Cómo un oscuro “todo a cien” se ha transformado en una luminosa vivienda de 350m2
Una casa situada en un antiguo bajo comercial de L´Hospitalet de Llobregat demuestra la capacidad transformadora de la arquitectura para crear espacios saludables, rehabilitar el entorno construido y mejorar el bienestar de las personas
Hasta hace poco más de dos años, en los bajos de un edificio modernista situado en uno de los principales ejes urbanos del municipio barcelonés de L´Hospitalet de Llobregat, era posible leer el rótulo “Bazar Santa Eulàlia”. Hoy la fachada de ese local comercial ha cambiado por completo y en su lugar encontramos una verja de hierro que flanquea el paso a vecinos y curiosos. Su interior acoge ahora una casa. Este cambio tipológico podría dar lugar a equívoco y pensar que se trata de otro proceso de reconversión de local a vivienda. Algo común en la zona, teniendo en cuenta la escasez residencial y la especulación del suelo por parte de algunos promotores en uno de los municipios más poblados y más densos de toda Cataluña con apenas 12 kilómetros cuadrados y 265.444 habitantes. Pero no es el caso. El proyecto arquitectónico responsable de esta transformación ha perseguido otros valores –no económicos– y se ha centrado en crear un espacio verde, sostenible y con la mayor calidad de vida posible para sus nuevos moradores.
La artífice del proyecto –e inquilina de la nueva vivienda– es Julia Marbà, la joven arquitecta al frente del estudio MARBÄ artquitectura. El primer paso, según cuenta a ICON Design, fue la ardua tarea de dar con el local ideal donde establecer su casa. “Empezamos mirando pisos en el barrio de Poblenou, pero eran carísimos. Optamos entonces por la idea de transformar algo; una nave o un antiguo taller mecánico”. La búsqueda llevó a Marbà a l´Hospitalet de Llobregat, el municipio del que procede su familia, y fue precisamente en esta zona donde encontró un diamante en bruto. “Cuando entramos por primera vez en este local aún conservaba la distribución y los productos del “todo a cien” pero enseguida imaginé sus posibilidades”, afirma la arquitecta.
El inmueble existente presentaba una morfología extremadamente alargada y carecía de iluminación natural en su interior. La parte central del local contaba con más altura pero resultaba imperceptible debido a la presencia de un falso techo de cartón que unificaba el espacio. “Gracias a un vecino descubrí que por encima del falso techo existía una cubierta inclinada de amianto por la que era posible que entrase luz natural”, relata Marbà. Este hallazgo fue clave para conceptualizar el proyecto. Al retirar el revestimiento de amianto de la cubierta se pudo configurar un patio central y disponer las estancias –un taller multiusos, la cocina, zona de lavandería, dos baños completos y tres habitaciones– a su alrededor. “Mis referencias fueron los patios árabes o las domus romanas. Toda la vida hemos vivido alrededor de patios, pero luego se impuso el modelo de vivienda en altura”, afirma la arquitecta.
Este espacio semi-exterior de la vivienda se configura como un oasis de 120 metros cuadrados que permite ventilar, iluminar y regular térmicamente la casa en verano y en invierno. Siguiendo estrategias bioclimáticas, durante los meses calurosos el patio se abre favoreciendo la ventilación cruzada que, junto a la disposición de aislamiento interior en todas las estancias y la presencia de vegetación para refrescar el ambiente, permite reducir una media de 4ºC la temperatura interior. En invierno, el espacio central se cierra actuando como un gran invernadero; calentándose durante el día y transmitiendo la radiación acumulada hacia los dormitorios durante la noche.
Otro elemento diferencial en este proyecto ha sido la elección de materiales; cerámica, barro cocido, madera de pino, mortero, vidrio laminado y hormigón pulido. Todos ellos dispuestos de manera sencilla y sin ornamentos, componiendo una oda arquitectónica a lo funcional, lo local y lo sostenible. “La cerámica de la cocina es de la Bisbal, el carpintero es de Cornellà y los industriales del vidrio son de Olot. Contar con proveedores que tienen su fábrica cerca mejora todo el proceso constructivo”, cuenta Marbà.
Esta funcionalidad planteada en la fase de proyecto se trasladó a la obra, donde se aprovecharon al máximo los recursos materiales y operativos. Todas las piezas de mobiliario fijo de la vivienda –muebles del baño, encimeras, bañera, bancos, cabezales en los dormitorios e incluso jardineras– son de obra. De este modo, utilizando el mismo equipo de operarios y materiales presentes en la envolvente de la casa se pudo optimizar tiempo y dinero.
El resultado es una vivienda con una superficie total de 350 metros cuadrados, cálida y muy mediterránea, que muestra respeto por lo existente y deja a la vista instalaciones, estructura e incluso desperfectos previos en paredes y techos –a modo de vestigios arquitectónicos– para que la casa transmita los relatos del pasado. “Lo bonito es que parece un lugar vivido. Este espacio ya tenía una historia, yo no la he creado”, afirma la arquitecta. Una narrativa previa que convivirá con las nuevas formas de habitar –más flexibles, sostenibles y experimentales– que se plantean en el proyecto.
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