“Sacaré en vídeos a ‘Gorriontxu’: Rober Wido, el ‘instagrammer’ más esquivo de España, regresa tras años de misteriosa ausencia
El creador de contenido vasco más popular después de Ibai Llanos ha desatado la euforia colectiva con su reaparición en las redes sociales tras tres años de silencio y especulaciones
Cuatro palabras bastaron para desbordar las emociones y sentimientos del público, aunque todas las palabras fueran la misma y, realmente, ni siquiera fuera una palabra: “¡Mic, mic! ¡Mic, mic!”. Un simple vídeo de cuatro segundos con esta importante alocución, un pájaro al hombro y una sonrisa de oreja a oreja fue la ceremoniosa publicación elegida, este martes 26 de abril, por el instagramer Rober Wido para inaugurar su nueva cuenta (@roberwidoll). Y, de paso, ponía fin al periodo de oscuridad de tres años al que había sometido a los 54.000 seguidores que alcanzó en su anterior etapa, tras abandonar la red social sin previo aviso ni dejar rastro. Lejos de que su popularidad haya menguado en este tiempo, apenas 48 horas después el nuevo perfil tenía ya 140.000 personas enganchadas a las historias de Wido, cuyos vídeos anteriores, descargados y difundidos por multitud de admiradores, se han mantenido virales en este tiempo y acrecentando su leyenda.
De Rober Wido se saben con certeza solo unas pocas cosas: es vasco, probablemente vive en el entorno de Bilbao, tiene cerca de 60 años y le gusta mucho la vida tranquila; en particular, los porros. Fue adicto a la heroína, según lo que se refleja en un blog que tuvo entre 2010 y 2011, con el elocuente título Jonkies Rabiosos. Y, a partir de ahí, todo lo demás ya es adentrarse en el terreno de la fabulación. En las historias que cuenta hay personajes recurrentes, como Scarlett, hija de un magnate del petróleo de Texas, con la que vivió un romance y un sinfín de aventuras en lugares como Kabul o Marsella, hasta que ella decidió fugarse con el empresario y exdirector del equipo de Fórmula 1 de Renault Flavio Briatore. También hay chanchullos, negocios turbios, golpes y situaciones a vida o muerte.
Es difícil saber el porcentaje auténtico de verdad y ficción en las narraciones de Wido, pero lo que es innegable es su capacidad de atracción: en sus vídeos de, como máximo, un minuto (siempre ajustándose al formato de Instagram), consigue construir una cercanía con la que multitud de estudiosos del lenguaje de redes y el posicionamiento de marcas apenas podrían soñar.
Porque el fenómeno en torno a Rober Wido no es comparable al de la explotación infame de personajes aparentemente marginales que llevaban a cabo Javier Cárdenas o programas como Callejeros. La mayoría de sus seguidores no están ahí para reírse de él, sino que le demuestran un cariño y un interés sincero en los comentarios e incluso le homenajean con dibujos que el propio Wido comparte agradecido. El día a día que reflejan sus publicaciones es, al margen de un consumo de marihuana muy por encima de la media mundial, bastante corriente. Sus avatares son los de cualquier persona (“cumplir con el puto sistema” y trabajar, la preocupación por la pandemia o la guerra, las dificultades para entender la configuración al cambiar de teléfono, encontrar tiempo para relajarse, hacerse una buena comida o quejarse de la “fucking lluvia”) y, por ello, resulta fácil empatizar con él, hasta el punto de lograr que incluso un mero vídeo describiendo el mal resultado de una ensaladilla rusa que había preparado con cariño, junto a la apostilla “No me están saliendo bien las cosas últimamente”, pueda encoger el corazón.
El remanso de tranquilidad y de luz que solía ser el contenido de Rober Wido se ha visto acrecentado en esta nueva etapa en Instagram por la presencia de Gorriontxu, un pájaro al que colma de afecto, atenciones y epítetos como bihotza (en euskera, corazón). Según él describe en los vídeos, Gorriontxu tiene siempre abierta la puerta de la jaula y vuela libre por la casa. También le ha dado de probar de su critical bilbo, la hierba de, al parecer, muy buena calidad que se encuentra fumando estos días, como vemos en otro post donde el pájaro picotea el cogollo que Wido lleva colgando en una oreja. El instagramer vasco, además, ha regresado con nuevas recomendaciones musicales, otra de sus antiguas señas de identidad: a clásicos como Dr. Dre, Snoop Dogg o La Casa Azul, que se escuchan de fondo en sus grabaciones, en la primera tanda de publicaciones de su actual cuenta ha dejado traslucir su reciente entusiasmo por Silk Sonic, el nuevo proyecto de Bruno Mars y Anderson Paak.
“Hay que animarse, poner un par de canciones bonitas y hacerle frente a la vida. ¡Que tengáis todos un día de la pera!”, anima Wido, madrugador, en otro de los vídeos que ha colgado en las últimas horas; algo que hace pensar que, a diferencia de la fracasada ensaladilla, los espaguetis a la carbonara que anunció que se prepararía el día anterior para “ponerse fuerte y cachas” le sentaron bien. Otra de los sorpresas de esta vuelta ha sido su emotivo reencuentro con, según relata en un vídeo, un joven con el que vivió hace 20 años en Málaga, hijo de una expareja, después de que este le contactase a razón de su nueva cuenta de Instagram.
Antes de volver a estar al tanto de los detalles más cotidianos de su vida, sobre el destino de Rober Wido orbitaban muchas teorías, desde que se vio agobiado por la repercusión de sus publicaciones (algo que, naturalmente, chocaba de manera frontal con su aprecio por la vida tranquila) o que podría haber estado sufriendo problemas de salud. Una imagen en agosto de 2020 despejó la preocupación, después de que un grupo de chicas jóvenes se lo encontraran paseando en Bilbao y se hicieran una foto con él, con la mascarilla puesta.
Comentarios como “¡Te echaba muchísimo de menos, Rober!”, “¡Gracias por volver!”, “Hoy es un día feliz” o “Te queremos, cuídate mucho” han sido los que han predominado desde el pistoletazo de salida de su nuevo perfil de Instagram, una avalancha de amor que Wido, desbordado, ha tratado de corresponder con muchas respuestas. Si bien sus seguidores, como han demostrado, no necesitan que el instagramer les mencione: solo quieren saber que está bien, que se cuida y que sigue sobrellevando las dificultades diarias con su característico buen humor. Y que la comida le queda rica.
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