Rosario vuelve a vivir: la casa malagueña deshabitada durante 40 años que homenajea a su antigua propietaria
La diseñadora Olga Sicilia ha devuelto a la vida esta casa con más de 100 años de historia retomando el legado de su primera inquilina, Rosario: “Nos acordamos mucho de ella. Este año he puesto la mesa de navidad con sus copas y sus manteles cosidos a mano”
Los proyectos de rehabilitación de viviendas muchas veces confunden los términos de ruina y vestigio. Ambos conceptos hacen alusión a elementos arquitectónicos de épocas pasadas, pero existe un elemento diferencial entre ambos. La ruina implica la degradación de un estado previo, hasta el punto de imposibilitar su utilización. El vestigio, en cambio, contempla indicios, fragmentos y piezas que pueden ser recuperadas. En el primer caso el proyecto debe optar por una rehabilitación completa, mientras que en el segundo el propio vestigio se incorpora en el proyecto de restauración como elemento generador. Un ejemplo de este proceso de adecuación consciente es Villa Rosario, una casa malagueña construida a principios del siglo pasado que Olga Sicilia, su actual propietaria, ha restaurado de manera prácticamente autodidacta recuperando muchos de los elementos existentes.
El periplo arquitectónico de Olga, diseñadora industrial de formación pero vinculada por su familia con la arquitectura ya que sus padres siempre se han dedicado al mundo de la construcción y las reformas, comenzó tras la pandemia con la búsqueda de una nueva vivienda en Málaga, su ciudad natal. Tras varios meses de rastreo dio con Villa Rosario, una casa de 279 metros cuadrados distribuidos en tres plantas que se encontraba en el barrio de la Victoria, en pleno centro de la ciudad andaluza. Fue amor a primera vista. “La encontramos por pura casualidad ya que no se anunciaba en ninguna plataforma. Ni en nuestros mejores sueños podíamos imaginar comprar una casa así”, relata Sicilia a ICON Design. Entrar por primera vez en la propiedad, cerrada y deshabitada desde hacía más de 40 años, fue como viajar al pasado. A pesar del mal estado de conservación del inmueble –presentaba humedades en las paredes, los muebles y carpinterías de madera estaban picados y algunas estancias se encontraban impracticables–, la vivienda original seguía intacta. “Normalmente una casa con más de 100 años de historia tiene actuaciones que han ido quitando su esencia primitiva, pero esta vivienda estaba en bruto”, cuenta la nueva propietaria.
La obra de restauración y adecuación de la vivienda a los nuevos requerimientos domésticos de Olga y su familia empezó en diciembre de 2021. En ese momento se puso sobre la mesa la opción de encargar a un arquitecto el proyecto, pero se rehusó y se decidió asumirlo internamente. “Me apetecía el reto de restaurar la vivienda. Mi intención inicial era no hacer nada, mantenerlo todo como estaba adaptando las instalaciones y haciendo nuevos los baños. Parecía muy fácil”, relata Olga. Además, en este punto inicial del proyecto se sumó la carga simbólica que la casa confirió a los nuevos inquilinos. Muchos de los enseres personales de la anterior y única propietaria –manteles, copas, cubertería, espejos, sillas, fotos e incluso cartas manuscritas– seguían estando presentes en la vivienda. “Todas las pertenencias de Rosario pusieron en nuestras espaldas un peso un poco más intenso en cuanto a mantener la esencia de la casa para homenajear lo que un día fue”, cuenta Sicilia.
De este modo, la creadora digital se embarcó en un intenso proceso de aprendizaje para afrontar la obra que se dilató hasta agosto de 2022. “Empecé a empaparme e investigar un montón, contactar con proveedores, equipos de albañiles… hasta convertí a mi padre recién jubilado en jefe de obra”, bromea Olga. Las primeras decisiones se basaron en la elección de materiales; algo fundamental en una restauración que toma vestigios arquitectónicos como punto de partida. En este caso fueron el pavimento hidráulico y el mortero de cal los elementos existentes que Sicilia decidió conservar y replicar. De hecho, el leitmotiv del proyecto fue ensalzar estos materiales, dándoles la importancia que se merecían. “Todo el mundo lo tapa todo con pladur, yo sentía que no podía ser esa la forma. Investigué qué materiales había antes en esta casa y la lógica me dijo que tocaba utilizar lo mismo”, aclara Olga. El segundo paso fue trazar las nuevas instalaciones y adecuar funcionalmente las estancias; en la planta primera se mantuvo la posición de la cocina el comedor y el salón y se añadió un aseo de cortesía. En la planta segunda se dispusieron tres dormitorios y dos baños y en la planta tercera se recuperó un torreón existente de 35 metros cuadrados de superficie para acoger dos pequeños estudios.
Una vez restaurada la vivienda, se incorporaron algunos elementos nuevos para mejorar la vida en la casa. Uno de ellos fue una gran puerta pivotante de vidrio que comunica –espacial y visualmente– la cocina con el patio. “Fue una decisión muy meditada, no quería ser pretenciosa con esa actuación y romper la estética original”, recuerda Sicilia. La misma lógica siguió el mobiliario seleccionado por Olga para configurar la cocina y los baños. Se trata de piezas contemporáneas que evitan copiar el estilo clásico de la casa; la intención fue en todo momento diferenciar lo nuevo de lo existente.
Desde que finalizase la reforma –hace algo más de un año– la casa ha sido muy vivida. Olga y su pareja, junto a sus dos hijos, son amantes de las cenas en compañía y de recibir amigos. Un legado poético para una propiedad condenada al ostracismo que ahora vuelve a renacer sin olvidar su historia. “Nos acordamos mucho de Rosario. Este año he puesto la mesa de navidad con sus copas y sus manteles cosidos a mano”, concluye Olga.
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