Uniformes, flores y regatas: la transgresión victoriana de S. S. Daley gana el prestigioso premio LVMH para jóvenes diseñadores de moda
El diseñador, nacido en Liverpool, presenta colecciones en el límite entre lo masculino y lo femenino a través de puestas en escena que beben del teatro y la danza
Cuando estudiaba en la universidad de Westminster, el joven Steven Stokey Daley solía fijarse en los alumnos de Harrow, una prestigiosa escuela que forma tradicionalmente a la élite británica. “Siempre caminaban en parejas, con sombreros de paja y flores en los bolsillos”, contó a la revista AnotherMag en 2021. De aquel contraste entre una involuntaria estética camp y unos muy asentados arquetipos heteropatriarcales nacieron sus primeros pasos como diseñador. Su primera colección se presentó en 2020, poco antes del primer confinamiento. Dos años después su firma, S. S. Daley, se ha alzado este 2 de junio con el prestigioso LVMH Prize, el premio de diseño concedido por el gigante del lujo francés.
“No me esperaba ganar”, ha afirmado al recoger el premio anunciado por Cate Blanchett, antes de dar gracias al jurado, a su familia y amigos, a la periodista Sarah Mower —una firme defensora del nuevo talento de la moda británica— y a Harry Lambert, el influyente estilista que ha transformado la relación con la moda de estrellas como Harry Styles o Sam Smith.
El diálogo entre géneros que plantean las colecciones presentadas por Daley hasta la fecha dan fe del excelente momento creativo que vive la moda para hombre entre los nuevos diseñadores. Sus diseños, que recuperan patrones victorianos y motivos tradicionales británicos, cuentan con un ingrediente clave: la cuestión de la clase social. Si sus primeras colecciones cuestionaban el sistema de las public schools de la élite británica, posteriormente ha desplegado una suntuosa deconstrucción de la estética asociada a esa aristocracia rural que, desde hace décadas, protagoniza novelas, películas y series de televisión. Entre la majestuosidad sentimental de una saga de E. M. Forster y el pastiche estético de Downton Abbey, el toque contemporáneo viene dado por la transgresión queer. “Me encontré con imágenes de una regata y nunca había visto nada similar... Hay algo inherentemente femenino en esa cultura hipermasculina”, explica en una entrevista recogida en su propia página web.
Daley pertenece a una jovencísima generación de diseñadores que se licenció durante los confinamientos de la pandemia del covid-19. Su planteamiento, por tanto, es a la vez introspectivo —recuerdos de infancia, intimismo, historicismo— y expansivo, con puestas en escena donde los bailarines y los actores de teatro sustituyen a los modelos convencionales, y donde el desfile se convierte en una obra de teatro que rebasa con mucho los 15 minutos de rigor en la industria. A diferencia de la mayoría de revelaciones de la moda británica de las últimas décadas, Daley no ha salido de las prestigiosas escuelas londinenses —Central Saint Martins o London College of Fashion—, sino del grado de diseño de moda de la Universidad de Westminster.
En lo que sí es plenamente británico es en su sentido del espectáculo y de lo narrativo, en una vocación rompedora que comparte ADN con John Galliano o Alexander McQueen. Precisamente McQueen es otra referencia habitual en su genealogía creativa: Daley elaboró su colección de graduación a partir de tejidos donados procedentes de sobrantes de McQueen, y desde entonces sus propuestas se alimentan de tejidos aprovechados, reutilizados o donados, en una vocación por la sostenibilidad que han tenido muy en cuenta los miembros del jurado del premio LVMH.
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