Ana Brito: “No conté que fui madre para demostrar que las redes son mentira”
Recién desempleada en plena pandemia, la cómica y atípica ‘influencer’ conocida como Briten decidió perseguir su sueño de ser una estrella del entretenimiento. Ahora, con un Instagram con medio millón de seguidores y un ‘podcast’ con un Ondas, defiende el valor del humor para superar los vaivenes vitales en su primer libro
A Ana Brito (Madrid, 34 años) siempre le ha gustado hacer reír a los demás. Daba igual si era obligada a sentarse sola en clase para prevenir el barullo o se pasaba media jornada lectiva castigada en el pasillo, lo importante para ella era que sus compañeros se divirtieran. “Y me sigue pasando ahora, ¿eh? Soy la típica que en las bodas la ponen con los invitados que no hablan porque saben que yo sí lo voy a hacer”, confiesa. Esa verborrea mordaz e inagotable, cultivada desde entonces, es hoy el modo de esta cómica y atípica influencer que consiguió reunir en su cuenta de Instagram, El show de Briten, a casi medio millón de seguidores con sus parodias sobre el día a día y ganar un Ondas por el podcast Poco se habla! (Podium Podcast). Un éxito forjado en solo cuatro años, pero producto de una esforzada estrategia que arrancó en plena pandemia, recién desempleada y con apenas unos meses de colchón económico para comprobar si el anhelo de convertirse en una gran estrella del entretenimiento tenía visos de realidad. Esa misma determinación impregna su primer libro, El lado bueno de las cosas (Temas de hoy), una guía para aprender a desdramatizar los momentos más dramáticos, conocerse a uno mismo y entender que “la felicidad no existe, la felicidad se trabaja”.
Ese es el mantra que Brito abandera y personifica en el cara a cara. La mañana del encuentro con EL PAÍS es desapacible en la capital, pero soporta las bajas temperaturas mientras atiende solícita a las indicaciones del fotógrafo. Después le pedirá grabar con su móvil una ráfaga de las instantáneas tomadas para actualizar por primera vez en el día su perfil de redes sociales. Su look es más parecido al de una ejecutiva del audiovisual ―no en vano fue su oficio antes de lanzarse a la creación de contenido― que al cliché del cómico de espíritu desaliñado o caótico: impoluto traje verde de chaqueta y zapatillas marrones a juego. Nos ha citado en una cafetería subterránea del barrio de Salamanca, con decoración de coctelería y brunch dominguero instagrameable, frecuentado por ejecutivos y niñas bien, una tribu que Brito conoce de primera mano. Viral en sus comienzos por sus caricaturas de la vida privilegiada de los pijos, creció en el seno de una familia más que acomodada que acabó perdiendo las propiedades y los lujos con los que se crio. “Pasé de tenerlo todo a la nada más absoluta”, explica. Llegaron las mudanzas periódicas, los trabajos precarios y hasta un cambio de universidad por falta de presupuesto. “Todo lo que viví me ha dado una buena capacidad de adaptación y de resiliencia. Siempre busco una solución porque sé que la vida sigue”, apunta con un tono asertivo y seguro.
La primera epifanía respecto al valor terapéutico de su vis cómica llegó con el declive de salud de su abuelo, que padecía demencia senil y principio de Alzheimer. Lo único que le hacía volver era que su nieta le gastara bromas, se pusiera pelucas, imitara voces, cantara… Cada día era una enfermera nueva, la única condición es que empezara por la letra a: Alicia, Almudena, Aitana… “Se me quedó grabada la importancia de tener sentido del humor y explotarlo. Se me daba bien de manera natural, pero entendí que podía tener un efecto positivo en la gente que me rodeaba”, recuerda. Esta, añade, es la otra Briten, la que sus cientos de miles de seguidores desconocen y que, por primera vez, se presenta ante ellos abriendo su caja de Pandora particular. Tal es el celo por su vida privada que no reveló que había sido madre de una niña hasta cuatro meses después del parto. “Fue un shock porque nadie está acostumbrado, pero es que no me apetecía contarlo. Lo hice también para que entendieran que las redes no son lo que parecen y que cada uno muestra lo que quiere. He demostrado que las redes son mentira”, manifiesta.
Pese a su irrebatible éxito, el camino de Ana Brito está lejos todavía de haber concluido. Su objetivo último es tener un show televisivo propio, “ser la Ellen DeGeneres española”. ¿Y por qué no la nueva Ana Rosa Quintana, con quien ya colabora en su programa vespertino? “Ana Rosa tiene un perfil más serio. A mí la actualidad no me interesa, yo quiero algo de caca, culo, pedo y pis. La política y yo no nos llevamos muy bien”, replica. Asegura que el salto a los medios tradicionales no ha supuesto un cambio diferencial a nivel económico ―”sigo viviendo de las redes y del podcast”― y que la discriminación machista a la hora de elegir presentadores para este tipo de formatos de humor no la desanima en su empeño. “Me consta que hay proyectos que se están cociendo, así que es cuestión de tiempo. Da igual que sea conmigo o con otra, lo importante es que suceda”, apunta. Cuestionada acerca de si existe una doble vara de medir entre sexos a la hora de hacer reír, Brito es clara: “Sé que hay compañeras que sí, pero yo nunca he sentido esa diferencia por ser mujer”.
En su caso particular, hasta un 90% de sus seguidoras en redes sociales son mujeres, con una media de edad entre los 35 y los 45 años, e ignora deliberadamente cualquier tipo de tentación de atraer al target masculino. “Yo hablo de los temas desde mi perspectiva femenina. Entiendo que a un hombre no le resulte interesante que yo hable de la mastitis, igual que a mí no me interesa un cómico que hable de fútbol. No hay que bipolarizar tanto, hay cosas que les gustan a las tías y otras que les gustan a los tíos”. Y precisa: “Además, las mujeres somos las que tomamos las decisiones de compra, el lifestyle es el sector publicitario más importante y el mayor poder adquisitivo arranca a partir de los 35 años. Por lo tanto, estadísticamente hablando, estoy bien situada”.
Brito se define como una adicta al control y, atendiendo a lo clínico de su discurso, no parece que haya nada en su camino dejado a la improvisación más allá de sus ocurrencias en El show de Briten y en Poco se habla! Con cinco temporadas ya en los micrófonos, el podcast que creó junto al cantante Xuso Jones para desmitificar tabúes recurrentes de la sociedad, nació a su vez como un instrumento para exhibir sus credenciales ante los popes del sector. “Queríamos posicionarnos como presentadores y, ya que la industria no nos estaba dando la oportunidad, decidimos crearla nosotros. Y ha salido bien, tanto a Xuso como a mí nos han surgido muchos proyectos”. Ana Brito da un último trago a su vaso de agua, se muestra satisfecha de haber finalizado con éxito este “examen” y se marcha rauda a una nueva reunión a la que ya llega tarde, pero lanza una reflexión final: “Cuando en la vida nadie te da la oportunidad hay que saber apostar por una misma”.
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