisiones en relación al léxico. Escribirlo de forma totalmente fiel a la realidad hubiera hecho el texto muy difícil de entender”.

Así lo explica Carolina Santano, la traductora encargada de verter el texto al español. “Para adaptar el dialecto que el autor utiliza, opté por utilizar referencias locales muy específicas que sitúan al lector una y otra vez en Airdrie y que me pasé horas buscando. También usé mayúsculas para dar a entender que estamos gritando porque estamos DE MALA HOSTIA o tenemos ANSIEDAD, palabras sin espacios comocuandounohabladeltirónsinpararsearespirar y, sobre todo, prioricé y cuidé mucho el tono del original, que es una jerga bastante bestia, con insultos por doquier, una prosa cruda y acerada, un ritmo rápido y sorprendentes arrebatos líricos. Probablemente, lo más difícil ha sido no cohibirse con la traducción. A veces, parece que hay una cierta timidez o modestia que lleva a querer suavizar el tono de las traducciones y rebajar su intensidad. A fin de cuentas, ‘Vete a tomar por culo, cabronazo’ es bastante más impactante cuando lo pones por escrito, que cuando lo oyes por la calle. Pero esa es precisamente la tarea del traductor: respetar a su autor y ser valiente, dejar atrás la timidez y poner por escrito ese ‘hijoputa’ que el autor del texto original ha elegido escribir. Porque, a fin de cuentas, este libro es tan impactante, a la par que importante, por lo valiente de la historia, pero también por el modo en que se cuenta”.

Armstrong reconoce que sus influencias fueron muy variadas. Desde las más esperables como el cine de Ken Loach, o los libros de David Keenan, un autor de su propia ciudad que “escribe sobre la escena de las bandas punk de los años setenta y ochenta con una prosa extraña, narcótica y hermosa”; a otras más sorprendentes como el estilo neonoir del videojuego Max Payne de PlayStation 2 de 2001.

Obviamente, el escritor también admite la profunda influencia de Trainspotting, la novela y la película, aunque con algunas salvedades. “El efecto de Trainspotting todavía sigue inspirando a artistas escoceses como yo. Ha sido fundamental no solo en mi obra, sino también en mi propia supervivencia personal. El libro trazó un mapa del paisaje creativo escocés y nos permitió creer que era posible contar historias de la clase trabajadora de Escocia. He rendido homenaje y mostrado mis respetos al libro y siempre lo haré, pero también pienso que hemos caído en una trampa. Los periodistas ingleses de clase media lo citan constantemente como un reflejo actual de la vida de la clase baja escocesa, ya que es realmente la única realidad de Escocia que conocen o que les importa. Pero Trainspotting se publicó en 1993 y está ambientada en la década de los 80. Su estilo encaja con esa época, es exagerado, loco y, en realidad, más parecido al surrealismo que al realismo en algunos puntos. Pero ya ha pasado mucha agua debajo del puente desde entonces y muchas tribus con sus propios problemas y virtudes han quedado ocultas bajo la sombra de Trainspotting. Es un gran legado, sin duda, pero hace mucho que está desactualizado. Hacen falta historias escocesas actuales, especialmente de la clase trabajadora. También había mujeres en las bandas de Escocia. ¿Dónde está su historia? Todavía no nos la han contado porque estamos demasiado ocupados pensando en los juegos de palabras pasados de moda de Trainspotting. Debatir, discutir y diseccionar repetidamente esa novela es una forma de parecer abiertos e inclusivos, cuando lo que ocurre es exactamente lo contrario. La nostalgia está bien, pero ya hace tiempo que existe una generación de escoceses más jóvenes que yo y sus historias importan, y se les debe dar su tiempo y su espacio en el panorama cultural de Escocia y del Reino Unido”.

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